Luisa Roldán nació en Sevilla sobre el año 1652, siendo la quinta hija de los doce que tuvo el matrimonio de Pedro Roldán y Teresa Mena. Su padre, afamado escultor de la imagineria sevillana, tenía su taller debajo de la casa familiar, donde tanto Luisa, como algunas de sus hermanas, lo ayudaban con los encargos escultóricos. Fue allí donde aprendió el arte de la escultura, superando a sus hermanas y empezando a brillar con luz propia.
Luisa se desposó con Luis Antonio de los Arcos, también aprendiz de escultor, a pesar de la negación de su padre, con quien incluso se enfrentó en los tribunales por esta razón, cuando contaba con 19 años. A partir de aquí, Luisa se independizó del taller de su padre, formando el suyo propio, junto con su marido, haciendo un equipo que ha dejado a la ciudad de Sevilla grandes obras de la imaginería como los cuatro ángeles del Cristo de la Exaltación y los dos ladrones, que aunque constan hechos por su marido, el estilo es propio de Luisa Roldán. Son pocas las que constan como suyas, pero por el estilo se cree, aunque no con seguridad, que la Virgen de Regla de la Hermandad del Prendimiento, la Virgen de la Macarena (atribuida al taller de su padre), la Dolorosa de Sisante, la Virgen del Carmen del convento de Santa Ana o la Virgen Peregrina del monasterio de Santa Cruz de Sahagún, son obras de ella.
Sobre el 1684 se trasladó a Cádiz, contratada por el cabildo de la Catedral, para restaurar el Ecce Homo de la Catedral. Otro de sus trabajos en Cádiz son las esculturas de San Servando y San Germán, que actualmente están en la catedral nueva, aunque en su momento fueron hechos para la sala Capitular del ayuntamiento. No solo trabajó en la capital gaditana, sino que también por toda la provincia, como demuestran las obras de Nuestra Señora de la Soledad de Puerto Real, La Divina Pastora y el Niño Jesús Quitapesares de Arcos de la Frontera, el Niño Jesús de la Hermandad del Dulce Nombre de Jesús en el convento de Santo Domingo de Jerez de la Frontera y Nuestra Señora de los Dolores de Sanlúcar de Barrameda, aunque esta última también se atribuye a otros autores.
En 1689 el matrimonio se traslada a Madrid buscando un reconocimiento y, seguramente, mejorar la posición económica que apenas daba para mantenerse. En esta primera época realizó trabajos basados en pequeños grupos escultóricos como el Descanso en la huida de Egipto, los Desposorios místicos de Santa Catalina (que es encuentra expuesto en Nueva York) o la Muerte de la Magdalena.
Gracias a esto pudo mantenerse hasta que fue nombrada “escultora de cámara” por el Rey Carlos II, convirtiéndose así en la primera mujer de la historia en ser nombrada con este cargo. Este nuevo puesto significó una nueva etapa para Luisa, que consiguió una merecida distinción pública, pero para nada mejoró su estatus económico, pues en aquella época, el gran imperio español pasaba por una crisis económica marcada por la ruina debido a la corrupción y la mala administración en general. Así, los trabajos que realizaba la escultora eran mal pagados y de forma tardía, cosa que la empobreció hasta el punto de tener que pedir asilo en la casa del Tesoro, pues no podía ni costearse un hogar para ella y su familia.
De esta época, son suyos el Arcángel San Miguel con el diablo a sus pies, del Monasterio de El Escorial, contándose que el rostro de San Miguel es un autorretrato de la autora.
El 1700 murió Carlos II. Con la llegada del nuevo rey, Felipe V, Luisa creyó que su situación por fin mejoraría, volviendo a participar en la corte, nuevamente como “escultora de cámara” realizando el Arcángel San Miguel del monasterio de las Descalzas Reales. Pero a pesar de todo, la situación de ruina del reino no mejoró, sumiendo a Luisa y toda su familia en una pobreza cada vez más enquistada, aunque su taller no decayó en obras.
Toda esta situación hizo que la artista padeciese una forma leve de trastorno bipolar, que le producía grandes cambios de ánimo y altibajos emocionales, algo que quedó marcado en su gran y diversa obra, esparcida por todo el mundo, desde un pueblo como Arcos de la Frontera hasta Nueva York, Londres o Los Ángeles.
Luisa falleció el 10 de enero de 1706, aún siendo escultora de la corte real, con una fama pública, pero inmersa en una pobreza extrema.
La Roldana se conoce como la primera escultora española registrada. Lo cierto es que sería muy improbable que ninguna mujer hubiera esculpido obras hasta el siglo XVI pero, debido a la negación e invisibilización de la mujer, también en el arte, las obras hechas por mujeres o bien pasaban a ser registradas con el nombre de un varón, siendo asumidas por este, o se quedaban dentro de los ámbitos privados debido a la infravaloración de las artistas.
Cabe señalar que las obras de Luisa Roldán no le han sido atribuidas hasta hace relativamente poco. Antes de esto, toda su trayectoria artística fue nombrada como hecha por su padre, marido o, incluso, otros artistas del momento. A pesar de la gran cantidad de trabajos que realizó a lo largo de su vida, repartidos por toda la geografía ibérica, siempre le fue negada la autoría y, como mujer, el reconocimiento histórico de creadora. Eso a pesar de haber realizado obras tan significativas, como la Virgen de la Estrella, en Sevilla (atribuida en 2010), o Nuestra Señora de la Soledad, de Puerto Real.
Enhorabuena por el artículo está muy documentado. Y también por la iniciativa de este blog tan necesario para la divulgación del legado de las mujeres a la cultura y a la historia. Yo llevo a cabo una Ruta sobre La Roldana en Sevilla y hablamos en ella de todo lo que contáis en este artículoculo y contemplamos muchas de sus obras en las iglesias y conventos de Sevilla.
ES una historia que me tiene fascinada.
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LAURA.