Desde que el feminismo está intentando despatriarcalizar la maternidad hay series que se han atrevido a romper con el modelo romántico de madre abnegada y feliz, para visibilizar las contradicciones y las dificultades que acarrea el ser madre en el siglo XXI. Hablamos de dos de ellas.
Siempre resulta refrescante descubrir series que hablen de procesos que viven las mujeres, más aún cuando estos han sido silenciados o mitificados en la pantalla la mayoría de las veces. La maternidad ha sido uno de ellos, y las que hemos sido madres recibimos con entusiasmo una serie que cuente cosas que nos están pasando. Justamente nos encontramos con “Madres trabajadoras” y “The letdown”, dos producciones emitidas por Netflix que nos cuentan a través de sus personajes lo que conlleva ser madre primeriza en estos tiempos.
Ser madre no es tarea fácil, ya lo comentan las cuatro protagonistas de “Madres trabajadoras” desde el primer episodio, cuando la matrona del grupo de apoyo entre madres, le pregunta a Kate si tiene ganas de volver al trabajo a lo que ella responde: “¿Cuál es el truco para que todo funcione? Intento ser positiva, pero hacerlo todo parece… ¿imposible?”. Y si, imposible es lo que resulta para la mayoría, ya lo denunciaba Esther Vivas en su libro Mamá desobediente: “esto no es más que la consecuencia directa de la imposición de un ideal romántico que no tiene nada que ver con la realidad”.
Kate es una de las cuatro madres protagonistas de “Madres trabajadoras”, comedia canadiense que ya tiene tres temporadas en Netflix. Las conocemos en el momento en el que se termina su permiso de maternidad y deben volver al trabajo. Una de las intenciones de la serie es visibilizar la dificultad, o mejor dicho, la imposibilidad de la conciliación. A todas ellas las vemos llenas de ambivalencias, poniendo en tensión su vida personal, laboral, familiar, de pareja… En definitiva, hablando del lado oscuro de la experiencia materna, eso sí, sin el estigma de considerarse una “mala madre”, y en un tono de humor que lo hace más llevadero.
También desde el humor encontramos en España el “Club de las malas madres” que lleva dos años desmitificando la maternidad y rompiendo el ideal de “madre perfecta”, reivindicando un nuevo modelo social de madre y a la vez impulsando la asociación “Yo no renuncio”, una entidad sin ánimo de lucro que nace como un movimiento para reivindicar la conciliación de la vida familiar con la laboral y personal.
En la primera temporada Kate, interpretada por Catherine Reitman que además de ser la creadora de la serie ejerce de productora y de directora, hace malabarismos para mantener un estatus profesional que ella se niega a perder, aún teniendo que lidiar con la culpa por no dedicar el suficiente tiempo a su familia. Muy gráfica y reveladora es la escena en la que ella se lamenta de que el embarazo la pilló en su mejor momento profesional, a lo que un compañero recién llegado le contesta: “Lo único que me sacaría de aquí es un incendio”. No hace falta que este hombre lo jure, está clarísimo que tanto suelo pegajoso como techo de cristal, siguen siendo fieles acompañantes en la carrera profesional de muchas mujeres.
Otro punto positivo de la serie es la forma en la que otra de las parejas trata un tema tan delicado como lo es un embarazo no deseado. Anne que es madre de una niña de unos 9 años y una bebé de 8 meses, se entera por sorpresa de que vuelve a estar embarazada. Es excelente la manera de abordar el asunto que nos presentan, como dice en un artículo la crítica de cine María Castejón: “que sopese la decisión con su marido, con naturalidad, y al final vayan juntos a la clínica abortiva, da una lección sobre cómo se puede abordar este tema”.
Leche materna
En “The letdown” ya el título nos prepara para lo que viene, porque se puede traducir como chasco o decepción, pero a la vez también hace alusión a la secreción de la leche del pecho materno. Sin duda, un juego de palabras para preguntarnos si es una desilusión la maternidad.
Esta serie ha estrenado su segunda y última temporada también en Netflix este año. Es una serie creada y protagonizada por Alison Bell, que cuenta las peripecias de una pareja más cerca de los cuarenta que de los treinta, al comienzo de su etapa de crianza.
En este caso, la serie australiana tiene un punto más dramático que la canadiense, de modo que su creadora ha puesto de relieve los vacíos y la soledad que acompañan a la maternidad de una manera más fiel a la realidad. Casi puedes sentir cómo sería tener un hijo a tu cuidado, mirar con angustia cómo se aleja tu círculo social y lo difícil que resulta a veces tomar decisiones cuando tienes una criatura que depende de ti. Parece que esta pareja va a descubrir que la maternidad no es como se la habían contado.
Audrey, la protagonista, ve cómo el mundo se le cae encima y a eso se añade su sensación de ser una verdadera inútil en la crianza de su bebé. Asimismo Audrey tiene la cabeza “a las tres de la tarde” que diríamos muchas: olvidos, despistes, desconcentración, torpeza… En definitiva, un caos mental que nadie cuenta, pero que pasa a muchísimas mujeres desde el embarazo hasta la lactancia tardía, provocado por el alto nivel de hormonas a lo que se une la falta de sueño. Sí, ¡bienvenidas a la maternidad!
Esta serie también normaliza aspectos como el colecho y el porteo, los roces de la pareja a partir de la llegada de un bebé o la falta de sexo por la disminución de la líbido, algo completamente normal pero de lo que cuesta tanto hablar.
Con-ci-qué
Es importante destacar el papel principal que juega la lactancia en estas dos series, está tan presente que parece un personaje más. Tanto en “Madres trabajadoras” como en “The letdown” sus protagonistas, que han decidido dar el pecho, aparecen con el sacaleches en suficientes escenas como para que apreciemos cómo funciona este aparato. Resulta rompedor que series como estas muestren parte de lo que es “dar la teta”, y es que después de tantos años de ostracismo las mujeres vuelven a elegir como primera opción el dar una lactancia natural, confiando en que sus cuerpos tienen lo que sus bebés necesitan.
La lactancia materna ha sido un asunto de debate en los últimos… ¿40 años? A pesar de estar más que demostradas las virtudes de la leche materna, dar de mamar no es fácil. Por un lado hay que lidiar con un sin fin de opiniones de gente y personal sanitario que parecen saber mejor que la madre lo que su bebé precisa (aunque eso pasa también si se decide alimentar al bebé con leche artificial). Si a pesar de todo(s) se consigue tener una lactancia exitosa, habrá que prepararse para otra prueba de fuego, porque la reincorporación al mercado laboral con la intención de continuar amamantando es una tarea titánica. Las condiciones para sacarse leche en el trabajo suelen ser demoledoras; muchas mujeres cuentan los malabarismos que hacen con el sacaleches en una mano y el bocadillo en otra en su media hora de descanso, en lugares tan poco acondicionados como un almacén donde no para de entrar gente a buscar algo, un cuarto de baño con los ruidos y olores propios del lugar o en el coche aparcado en alguna calle menos transitada. ¿De verdad se puede conseguir que salga una gota de leche en estas penosas circunstancias?
Si a esto le sumamos que cuando más suelen mamar los bebés es por la noche, hay que mentalizarse para ir al trabajo sin dormir, que es lo que hacen las madres lactantes, auténticas mombies como muchas se han autodenominado ya. Y es que aunque la asociación de pediatría española recomienda dar lactancia materna exclusiva hasta los seis meses de vida, las raquíticas dieciséis semanas de permiso maternal consiguen que un porcentaje altísimo de mujeres destete a su criatura mucho antes de lo que se recomienda o de lo que les gustaría.
Se ha recibido con alegría la reciente ampliación del permiso de paternidad, y aunque es una buena noticia porque es un derecho y un deber, sigue siendo una falta de respeto hacia las mujeres y sus criaturas que el permiso de maternidad lleve 30 años sin revisarse.
Y hablando de paternidad hay un detalle interesante que ambas series comparten: la presencia de un hombre (por desgracia solo uno, pero representa bastante bien la ratio de la vida real) muy interesado en la crianza. Estos personajes son presentados en contraposición a sus compañeras que no están tan apegadas a la criatura, y en la mayoría de las escenas aparecen ridiculizados, son una especie de broma y no está claro si se busca un efecto cómico, si se quiere llamar la atención sobre hombres que hacen mansplaning y quieren robar protagonismo a toda costa, o simplemente es un error de cálculo, porque sabiendo la falta que hace que los hombres den un paso adelante en el campo de los cuidados, no acabamos de entender el humor en este punto.
Los episodios de estas dos producciones suelen comenzar en las reuniones de apoyo entre madres. En estas reuniones somos espectadoras de una competitividad un tanto incómoda entre las madres. Aunque no nos guste verlo, es algo que ocurre en la vida real y este puede ser uno de los puntos fuertes de las dos series, su honestidad. Frente a esto sabemos que los grupos de apoyo entre madres y de apoyo a la lactancia son un tesoro para quien los encuentra gracias a sus consejos basados en recomendaciones actuales, a su sabiduría apoyada en años de práctica como madres, a su generosidad a la hora de compartir y de ayudarse unas a otras. Por desgracia la mayoría de personal sanitario que encuentras en pediatría y lactancia tiene poca formación actualizada y sigue dando pautas y recomendaciones antiguas, que no solo no ayudan, sino que lo dificultan todo. Una vez más las mujeres nos hermanamos y nos superamos juntas. Las redes para sostenernos, las seguimos tejiendo nosotras.
Salvando las distancias territoriales y culturales, estas dos comedias exploran un amplio abanico de personalidades, demostrando que hay tantos tipos de maternidad y de crianza como personas. Desde el feminismo ya es hora de valorar y visibilizar la importancia de la maternidad como responsabilidad colectiva, y que las mujeres podamos elegir cómo vivir esta experiencia.
0 comentarios