Domingo de carnaval, de andaluza me vestí
Domingo de carnaval, de andaluza me vestí
Domingo de carnaval, de andaluza me vestí

La Poderío

15 marzo 2024

He crecido escuchando a la peluquera de enfrente de mi casa tararear “Domingo de carnaval, de gitana me vestí”. La biblioteca virtual de Andalucía recoge esta canción, pero no la documenta.

Vestidos colgados en Calle Ancha del Carmen, en el Perchel (Málaga)
Vestidos colgados en calle Ancha del Carmen, en el Perchel (Málaga). Foto: Amal Tarbift.

Es en la Fundación Joaquín Acosta, Revista de Folklore, donde se indica tras la letra de la canción que es recogida por José Manuel Fernández Cano en Alcázar de San Juan (Ciudad Real), en septiembre 1979; de Fuensanta Cano Rodríguez (53 años de edad), natural de Villanueva del Arzobispo (Jaén). No hay más referencia a Fuensanta ni al origen de tal letra que va a iniciar esta reflexión que traemos sobre disfraces y no disfraces.

Carnaval, Halloween o Reyes Magos son festividades que en los últimos años se han vuelto periodos de reflexión sobre prácticas poco cuestionadas, pero urgentemente cuestionables. Hablamos de la suplantación de la identidad a través del disfraz, el “humor” o la “tradición”. 

Vestirnos y maquillarnos para imitar a personas de otras latitudes ha sido algo común y entendido como una práctica inocente. Sin embargo, cuando se imita una identidad, se estereotipa y reduce una cosmovisión a una práctica festiva, momentánea, sin intencionalidad de aprendizaje, estamos usurpando elementos identitarios de forma banal. Y, por tanto, dañando. No estamos ensalzando esas culturas otras, ni representando una diversidad cultural puesto que no están ellas ni sus pueblos.

El ideal del vestido de china, de japonesa, de africana, primeramente no tiene una traducción ni representación real ni realista. Se han cogido algunos elementos al azar que, por un lado, reducen el significado cultural de nada menos que un continente, y después ensalzan esos estereotipos históricos que generan un patrón compartido para reconocer fácilmente de quiénes se trata. Una visión racista, clasista, sin chiste.

En este terreno de qué es la suplantación cultural o la apropiación cultural, las líneas no siempre están tan definidas. Un buen análisis de ello sería aquel que incorpore un eje por supuesto de clase, de etnia, de género e indudablemente de territorio o más bien de geopolítica. Porque una se ve con más derecho de suplantar a otra cuando tiene más acceso. Y se tiene un mayor acceso cuando se tiene más poder, más recursos y se porta una identidad que es leída con más amabilidad y permisividad que otra. Como decía, la suplantación o apropiación no siempre pueden tomarse como términos sociales totales. Y es en este artículo en el que trataré sobre uno de estos casos.

Andalucía como zona fronteriza, sur de Europa y norte de África, como espacio meridional comparte elementos con zonas del sur global. Uno de ellos es la construcción de un territorio social, cultural y económicamente más accesible que otras zonas del Estado español. Por supuesto, por la polarización de su economía principalmente en una agricultura intensiva para la exportación y la construcción de un ecosistema para el turismo de masas, pero también por la imaginería que emerge por parte de toda la tradición de los románticos del siglo XIX.

El uso por parte del régimen de la imagen de Andalucía creando productos cinematográficos como La Españolada, hasta el Andalusian Crush de la Junta de Andalucía. Una invitación continua al uso y disfrute de lugares, productos y cuerpos. Y es que la creación de un mito foráneo auspiciado por el gobierno supone un hervidero difícil de tumbar. 

En 2021, tras el segundo año consecutivo que se suspendía la Feria de Abril, el alcalde de Sevilla en el momento, Juan Espadas, proponía:

 «Quiero animar de forma insistente a que todas las sevillanas estos días de Feria salgan a la calle vestidas de flamenca, aunque sea para tomar un café o una cerveza, y los señores ataviados como solemos hacerlo en Sevilla para ir a la Feria: de corto y con un sombrero de ala ancha».

El Diario de Sevilla realizó una encuesta online donde el 80% de las personas entrevistadas no estarían dispuestas a usar el traje para uso cotidiano. Esto generó un cierto recelo y debate en redes sociales por el propio trato y lugar que se le estaba dando a una prenda tan especial. Desde la crítica, los comentarios giraron en torno a que no cualquier “ole” vale, es decir, la estética también es política, tiene un fin y un significado que puede ser diverso y de hecho lo es.

Es complicado situar los orígenes de casi cualquier elemento, como el origen del vestido de flamenca o vestido de gitana. Se dice que era la indumentaria de trabajadoras del campo y mujeres que asistían a las ferias del ganado a finales del siglo XIX y principios del XX. Una primera bata de volantes cómoda y fresca para las faenas. Un vestido que no pasó desapercibido por mujeres de clase alta que empezaron a imitar las formas y los adornos. Los afamados lunares hoy se dice que fueron un error de estampación en la tela y que fueron las mujeres de clases populares las que compraron telas que fueron rebajadas para hacer sus vestidos. Unos topos que hoy están en el epicentro de la industria de la moda. 

Desde la Exposición Universal de 1929 el traje de flamenca se consolida como la indumentaria oficial para ir a la feria como referencia de la identidad española y andaluza. Porque pese a tener un arraigo indiscutible en Andalucía, recordemos que habitamos una tierra de la que se extraen todos los elementos y representaciones para ponerlas al servicio y representación del centro. Se trata del único traje regional que se renueva constantemente, se reinventa, va y viene. Y a su vez, se trata de una vestimenta más al uso para disfrazarse, para tomar una actitud burlesca por el simple hecho de llevar el traje. 

No hace falta hacer nada más porque es tan evidente el mensaje que se quiere mostrar que habla solo. En la nueva edición del programa “Maestros de la Costura”, el diseñador Lorenzo Caprile aparece vestido de flamenca. No para de sonreír y abanicarse, y sin necesidad de abrir la boca, todo el mundo sonríe. Una reacción ligada no a la alegría, sino al derecho a interpretar el elemento de una cosmovisión que me han contado que no va en serio, que es accesible, que la puedo hacer mía si quiero y como quiera. Esto no prohíbe a cualquier persona de cualquier identidad ponerse un vestido de flamenca. Pero es que disfrazarse y vestirse son actos distintos.

Haciendo un ejercicio de búsqueda muy simple en Google encontramos desde “disfraz de sevillana” en Amazon hasta disfraz de cordobesa en Simón Disfraces. Una página que además ofrece la opción de “disfraz de hombre de flamenca”, indicado como ideal para despedidas de soltero. Disfraces que encontramos en la sección titulada “Sevillanas, Cordobeses, Toreros y Rumberos”. No hablamos de trajes de flamenca para hombres y despedidas de soltero. Hablamos de disfraces.

El significado directo de la palabra disfraz es vestimenta que oculta la apariencia de una persona, pues deriva del verbo disfrazar que en su forma antigua es desfrezar: disimular o encubrir un objeto o una persona. Disfrazarte de andaluza es una forma simple de despolitizar no solo el traje como indumentaria, sino todas las relaciones que conforman las fiestas, ferias, romerías, en su origen y hoy. Porque para disfrazarte de andaluza estás usando una indumentaria política sin conocimiento de causa. Y no, no tiene gracia. Porque la gracia es otra cosa.

La continua representación en las distintas artes ha hecho accesible y ha normalizado pensar en lo andaluz como un disfraz, como algo pictórico, como algo modelable. Por eso, cuando no se esconde, se le pregunta cómo es posible. En los últimos días se han hecho virales dos hechos en torno al acento andaluz, uno por parte de una academia de idiomas; y, otro por parte de un colegio donde ambas instituciones visualizaban este como problemático. Un problema que desaparece cuando se pasa al escenario, al atrezzo, al lugar del entretenimiento. 

Porque el papel de Andalucía y todo lo que la representa se ha ubicado en servir, pero no en ocupar. Es decir, el vestido de flamenca representa el entramado socio cultural del que dispone Andalucía para el disfrute socio estético, pero sus habitantes son vistos como personajes molestos. Como dijo el chaval de Cádiz a la persona que le llama de la academia pidiéndole que elimine su acento andaluz: “pero cuando tú me has llamado sabías que era de Cádiz ¿no? Cómo esperabas que hablase?” Y es justo eso ¿Qué se espera de nosotras? Si para ser como nosotras tienen que disfrazarse. Si para ser de Córdoba tienen que disfrazarse de cordobesa, barriendo las experiencias de la Campiña, la Subbética o Sierra Morena. 

Y así con todo. Perpetuando la idea de que Andalucía es algo compacto que está ahí lejos, donde voy cuando quiero y hago lo que quiero, porque para eso está.

La Poderío

La Poderío

Una revista parida en el sur, con los aires frescos, reivindicativos, inclusivos, diversos, plurales y feministas de Andalucía, pero sobre todo, con las ganas de visibilizar las historias de personas reales olvidadas en los medios de comunicación y de desgranar el sistema heteropatriarcal que las victimiza y/o criminaliza en la mayoría de los casos.

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