Amiga de los pobres y contraria al régimen fascista, Dolores, natural de Alcalá la Real (Jaén) y madre de 23 hijos, fue parte activa del Partido Comunista y fundadora y presidenta de la Asociación de Mujeres Antifascistas. Durante la Guerra Civil organizó la defensa de la ciudad de Jaén siendo fusilada con 53 años tras un Consejo de guerra.
Dolores nació en 1886 en un pueblo del sur de la provincia de Jaén, Alcalá la Real. Su padre fue alcalde liberal de Castillo de Locubín, localidad donde la joven creció. Se casó con el médico Federico Castillo Extremera en 1905, con quien llegó a tener 23 hijos, aunque no todos sobrevivieron. Federico Castillo fue responsable provincial de Izquierda Republicana, siendo elegido Diputado de las Cortes y presidente de la Diputación de Jaén, lo que obligó al matrimonio a trasladarse a Madrid durante una temporada. Allí, el 30 de noviembre de 1936, Federico fallecía de un cáncer de garganta y Dolores, sola en mitad de una guerra civil, regresó a Jaén.
La participación de Dolores dentro de los ámbitos políticos había sido reducida hasta entonces. Sus dos hijos mayores, Federico y Manuel, habían participado en la fundación del Partido Comunista en Jaén, llegando incluso uno de ellos a ser acusado del asesinato de Calvo Sotelo. Además de eso, el 1 de abril de 1937, Dolores fue testigo del bombardeo de la ciudad de Jaén por parte de la aviación del bando nacional sublevado. A las 17:20, Queipo de Llano soltó 76 bombas que dejaron un total de 152 personas asesinadas y más de 200 heridas, todas ellas población civil. A Dolores la Guerra Civil no le pasaba de refilón: No solo iban a por sus hijos, si no que también harían caer su casa.
En ese momento Dolores comenzó a introducirse dentro de los ambientes de defensa republicanos en la ciudad de Jaén. En 1937 pasó a ser parte activa del Partido Comunista en la ciudad, fundando y presidiendo la Asociación de Mujeres Antifascistas, también como afiliada de la Sección de Mujeres de la UGT y Consejera de la Diputación Provincial de Jaén. Organizó la defensa de la ciudad, que durante la contienda siempre fue republicana, comandando a las mujeres jienenses, haciendo recogidas de ropa y mantas, comida y enseres para enviarlos al frente.
En el invierno de 1937, organizó la colecta solidaria de Navidad, implicando a toda la ciudadanía y consiguiendo el reparto de miles de enseres entre la población más afectada y los frentes republicanos cercanos a la ciudad. También fueron conocidos en la ciudad de Jaén los mensajes de aliento y solidaridad que solía mandar por radio:
«¿No ha pensado nunca, camarada, en la tragedia que supondría un eventual avance enemigo? ¿En lo que sería de ti sometido a la ferocidad fascista? Pues bien, no olvides que el combatiente, en las trincheras, brinda diariamente su vida por evitarte hasta la zozobra de que pueda acaecer semejante calamidad y corresponde a su ingente sacrificio, prestando tu modesta ayuda a sus apremiantes necesidades. Una prenda para el frío, un donativo para adquirirla constituyen el mejor argumento para la obligada reciprocidad de la vanguardia heroica, con la inapreciable vanguardia que está labrando nuestra victoria.” (Extracto del mensaje por radio para la participación en la recogida de la Campaña de Invierno del 37).
Consejo de guerra y fusilamiento
Dolores fue retenida en su casa en marzo de 1939, por orden del Partido Socialista, que quería terminar con la influencia comunista. A finales de agosto de ese mismo año, ya con los franquistas ondeando sus banderas por las calles de Jaén, Dolores fue detenida acusada de “ser partícipe activo de la revolución roja por su nivel intelectual y buena posición económica y su incontenible odio a todo lo que representa orden social y tradición”. Fue sometida a un consejo de guerra y condenada a muerte. En ningún momento desmintió haber participado en la defensa de la República, si no que, con orgullo y honra, se reconoció como amiga de los pobres y contraria a un régimen fascista.
El 1 de marzo de 1940, al filo de la madrugada, Dolores fue conducida por las calles de Jaén, junto con otros compañeros, hasta el cementerio de San Eufrasio. Allí sería fusilada a la edad de 53 años. Cuentan que fue asesinada con un disparo certero por la espalda, que casi no sintió nada, y que, habiendo derramado su sangre en la piedra, esta se mantuvo intacta durante años, creando un pequeño altar en homenaje discreto, silencioso y prohibido a aquella mujer que repartió solidaridad y cobijo entre las gentes de los barrios de Jaén.
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