Cuando se habla de Marinaleda, ese pueblecito que no llega a los 3000 habitantes de la comarca de la Sierra sur sevillana, pronto nos viene a la cabeza nombres como el de Juan Manuel Sánchez Gordillo, «el alcalde barbudo» que ya todas conocemos. En cambio, poca gente cae en la importancia que tuvieron las mujeres, con sus cuidados, a la hora de convertir aquella utopía en realidad.
Carmela, Rosario, Josefa, Lela, Pepa, Pilar, Nicolasa, Anitason solo algunos de los nombres de unas valientes mujeres que no solo enfrentaron sus cuerpos al patrón y al gobierno, sino también a la tradición machista.
Primero tenemos que centrarnos en cómo era la vida rural en la Andalucía posfranquista: hambre, miseria, paro… Familias enteras trabajando día y noche para seguir sumidas en la pobreza mientras, frente a los pueblos, los grandes terratenientes poseían latifundios, miles de hectáreas de tierra fértil, sin haber tocado un arado en la vida. Muchas de estas fincas, se podían encontrar en un estado de lamentable abandono. Jornaleros y jornaleras, que sufrían los callos en las manos, sentían esta realidad en cada cachito de su piel.
Así pues, se armó la Marimorena
La primera acción fue en la tierra de Bocatinaja, allá en el 78, una finca entre Osuna y los Corrales, en forma de protesta por el hambre y la pobredumbre que se sufría en aquella región. Fueron muchos los hombres que estuvieron dos días acampando allí, pero también había mujeres. Algunas de ellas embarazadas, perdiendo a sus hijos cuando fueron desalojadas violentamente por la Guardía Civil, debido a los palos que recibieron. La ocupación de la Bocatinaja fue el principio de una larga historia de okupaciones de tierra y fincas, algunas derrotas y muchas victorias, que se repitieron durante más de diez años, sin mermar la fuerza jornalera.
En el año 80, el pueblo de Marinaleda hizo una huelga de hambre masiva, exigiendo un incremento del presupuesto del Empleo Comunitario, que permitiera ganar más a los trabajadores durante más tiempo. Consiguieron su propósito, y Marinaleda cobró un poquito más de Empleo Comunitario. La huelga donde participaron activamente muchas mujeres fue una victoria. Cuentan cómo durante esos trece días en huelga a base de agua, no las relegaron de sus trabajos de cuidados, y aun enmallás con el estómago cerrado, acudían a sus cocinas para preparar la comida a sus hijos e hijas.
La lucha continuó
Mientras que en 1983 un amplio grupo de personas ocupaban el pantano de Cordobilla, una expedición formada solo por mujeres, marchó al Coto de Doñana, donde Felipe Gónzalez estaba de vacaciones. Las mujeres rodearon la zona donde se encontraba el que por entonces era el Presidente de Gobierno, y exigieron durante días una reunión. Felipe Gónzalez no podía echar el pie a la calle sin tropezarse con una mujer de Marinaleda y, a los pocos días, no le quedó más remedio que citarlas en la Moncloa para discutir sobre las tierras y la situación de los jornaleros y jornaleras.
A partir de 1985 comenzaron una serie de ocupaciones, que darían un total de más de cien, dentro de la finca del Humoso. El objetivo está claro: “La tierra pa´quien la trabaja”. El Empleo Comunitario no paliaba el hambre, la violencia de patrón ni las injusticias sobre la clase trabajadora. El poder del pueblo andaluz residía en la tierra que la jornalera trabajaba.
Hubo marchas, concentraciones, manifestaciones, acciones de visibilización… Tantas formas de protesta que cada día terminaban con la llegada de la Guardia Civil y la expulsión de los y las ocupas, quienes no dudaban en ir nuevamente al día siguiente hasta la finca. Y después de mucho sudor, muchas lágrimas, en el año 1991, el Gobierno notifica a los pueblos de la Sierra Sur que les cede los terrenos del Humoso. Después de años de lucha, de tantas ocupaciones y trabajo, se expropia una finca, con más 1200 hectáreas, y se ponen al servicio del trabajo colectivo de la gente de la zona.
Las peonadas
Aún así, las luchas no terminan aquí, y cada día había una razón para que estas mujeres salieran a protestar. Entre los años 92 y 94, las peonadas y la falta de trabajo en Andalucía, siguen centrando la agenda. En esta época, varias acciones ponen el ojo en nuestra tierra: la paralización del AVE, del aeropuerto internacional de San Pablo, las ocupaciones del Palacio de San Telmo y Canal Sur, así como el Banco de España, forman parte de una movilización que nace del corazón andaluz. Ellas, siempre en primera fila, acudiendo a las asambleas, proponiendo, actuando, marchando y protestando. Fueron las primeras en exponerse durante la acción de 1992, en la famosa Expo 92, donde fueron la voz de muchísimas jornaleras.
Famosa fue la protesta que llevó a más de 80 mujeres a ocupar Sevilla. Durante el día, recorrían las calles protestando por el estado de Andalucía, exigiendo que el Gobierno las escuchara. A los pocos minutos, llegaban varias furgonas de policía, donde las encerraban en la oscuridad y las trasladaban a las comisarías. Dentro, cuentan, que en vez de echarse a temblar, se animaban las unas a las otras y entonaban cánticos para alejar los miedos. Se cuidaban y protegían, y si alguna flaqueaba, aparecía la mano de otra. Cuentan que pasaban mucho miedo, pero siempre se tenían las unas a las otras, que actuaban en absoluto compañerismo y sororidad.
Marinaleda, y sus mujeres que estuvieron presentes en todas las luchas, acciones y actos, consiguieron que las peonadas bajasen a 35, de 60 que estaban. Consiguieron el Humoso, trabajo y tierra para su generación y las venideras.
Para saber más:
Os recomiendo el libro de Susana Falcón, “Lo dieron todo. Las luchas de Marinaleda”, editado por Atrapasueños, en el que está basado buena parte de este artículo.
Ayuntamiento de Marinaleda, http://www.marinaleda.es/es/
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