Magdalena de la Cruz nació en 1487 en el pueblo cordobés de Aguilar de la Frontera. De origen humilde, con solo cinco años comenzó a tener visiones, como apariciones de ángeles o de Cristo clavado en la Cruz. Durante su infancia, sus poderes fueron cambiando. Dicen que oraba durante días en cuevas próximas al pueblo, donde vivía teletransportaciones y podía predecir el futuro.
Con 12 años, Magdalena de la Cruz ingresa en el convento Santa Isabel de los Ángeles de Córdoba, donde sigue teniendo apariciones y revelaciones, al mismo tiempo que predice el futuro con atino. Quizá, su momento más místico fue en una noche de la Anunciación, cuando afirmó quedar embarazada. El feto se desarrolló muy rápidamente, dando a luz el día de Navidad. Cuando el resto de monjas la encontraron, portaba mechones de cabello rubio del niño, que había desaparecido. Varias monjas la examinaron, encontrando resto de maternidad en los pechos y la virginidad intacta.
En 1500, Magdalena deja el noviciado y coge los hábitos perpetuos. Al mismo tiempo, su fama empieza a recorrer Europa, como símbolo de santidad y sanación. Carlos V la toma en estima, y Felipe II es bautizado dentro de una cesta bendecida por la monja.
Su fama y poder alcanzan su máximo apogeo cuando en 1533 es elegida abadesa de su convento. Pero al mismo tiempo que Magdalena ganaba fama, también iban apareciendo detractores que no terminaban de ver con buenos ojos aquellas visiones. Entre ellos se encontraba San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de los Jesuitas. Algunos autores afirman que el extracto humilde de Magdalena podía ser la causa de que incomodara a ciertos cargos eclesiásticos.
Los conventos, al igual que el poder estatal, estaban en manos de la clase aristocrática y terrateniente del lugar. La llegada a abadesa de una monja de orígenes humildes contradecía por completo el sistema de clases imperante en todos los rincones del reino, por lo que algo había que hacer. Podía resultar un problema grave si las jóvenes pobres seguían los pasos de esta monja.
Incómoda para la Inquisición
En 1543, Magdalena de la Cruz cae enferma. En ese momento, confiesa, según sus hermanas de convento, que había vivido rodeada de engaños y mentiras, que nunca había tenido una visión y que todo era culpa de los demonios que la poseían.
Un año después es detenida por la Inquisición acusada de herejía. Así pues, la vida de Magdalena pasa a ser un calvario. Es obligada a procesionar por Córdoba sin velo, con un cirio en sus manos, una soga al cuello y una mordaza en su boca. Aun así, las monjas del convento afirman que siguen viéndola en la capilla rezando. Dos años pasará cautiva en aquella prisión hasta que, gracias a sus influencias, se salva de una muerte segura.
Magdalena es condenada a pasar el resto de su vida en clausura, en un convento de Andújar. Allí llevará una vida de retiro en completo silencio y recogimiento, como una monja ejemplar. Se cree que murió allí por causas desconocidas en 1560.
Nunca sabremos a ciencia cierta quién fue sor Magdalena de la Cruz, si una santa con apariciones perseguida o una persona con problemas psíquicos confesa, pero lo que nos puede quedar claro es que fue una joven humilde que retó al poder eclesiástico y sus clases con sus propias herramientas y que gozó de una influencia poco frecuente para las mujeres pobres de la época.
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