Francisca Javiera Ruiz de Larrea y Aherán, más conocida como Frasquita Larrea, nació en 1775, en Cádiz, donde ocupó un papel importante en la Constitución de 1812, pero sobre todo en la vida literaria de las mujeres de las clases dominantes.
Por si su apellido no nos lo deja del todo claro, Francisca Larrea era hija de un importante y próspero comerciante vasco afincado en Cádiz y de una exiliada irlandesa. Gracias a la posición y riqueza de su familia, Francisca fue desde muy pequeña una mujer privilegiada. Pasó su infancia y adolescencia entre Inglaterra y Francia, siendo educada en ambos países y hablando con soltura el inglés y el francés. Era, también, una lectora voraz. En su biblioteca contaba con las ideas de Shakespeare, Descartes, Madame Stael y, sobre todo, de Mary Wollstonecraft, su escritora de cabecera, quien influiría notablemente en sus relaciones y en la celosía con la que defendió su independencia.
En 1790 conoce a Juan Nicolás Bolh de Faber, un hispanista alemán de veinte años. La pareja se casará en 1796 en Cádiz. Tras la boda con Juan Nicolás, el matrimonio viaja por Europa: Alemania, Dinamarca, Francia. Se instalan en Suiza (Morgues) para que Francisca dé a luz a su primogénita: La futura escritora Cecilia Bolh de Faber, también conocida como Fernán Caballero. También tendrán tres hijos más: Aurora, Ángela y Juan Jacobo.
En las Cortes de Cádiz
La familia vive a caballo entre Cádiz y tierras alemanas, hasta que, en1806, el matrimonio decide separarse. Las desavenencias y enfrentamientos no cesan. Frasquita no está dispuesta a someterse a los interesés de su marido, el cual la acusa de estar más interesada en sus cuestiones literarias que en el cuidado ordinario de la familia. Las diferencias religiosas también son un problema, Frasquita es profundamente católica, no llegando a superar que su marido no lo fuese.
Así pues, Frasquita regresa a Cádiz con sus dos hijas Ángela y Aurora, instalándose junto a ellas en Chiclana. Y desde este lugar del mundo, la mujer será testigo y protagonista de las Guerras Napoleónicas, además del desarrollo de las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812. Un Cádiz sumido en un hervidero de ideas y debates políticos e ideológicos, de movimientos literarios y de ensoñaciones revolucionarias.
Durante la Guerra de la Independencia, Frasquita mostró su apoyo reiterado a la Corona y a Fernando VII. Esta posición, que reflejó en varios escritos, no impidió que tuviera que verse obligada a acoger en su casa a Eugéne Casimir Villatte, un conocido general francés de las tropas de Napoleón, asunto que fue bastante desagradable para su anfitriona.
El salón de Frasquita
Las Guerras Napoleónicas no impidieron el desarrollo de la Junta Liberal y de las Cortes de Cádiz. De hecho, la preciosa capital gaditana fue durante esa época un hervidero de disputas, de discursos e ideologías que pretendían renovar al absolutismo monárquico. Por sus calles, corrían los panfletos con ideas revolucionarias que comenzaban a germinar en las casas. Cádiz no solo era la salida al mundo del Mediterráneo, también fue la entrada de muchos pensamientos que harían tambalear los cimientos de un sistema de familias todopoderosas que llevaba instaurado varios siglos.
Aunque nuestra Frasquita no estaba muy de acuerdo con estos cambios. Y es que, aun siendo una seguidora de las ideas de Wollstonecraft, se inclinaba hacia posturas conservadoras y se afanaba en defender la postura absolutista de Fernando VII. Tanta era su influencia en las posturas conservadoras, que su casa se convirtió en un famoso salón literario en 1811, donde personalidades de la ciudad se reunían para mantener conversaciones y debates en torno a temas de interés.
El salón de Frasquita fue famoso por sus aires conservadores, frente al de Margarita Morla, que reunía a la grana y oro del bando liberal. Los salones literarios fueron, en su mayoría, espacios que permitieron la entrada de las mujeres a las conversaciones e influencias políticas, un mundo hasta entonces prohibido para nosotras. Constituidos a partir del siglo XVI, las mujeres que regentaban estos salones solían ser de posiciones privilegiadas o con relaciones cercanas a hombres con cierto poder, teniendo influencia en las conversaciones y debates que acontecían en sus salones y, por consiguiente, en las consecuencias y decisiones que en ellos se tomaran.
Frasquita también escribió varios artículos con connotaciones políticas, y era una defensora del romanticismo conservador del siglo XIX. Era considerada una de las figuras más importantes del movimiento en la Península.
La invisibilización de la clase obrera
En 1812 Frasquita vuelve a Alemania, donde consigue que su hija Cecilia y su marido regresen junto a ella a Cádiz. Así, el matrimonio vuelve a juntarse bajo la condición de que Juan Nicolás se hiciera católico. Tras esto, el matrimonio se instala en el Puerto de Santa María, desde donde Frasquita sigue conversando sobre literatura, filosofía y política con personajes como Friedrich Schleger o el escritor liberal Blanco White. Tradujo, por primera vez, Manfredo, de Lord Byron, y participó con sus escritos en el agitamiento social y político de principios del siglo XIX.
Frasquita Larrea fallece el 24 de agosto de 1836 en el Puerto de Santa María, dejando tras de sí una estela de trabajos literarios y correspondencia poco usual hace doscientos años, cuando aún la inmensa mayoría de las mujeres de clase trabajadora no sabía leer ni escribir. Y es que hay que recordar que, aunque fueron necesarias las mujeres cultas de clases dominantes, estas no fueron decisivas para el devenir de las mujeres obreras. Estaban demasiado atrapadas en las opresiones que vivían en los hogares y en la absoluta invisibilización de sus espacios laborales, contextos muy alejados de las vidas de mujeres como Frasquita Larrea.
Algunas referencias de la autora
- Sena Medina, G. (1980), Una romántica, Frasquita Larrea, de paso por tierras de Jaén. Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, ISSN 0561-3590, Nº. 101, 1980, 79-98
- Vela, I. (2020). Frasquita Larrea. El Gineceo de Medusa
- Ferri Coll, J.M. (2022) La culta Francisca Ruiz de Larrea (1775-1838), polemista en el debate estético y político de entresiglos. Extraido en: Cuadernos de Estudio del Siglo XVIII
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