Antonio Manuel: «La Toma de Granada es un anacronismo y una anomalía en cualquier Estado que se considere democrático»
Antonio Manuel Rodríguez
Antonio Manuel: «La Toma de Granada es un anacronismo y una anomalía en cualquier Estado que se considere democrático»

LolaFPalenzuela

21 enero 2021

Andalucía empezó 2021 con la celebración el 2 de enero del Día de la Toma de Granada, en la que se conmemora la conquista en 1492 del último reino de taifas por los Reyes Católicos. Este año, debido a la alerta sanitaria, se ha suspendido el acto público que se celebra en la plaza del Ayuntamiento y la procesión civil, manteniendo, eso sí, la misa en la Catedral con la asistencia de políticos y militares. 

Con estas efemérides de fondo, hemos invitado a Antonio Manuel Rodríguez a tomar un café en la mesa camilla de La Poderío, para charlar sobre esta controvertida festividad que levanta todos los años titulares a nivel nacional y sobre algunas cosas más. Si te apetece acompañarnos, pasa y siéntate.   

Te presentamos a Antonio Manuel Rodríguez . Natural del municipio cordobés de Almodóvar del Río, es doctor en Derecho y profesor de Derecho Civil de la Universidad de Córdoba. Activista, escritor, músico, siempre vinculando su trabajo y sus acciones con Andalucía, con la memoria colectiva, los derechos humanos, el ecologismo, el feminismo y la radical democracia. 

¿Qué significa para ti el día de la Toma de Granada?

La toma de Granada, su celebración, es un anacronismo y además es una anomalía en cualquier Estado que se considere democrático, porque celebrar el mito fundacional del nacimiento del nacionalcatolicismo en España, celebrar un hecho que señala al otro, que lo estigmatiza, una fecha que establece como paradigma la uniformidad cultural, la uniformidad religiosa, es algo que no tiene parangón en ningún estado europeo que yo conozca. 

«La Toma de Granada supuso la desaparición de un Estado que ya era moderno, por la llegada de la Edad Media a España».

En consecuencia, es algo que debería desaparecer. Y si eso no ocurre es porque está clavado en el tuétano ese mal que se celebra, que es el nacionalcatolicismo castellano. Hacernos creer que la modernidad es hablar una sola lengua, rezar a un solo dios, hablar de un solo color de piel, de un solo género y todo eso, no tiene nada que ver con la modernidad.

De hecho, la Toma de Granada supuso la desaparición de un Estado que ya era moderno, por la llegada de la Edad Media a España. La persecución de gitanos, la expulsión de los judíos y a partir de ese momento, la estigmatización, hasta la definitiva expulsión, de mudéjares y posteriormente moriscos. 

Sin embargo, hay gente en Granada que acude a los actos de la Toma porque manifiesta su derecho a seguir celebrando esta festividad local al ser parte de su historia.

Claro. Yo creo que ahí es donde está la clave. La Toma de Granada es un hecho histórico y el pasado es irreparable, como decía Giorgio Agamben. El problema no es que ocurra un hecho y que se tenga en cuenta para la historia, el problema es que se celebre. ¿Qué forma parte de la historia la Toma de Granada? Por supuesto. ¿Qué forma parte de mi historia la conquista de al-Ándalus? Por supuesto. Y forma parte de mi historia la conquista romana, la romanización y tartessos y las civilizaciones que han pasado por la Península. 

Pero lo que no forma parte de mi historia es la celebración del supremacismo religioso, lingüístico, cultural. Eso no forma parte de mi historia. Y, en segundo lugar, quienes dicen que es un hecho histórico, en la mayoría de los casos considera al-Ándalus un elemento extranjero a su propia historia. No tienen en cuenta que lo que verdaderamente se produjo fue una guerra civil. El final de una guerra civil. Y eso no se tiene en cuenta porque el nacionalcatolicismo castellano ha extranjerizado todo ese periodo.

«Es una fecha simbólica de una extraordinaria importancia para quienes creen que España nace en ese momento por la exterminación del distinto, por la persecución del otro».

A mí me parece fenomenal que se celebre la integración de todos estos elementos como un mosaico compuesto de muchas teselas, pero eso no es lo que ocurre en la Toma de Granada. Por eso, el día que la Toma de Granada deje de ser lo que simboliza, estaremos hablando de un hecho histórico. 

Es una fecha simbólica de una extraordinaria importancia para quienes creen que España nace en ese momento por la exterminación del distinto, por la persecución del otro. Eso es lo que está pasando en la Toma de Granada. Así que todos estos granaínos y granaínas que dicen que se les está quitando un trozo de su historia, no, nadie le está quitando un pedazo de su historia, lo que estamos diciendo es que no se celebre. 

Y también se habla siempre de “RE-conquista”, de volver a conquistar lo que se perdió y que era nuestro. 

Fíjate que la Reconquista es un término completamente novedoso, que se introduce por la Real Academia Española de la Lengua después de la Segunda República, acuñado intelectualmente a finales del siglo XIX, principios del XX. La Reconquista, como tal, no existió en nuestros libros de historia hasta hace un siglo y poco. Esto es un invento para fundamentar un nacionalismo que es el español. 

El nacionalismo español se funda, no en virtudes constitucionales, no en el principio de igualdad, no en el principio de justicia, ni en el pluralismo político, ni el de libertad, que aparece en el artículo primero de nuestra Constitución. Se funda en un mito. Es hacernos creer que España nace cuando todo el mundo habla castellano. Pues eso no es verdad. Con la conquista de Granada, las taifas del norte siguieron hablando en sus diferentes lenguas, el catalán, el gallego, el euskera. Eso no desapareció. Ni siquiera desapareció la algarabía o el árabe como lengua, hasta mucho más tarde. 

«Hemos malgastado cuarenta años de nuestra historia democrática, repitiendo todavía los mantras del nacionalcatolicismo que nos enseñaron durante el franquismo».

Es decir, todo lo que acompaña al mito de la reconquista, no es más que el pilar fundacional de un mito. De manera que lo que hay que hacer es estudiar historia, la de verdad. Fíjate que en ninguna universidad extranjera que se precie, aparece el término ‘reconquista’. Solamente ocurre en nuestras universidades y lo que es todavía más doloroso, en nuestros colegios, en nuestros institutos de secundaria. Y por profesores y profesoras, todavía hoy. 

Hemos malgastado cuarenta años de nuestra historia democrática, repitiendo todavía los mantras del nacionalcatolicismo que nos enseñaron durante el franquismo. Espero que esto desaparezca. Que simplemente por educación, por respeto, desaparezca la Toma de Granada. Y creo que eso empezará el día en que, con la misma naturalidad que vemos en televisión series sobre el Cid, Isabel la Católica o sobre el Emperador Carlos, estudiemos a Wallada, Averroes, Maimónides, o a Ibn Masarra, pero como un elemento nuestro que ha formado el mosaico cultural que es nuestra identidad hispana y andaluza. 

La fecha del 2 enero, ¿cómo se debería de celebrar en Granada?

No celebrándolo. Lo digo de corazón. Celebrar es alegrarnos de un hecho. Eso es celebrar. Y eso no ocurre en ningún estado moderno, democrático. No se celebran las masacres, no se celebran las conquistas. Por ejemplo, el Desembarco de Normandía se recuerda, se conmemora. Conmemorar es volverlo a tamizar por la razón, recordar es volverlo a tamizar por el corazón.

Eso no tiene nada que ver con la Toma de Granada, donde se celebra que estamos aniquilando una civilización, que se está extirpando de la historia de la península un elemento extraño, como si fuera un herpes. Y eso es lo que no se puede celebrar, es todo lo contrario.  

Estatuta de Mariana Pineda en la plaza de Granada que lleva su nombre.

«Celebremos Mariana Pineda, por ejemplo, la figura de una mujer que se deja la vida en defensa de las libertades públicas y la libertad de expresión».

No celebremos la Toma de Granada, celebremos Mariana Pineda, por ejemplo. La figura de una mujer que se deja la vida en defensa de las libertades públicas y la libertad de expresión, en un momento muchísimo más complejo. Mientras sigamos estudiando lo que estudiamos, la Toma de Granada seguirá siendo un anacronismo. No debería celebrarse, y eso no es incompatible con que se estudie y con que sepamos exactamente qué fue. Pero no, celebrarlo no y mucho menos con una misa. 

Ni tu ni yo, ni nuestras hijas e hijos, hemos estudiado apenas al-Ándalus. Una época de la historia de esta tierra que duró nada más y nada menos que ocho siglos.

Desde la Toma de Granada a hoy ha pasado menos tiempo que todo el periodo político y cultural que significó al-Ándalus en la Península. Hemos caído en la trampa de que ocho siglos culturales, políticos y sociales, fueron uniformes. Fíjate, desde 1900 a 1950, en apenas 50 años, España y Europa vivieron una guerra civil, dos guerras mundiales, vivieron dos dictaduras, dos monarquías, una república. En apenas 50 años. ¿Cuánto cambio político, cultural y sociológico se vivió en ocho siglos? ¿De verdad pensamos que los ocho siglos fueron uniformes? 

«Me parece muy fuerte que de los que vertebraron la irrupción del racionalismo en Occidente, judíos, musulmanes y también cristianos, no sepamos ni siquiera sus obras».

Dedicamos años a estudiar un siglo o dos siglos de nuestra historia. Pasamos trimestres estudiando sólo lo que pasó en la Ilustración.  Y, sin embargo, en una lección o en una lección y media cogemos ocho siglos, lo embutimos como en una caja de zapatos y nos creemos que durante todo ese tiempo hubo como un paréntesis, como una irregularidad en la historia de España. Que bueno, que sí, que es importante que la tengamos presente, pero que la desconocemos porque todo nos suena raro, porque está en una lengua distinta al castellano. 

De hecho, por ejemplo, estudiamos lengua castellana y literatura, pero no estudiamos las lenguas que se estudiaron o que se escribieron en la Península. A mí me parece muy fuerte que yo como estudiante no supiera quien fue Ibn Hazam, pero me parece mucho más fuerte que no estudiara el “Collar de la Paloma”. Me parece muy fuerte que de los que vertebraron la irrupción del racionalismo en Occidente, como Ibn Masarra, Maimónides, Ibn Arabí, o Averroes, es decir, judíos, musulmanes y también cristianos, no sepamos ni siquiera sus obras. 

Y todo eso no se estudia porque es una irregularidad, una anomalía, porque no lo entendemos. Y sin embargo es la misma lengua que pone nombre al Mulhacén, a la Alhambra, la misma lengua que supuso la evolución natural fonética de Garanat, que pasa a ser Garnata y al final acaba siendo Granada, pero no porque haga referencia a la fruta, si no por una evolución fonética de una palabra milenaria que se habló o que se pronunció, por judíos, musulmanes, cristianos. Es decir, no estudiar al-Ándalus es no entenderlo, es no ser capaces de mirarnos al espejo.

«Si no hubiera existido esa diversidad religiosa, cultural, no hubiera existido Tartessos, no hubiera existido la Bética, ni la Hispania bizantina, no hubiera existido al Ándalus».

Al-Ándalus no es más que el final de un proceso histórico en el que el paradigma, con todas sus anomalías, fue la diversidad. Y la Toma de Granada es el final de ese paradigma que da comienzo a otro que se basa en el exterminio del distinto, en la negación del otro. Con todas las dificultades, porque no podemos hacer presentismo, pero es cierto que la Alhambra de Granada es posible gracias, no solamente a los nazaríes sino a la influencia, por ejemplo, de Ibn Nagrela que es un judío. 

Si no hubiera existido esa diversidad religiosa, cultural, no hubieran existido tartessos, no hubiera existido la Bética, ni la Hispania bizantina. No hubiera existido al Ándalus. El final de ese paradigma es la entrega de esas llaves que se produce ese 2 de enero.

Entonces, estamos celebrando un hecho presente, no pasado. La afirmación de un paradigma que dice que ser español implica rezar de rodillas, hablar castellano y a ser posible, ser hombre, heterosexual y blanco. Y todo ese magma es lo que verdaderamente se celebra.

Y cuanto tú ves la lluvia de tweet en las redes sociales de quienes lo celebran, son precisamente quienes celebran esos mensajes racistas, homófobos, xenófobos, machistas. De manera que, estudiarlo sí, comprenderlo por supuesto, celebrarlo, en absoluto.

Antonio Manuel Rodríguez

Sorprende también que personas de países árabes estudien lo que fue al-Ándalus y que tengan más conocimientos de la cultura de ese tiempo que quienes habitamos en esta tierra.

Eso lo intento explicar en la ‘Huella Morisca’, que cuando muchos de los descendientes de sefardíes y mudéjares y después moriscos, se van al norte de África e incluso a América, es verdad que se llevan la nostalgia de al-Ándalus en formol. Y eso queda y anida en todos estos países en los que al-Ándalus es una especie de Arcadia a la que regresar.

«Con la conquista y con los fenómenos de inquisición se genera una cultura nueva de resistencia que ha permanecido hasta hoy».

Además, con un matiz que en muchas ocasiones también es muy peligroso, que es creerse que son árabes. Piensan que como también hablan en árabe, son hermanos de cultura y también son hermanos de sangre. Ojo que eso no es cierto. Boabdil era granadino, no era árabe. Maimónides era cordobés, no era árabe. Averroes era cordobés, no era árabe y Al Mutamit era sevillano y no era árabe. O sea, al-Ándalus era un fenómeno peninsular. Es un estado peninsular.

Por eso es interesante tener muy claro que no estamos hablando de fenómenos colonizadores. No es lo mismo que las colonias de fenicios y griegos en la Península, no. Al-Ándalus era un estado propio. Las riquezas de al-Ándalus fueron explotadas por andalusíes. Por eso es importante tener claro que es una verdadera guerra civil lo que se produce durante muchísimo tiempo. No estamos hablando de un estado extranjero como un tumor cancerígeno dentro de la península.

Con la conquista y con los fenómenos de inquisición se genera una cultura nueva de resistencia que ha permanecido hasta hoy. Es la cultura que yo llamo ‘morisca’, de resiliencia. Es decir, lo que somos hoy es consecuencia también del mecanismo de resistencia porque, aunque muchos se fueron, la inmensa mayoría de la población se quedó. Y eso es muy importante que lo tengamos claro. 

Cuando se toma Granada, por ejemplo, Granada tiene ciento cincuenta mil habitantes. Tiene muchísimos más habitantes que todo el Reino de León, o el Reino de Castilla. ¿De verdad pensamos que, como si cayera una bomba atómica, todo el mundo desaparece de un día para otro? ¿De verdad nos creemos que los ciento cincuenta mil granadinos, todos a la vez, embarcan y se van al norte de África? 

«La expulsión fracasó, el intento de uniformidad cultural fracasó. Y es tan verdad esto que digo, que no hablamos castellano, hablamos andaluz».

Hubo una gran mayoría de la población que se quedó por los arrabales del Albaicín, en el Sacromonte, y que resistieron y se convirtieron al catolicismo, que aprendieron el castellano manteniendo todos los sonidos que ya le habitaban en la garganta. Y eso creó una cultura nueva. Esa cultura nueva es hoy la nuestra. Es la cultura andaluza contemporánea, consecuencia de todo lo vivido con anterioridad y de todo el mecanismo de resistencia. 

Lo que somos hoy también es consecuencia de la conquista, pero no porque nos hayan eliminado, como si de repente hubiera un proceso de aniquilación masivo, como un genocidio, que de verdad existió, pero el verdadero genocidio, que es el de la memoria, ese no se consiguió. La expulsión fracasó, el intento de uniformidad cultural fracasó. Y es tan verdad esto que digo, que no hablamos castellano, hablamos andaluz. 

Que habiendo pasado todo el tiempo que ha pasado, todavía sigue existiendo el prejuicio, el estigma desde Despeñaperros hacia abajo como que no sabemos hablar todavía porque somos unos malos aprendices, porque somos unos malos estudiantes. Todo esto es consecuencia, precisamente, de esa fecha. Pero no con la lectura que nos quieren hacer creer, sino con una lectura radicalmente distinta, la de: en efecto, se produjo una conquista, en efecto se produjo un exterminio, en efecto se produjo un destierro y, a pesar de todo eso, la gente se quedó y no olvidó.

Llama también la atención el silencio impuesto sobre este periodo de nuestra historia, sobre todo si tenemos en cuenta que el desarrollo y florecimiento de la ciencia y la cultura en al-Ándalus coincidió con los siglos de oscuridad en Europa. 

El primer Renacimiento europeo tiene lugar precisamente en al-Ándalus, y tiene lugar porque se produce la confluencia de dos elementos claves. En primer lugar, el islam que llega a al-Ándalus es un islam en formación. Al-Ándalus e islam se forman a la vez. Y esto es importante para entender lo que ocurrió en aquella época. 

De la misma manera que para que el cristianismo se arme como religión precisa de un periodo evolutivo de concilios, de decisión sobre a qué escrito hay que otorgarle credibilidad, sobre qué dogma, etc, algo parecido ocurre con el islam. Y eso ocurre paralelamente a la formación de al-Ándalus. ¿Qué quiero decir con eso? Que cuando el islam llega a la Península, está digamos nutrido, como una especie de ósmosis, de elementos culturales persas, iranios, sirios, hindúes y, sobre todo, grecolatinos, especialmente grecolatinos. Fíjate que el lugar de nacimiento y todas las culturas que atraviesan pasan mezcladas por el bizantinismo.

Luego hay otro elemento clave para entender esa explosión civilizatoria, el concepto de ciudadanía que es un concepto latino y griego. Mientras que el norte y el concepto germánico, bárbaro, es el de la tribu, es decir, yo soy en la medida en que pertenezco a una tribu, el sur peninsular, el levante, por la influencia grecolatina mediterránea, entiende que la pertenencia a un estado viene por el concepto de ciudadanía. Porque yo soy ciudadano. Es radicalmente distinto. No tiene nada que ver.

«Andalucía siempre ha sido una nación de ciudades. Lo fue con la Bética, lo fue con la España bizantina y lo fue con los reinos de taifas».

Claro, esos dos conceptos, una religión que es más avanzada para la época, más un concepto político que es más avanzado para la época, permiten la coexistencia de la diversidad y permiten como tú dices, el florecimiento de la ciencia. Que paradójicamente se da, además, con los reinos de taifas. 

Nos han vendido muchas veces el mito de que los reinos de taifas son una debilidad y el centralismo es la fortaleza. Pues fíjate que no es así. Los reinos de taifas vuelven a colocarnos en nuestro verdadero estado. Andalucía siempre ha sido una nación de ciudades, un país de ciudades. Lo fue con la Bética, lo fue con la España bizantina y lo fue con los reinos de taifas, que volvió a su estado, a hacer una especie de anfictionado de pueblos. Prácticamente igual a lo que ocurrió en Italia y que dio fruto al segundo Renacimiento europeo. 

Así que, en realidad, como ves, coinciden tres elementos, el religioso, el político y la distribución territorial. Esos tres elementos son los que permitieron ese florecimiento intelectual y científico que después, somos nosotros los que lo llevamos a Europa, a través de Averroes, Maimónides, Ibn Masarra y otros intelectuales y pensadores. 

Y en este momento de la charla, nos gustaría saber qué es para ti ser andaluz.

Andalucía para mí es un paradigma. No es una condición que se adquiere por nacer en Andalucía, o porque tus padres sean andaluces. No tiene nada que ver con el concepto de estatalidad que tenemos en la mayoría de las legislaciones. Uno es andaluz porque quiere serlo, no importa donde nazca. Uno es andaluz porque entiende que hay un paradigma que se basa en el respeto a la diversidad. Y yo entiendo que ese paradigma lo encarna a la perfección la identidad andaluza, a la que además se le añade un elemento que para mí es fundamental, la resistencia.

Es decir, nosotros somos lo que somos porque hemos sabido mantener todos los sustratos culturales sin renegar a ninguno, pero tomando de los que vienen, lo mejor. A mí me parece muy revelador que todas las civilizaciones que han llegado a Andalucía, aquí, precisamente aquí, es donde han alcanzado su mayor esplendor. Y eso no obedece a la casualidad, obedece precisamente a un paradigma que es el del abrazo.

En Andalucía no existen las concertinas, lo que existe es tender la mano. Para nosotros, para un andaluz, la bandera no es algo con lo que taparte los ojos para no ver al otro, sino precisamente algo para arroparlo si tiene más frío que tú. 

«Ser distinto entre iguales e igual entre distintos. Eso para mí es ser andaluz».

Ser andaluz para mí es una identidad que obedece a la libre elección. Cuando el himno andaluz dice “Viva Andalucía libre” está diciendo que es necesaria la emancipación de cada uno de los andaluces y cada una de las andaluzas, pero porque así lo quiere, es una libre elección. En el himno aparecen valores como la paz, como la esperanza. Yo me adscribo a esa identidad. Y esa identidad es universalizadora y es universal, ambas cosas. Quiere decir que yo me reconozco ciudadano de una aldea global. 

Yo no creo en las fronteras. Un andaluz desprecia las fronteras, las rechaza por definición porque yo soy precisamente el hijo y la hija de todas esas civilizaciones que han llegado. Si pongo esa frontera, no sería lo que soy. Pero, oye, permíteme que en esta globalización que pretende hacernos a todos cada vez más iguales, para que consumamos un mayor número de productos similares, permíteme que yo defienda mi identidad cultural, pero no para ser mejor que nadie, sino para ser quien soy. Para ser distinto entre iguales e igual entre distintos. Eso para mí es ser andaluz.

De hecho, el himno andaluz es bastante atípico si lo comparamos con otros en los que existe una exaltación de la victoria, de la fuerza.  

Sí, en eso (Blas) Infante me parece que fue muy luminoso. Por ejemplo, eliminó todos los rasgos de violencia o de fuerza que pudiera tener hasta el mismo Hércules en el Escudo, tomando un elemento mitológico, que es el del antiguo escudo de Cádiz. Y en el himno, de nuevo, el elemento que aparece y se repite es el de la paz, el de la esperanza.

«Misticismo, culto al Sol, sincretismo religioso, paz, esperanza. Eso es Andalucía. Yo me reconozco en un himno así».

Además, el propio himno es sincrético, como el alma andaluza. El himno andaluz procede de una salve al niño dios. Es un canto religioso cristiano. Blas Infante que lo escucho en Archidona, volvió a escucharlo en Cantillana cuando los jornaleros iban al campo a trabajar, pero le habían quitado la letra y lo silbaban, para no utilizar un canto religioso en el auge del anarquismo en Andalucía. Es decir, anarquistas que no renunciaban a la espiritualidad sincrética andaluza. 

Ese símbolo, lo tomó Blas Infante y añadió elementos también sincréticos como por ejemplo el culto al Sol, o elementos místicos en el propio himno cuando dice, de la teosofía de la luz, “hombres de luz que a los hombres alma de hombres les dimos”. Es decir, misticismo, culto al Sol, sincretismo religioso, paz, esperanza. Eso es Andalucía. Yo me reconozco en un himno así, que en absoluto hace una apología de la violencia, ni de la lucha armada, ni de conquistas. Si no que reivindica tierra y libertad, pero lo hace desde la paz y la esperanza. 

Tú que has sido roquero, ¿cómo ves el presente de la juventud andaluza de hoy?

Yo creo que cada generación tiene su banda sonora. Y un pueblo como el nuestro, que está hecho de creación, no puede evitar crear. A mí me parece que vivimos una época muy esperanzadora. Vuelve de nuevo a sonar música que se canta en andaluz, que tiene muchísimas raíces andaluzas y además desde una vanguardia, desde una fortaleza. Y es verdad que lo que se hace en Andalucía termina contaminando al resto del Estado. 

«Hay muchísima gente joven que está reivindicando lo andaluz como un elemento identitario también de resistencia».

Cuando surge el perjuicio de la incultura de nuestros jóvenes, resulta que jamás se han cantado en la historia tantas letras como se están cantando ahora. Son canciones con unas letras enormes y con una enorme denuncia y una enorme carga social. Y como se rapea y al rapear se canta como se habla, pues se canta en andaluz. Escuchar letras de Ayax y Prok, por ejemplo, o Dellafuente, Delaossa, o de Haze o de la Mala, es una auténtica maravilla.

Hay muchísima gente joven que está reivindicando lo andaluz como un elemento identitario también de resistencia. A mí la verdad es que me hace muy feliz que eso ocurra. Porque yo que soy hijo de la Movida, heredero de una generación que se bebió la libertad que otros consiguieron. Es decir, hay una generación antes de la mía que se partió el pecho para que yo fuese libre. Y yo lo que hice, lo que me tocó como joven, fue beberme esa libertad a bocanadas, sin darme cuenta que estaba condenando al ostracismo a una generación que había luchado precisamente por eso y que la condenaba, prácticamente como un tajo de navaja, al mesozoico. Yo pertenezco a una generación que hablar de Carlos Cano, o de Triana o de Paco Ibáñez, era hablar del pasado, porque eso ya había muerto.

 Y ¿ahora qué ocurre? Pues que hay gente que está cantando sobre estos problemas sociales, porque son los mismos y están utilizando la música como arma. Así que, para mí, esta generación de creadores es muy esperanzadora en una tierra con una enorme crisis de desesperanza. 

Creo que esa es la paradoja que estamos viviendo en Andalucía. Los jóvenes andaluces, muchos de ellos, no conocen el andalucismo de hace 40 años porque tienen 20, y muchos de ellos ni siquiera conocen el 15M. Entonces, claro, no han perdido la esperanza porque no la han conocido. No encuentran lugar donde vivir de alquiler porque cuesta más de lo que ganan. Han estudiado y no tienen lugar en sus pueblos. Esa generación quiere ser andaluza y reivindica vivir aquí y que el talento se quede aquí y que las fuerzas productivas se queden en el lugar donde se han formado. Y esta gente lo hace a través de la música y me parece maravilloso. 

Ojalá seamos capaces de crear un enorme movimiento popular en torno a los Califato ¾, a los Derby Motoreta ́s… a toda la gente buena que siempre ha habido, y ojalá todo esto provoque una ebullición cultural y a la vez una ebullición política y social. 

Y ya para finalizar este cafelico, háblanos de la mujer y su relación con el flamenco y la copla.

Sin la mujer no existiría el flamenco. Y la mujer es la protagonista de la copla por definición. En la copla se refugiaron todas aquellas mujeres que en el franquismo se las denominó ‘malditas’. Las prostitutas, las amantes, las mujeres solas… ahí en la copla, vivieron la vida que se les prohibió. Y yo recuerdo con emoción a mi madre escuchar la copla porque en el fondo estaba viviendo la vida a la que ella aspiraba vivir.

«Resulta realmente emocionante que una sociedad machista, patriarcal, tuviera que respetar a la bailaora, a la cantaora, que se erigía en una diosa humana».

En el flamenco, qué te voy a contar. Si resulta que la memoria clandestina de esta alma condenada habitó en la garganta de las mujeres que se empoderaban solas en los tablaos, en las plazas, en las calles, en sus casas. Resulta realmente emocionante, al menos para mí, que una sociedad machista, patriarcal, tuviera que respetar a la bailaora, a la cantaora, que se erigía en una diosa humana, cantando o bailando. Incluso por la madrugá, y en espacios que estaban vetados a la presencia de la mujer. 

El flamenco fue también un arma de empoderamiento y de emancipación de la mujer y la copla fue el refugio de muchas de estas mujeres que retaron a la dictadura franquista que, por ejemplo en esos “Ojos Verdes” que deberían ser declarados patrimonio inmaterial de la humanidad. Cuando arranca diciendo: – Apoyá en el quicio de la mancebía.

Esa declaración de principio y esa evocación tan lorquiana, esa fusión en una obra mayúscula, en una sinfonía, en una ópera de apenas cuatro minutos, es algo sin parangón. Y eso es propio de la copla andaluza y es propio del flamenco. Sin la mujer, créeme, no existiría el flamenco.

La Plataforma Granada Abierta convoca todos los años, desde 1995, un acto alterativo al día de la Toma de Granada del 2 de enero. Este año también se ha dejado escuchar y leer el lema de su reivindicación, “Toma NO, Mariana Sí”.

Desde Granada Abierta se denuncia la celebración de la Toma y se exige al gobierno municipal que le ponga fin “por ser una fiesta sectaria, anacrónica y excluyente, que mantiene la manipulación histórica, tiene un efecto llamada sobre la extrema derecha, racista y xenófoba, y supone un riesgo para la convivencia democrática”. Granada Abierta reivindica que esta fiesta local se cambie por el día de Mariana Pineda, retomando así este día de fiesta que ya se celebraba en tiempos de la segunda República.

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LolaFPalenzuela

LolaFPalenzuela

Obrera de la palabra, que ama las causas justas aunque sean difíciles y a veces perdidas, y que sabe que el arma más poderosa de transformación social es la palabra pensada, escrita, hablada, compartida. Creo en el periodismo comprometido y riguroso y abomino de la manipulación en todas sus formas y contextos.

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