Pedro Sánchez y la alargada sombra del patriarcado
Pedro Sánchez y la alargada sombra del patriarcado

Antonia Ceballos Cuadrado

25 abril 2024

Si no puedes con tu enemigo, ataca a su mujer. Esta máxima no escrita lleva presidiendo la guerra desde el albor de los tiempos. Y lo que vivimos en estos días es una batalla atroz contra los proyectos transformadores, cuyas primeras víctimas siempre somos las mujeres.

Recuerdo aquellos días. Angustia, rabia, frustración, impotencia, incomprensión y un miedo atávico. Miedo a lo que pudieran inventar, a lo que pensaría mi familia, a que hablaran de mi hijo. Recuerdo aquellos días que nunca debí haber vivido. Pero que viví. Por ser mujer. Por ser de izquierdas.

Todo había comenzado unos años antes. Yo estaba trabajando para un partido de izquierdas. Soy periodista y estaba encargada de la comunicación. Ni tenía un cargo público ni pertenecía a ninguna administración, ni siquiera era militante; pero desde el inicio el acoso fue implacable por parte de un mal llamado periodista que hace esto constantemente con todas las mujeres y que disfruta de la omerta del resto de la profesión.

Tres años después de que cesara mi relación laboral, la pluma envenenada de este señoro volvió a dirigirse contra mí. Porque sí. Porque quiso y porque pudo. Siempre es por esas dos razones: porque quieren y porque pueden. Y ahí empezó todo: un medio de lo que Sánchez ha llamado en su carta a la ciudadanía “máquina del fango”, utilizando el término que acuñó Umberto Eco, empezó a “investigar” sobre mí. Debo ser bastante anodina porque aquella temida portada nunca salió. Pero sí me sirvió para hacerme una idea de lo que otras mujeres, por ser mujeres, por ser de izquierdas, han sufrido en estos últimos años: Ada Colau, Manuela Carmena, Victoria Rosell, Mónica Oltra, Irene Montero, Isa Serra, Noelia Vera, Josefa Medrano, etc.

El objetivo es claro: el disciplinamiento de las mujeres. Como bien ha estudiado Nerea Barjola en el caso Alcàsser, el mensaje es para todas: las mujeres no pueden hacer política y mucho menos política transformadora. El de Begoña Gómez es un caso ligeramente diferente pero igual de antiguo y conocido: si atacas a las mujeres de tu enemigo, atacas de forma más eficaz a tu enemigo.

Por eso nos violan en todas las guerras. Porque el patriarcado entiende que somos propiedad de unos que puede ser arrebatada y vejada por otros. El mecanismo es el mismo. La respuesta caballeresca de Sánchez también, pero de eso no venía a hablar hoy.

El acoso y derribo a Gómez (me niego a escribir “la mujer de Pedro Sánchez” porque me parece precisamente reproducir esa lógica que acabo de describir) no es de ayer, viene de lejos, y se inserta en esa larga cadena que las mujeres de izquierda sufrimos. Hoy el objetivo es ella. Ayer fue otra. Y mañana será otra. La rueda nunca cesa.

Pienso con ternura en Louise Jaurès quejándose amargamente a una amiga (en privado, siempre en privado) porque su marido, el gran líder socialista francés de principios del siglo XX, le había echado a ella la culpa de que Madeleine, la hija, hubiera hecho la comunión. Era una decisión de los dos, pero ante el acoso mediático, en el momento caliente sobre el debate de la ley de separación de la Iglesia y el Estado en Francia, Jean Jaurès, el gran orador, no encontró argumento mejor que decir que había sido todo cosa de Louise. Louise que, dicho sea de paso, sufrió todo lo que se puede sufrir cuando a tu marido constantemente le están llamando traidor en la prensa; cuando te lo matan de dos tiros en la cabeza por haber defendido la paz; y cuando tu hijo menor de edad se tiene que alistar en el ejército para intentar borrar todas las calumnias, y te lo matan cuando el conflicto está a punto de acabar.

Confieso que me angustia la decisión del presidente. El miedo a la ultraderecha me puede. Pero intento mirar la cuestión con perspectiva y, sobre todo, no cegarme por lo inmediato. Creo que, como feministas, nuestro sitio está con Gómez (no con Sánchez, con Gómez). Igual que en los momentos más duros de la persecución a Montero estaba con ella. En aquella ocasión no supimos estar a la altura de los acontecimientos. Ahora quizás sí. Pero, insisto, no por Sánchez, sino por Gómez porque si nos tocan a una nos tocan a todas y porque estamos hartas de ser rehenes del patriarcado y sus violencias.

Antonia Ceballos Cuadrado

Antonia Ceballos Cuadrado

Confieso: odio dormir siesta. La vida es tan corta que me la quiero beber a versos y comer a besos. Así que de pequeña me enfundaba la sábana como si fuera una bata de cola y dedicaba mis siestas a cantar la Encrucijá de la gran Marifé de Triana porque, digan lo que digan, la copla empodera. Estudié periodismo para cambiar el mundo, pero la experiencia profesional me enseñó que antes hay que darle la vuelta como un calcetín al oficio, y en eso andamos. Soy coplera, muy de aquí, pero culo inquieto. Nací en un pueblo de Córdoba que se llama Adamuz y mi historia está unida a los sitios que me han acogido: Sevilla, Londres, Padova, Stará Lubovna, Lebrija, París o Madrid; y a las mujeres poderosas que me he ido encontrando en cada uno de ellos. Ahora veo el mundo desde la esquinita de Cádiz enredada en la comunicación corporativa. Casi ná.

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