Nos quisieron relegar a la otredad; nos dejaron habitar la periferia; nos pusieron la etiqueta de minoría. En cambio somos, con mayúsculas, y latimos fuertemente al compás de una vida que celebra la diversidad, la belleza de los márgenes.
Es tiempo de noches a la fresquita, de salir a la puerta y juntar tu silla con la de las otras vecinas, mientras se va haciendo un corrillo espontáneo, que se va ampliando conforme van llegando las demás. Como muchas de nosotras vivimos ahora en la ciudad, este es un recuerdo de nuestro yo de niñas, cuando comíamos pipas y polo flashes y observábamos a las adultas charlar sobre cualquier asunto de actualidad en el pueblo, en uno de los descansos de juegos con los demás muchachicos de nuestra edad. Este es un texto que reivindica el barrio y la comunidad; los cuidados de las vecinas en forma de tupper de puchero o de reparto de verduras del huerto; pero también es un editorial que quiere rendir homenaje a la belleza de las personas que habitan los márgenes.
Es una de estas reuniones con Radio Olé de fondo (que también podría ser Candil Radio o Radio Armilla, depende de donde seas tú) y el olor del jazminero y del galán de noche en todo su esplendor. Algún que otro mosquito también ronda, pero nos protege una barrera colorida y aromática de citronela, albaca, geranios y lavanda. El tema principal de la velada esta noche es la Rosario, la vecina solterona que da de comer a los gatos. -Es que tiene el rincón de la Amalia infestado de roña- protesta María. – Pero los tiene lustrosos y no se meten con nadie los angelicos-, responde Luisa.
Chascarrillos
En estas tertulias siempre hay espacio para el chascarrillo, pero también para el coloquio y la expresión de las distintas posturas. Además de la Rosario, hay conversaciones sobre otras mujeres y hombres que parece que son asunto público del pueblo. La Lola, la nieta del Trancas, a la que le han hecho ya un bombo con 17 años. La Pili, la hija del Facundo, que ya pinta canas y todavía no se le conoce varón, pero se viste con mucho pantalón y se la ha visto en el pueblo de al lado con compañías femeninas de dudosa reputación. Y la Gertru, muy buena niña, pero que desde que se casó ya va a hacer diez años y ni asomo de una barriguita que pronostique aumento de familia. Aunque la que sí tiene familia ya es la Loli y parece que a la pequeña le gusta más eso de jugar al fútbol que a las muñecas.
Y en esos paisajes de nuestra infancia también estaba Pepe, el que murió de SIDA; Catalina la del pan, que se había quedado viuda y le gustaba más de la cuenta el pirriaque. Candela, la vecina que ‘es que no parece gitana porque es muy trabajadora’. Zaida, la que “es morilla”, pero muy honesta la mujer’. Aurelio, muy apañaico y apuesto, pero que pierde más aceite que un tractor escacharrao. En todas estos corrillos siempre había una Amalia que tiraba la piedra y escondía la mano; y una Luisa, que intercedía por estas personas como defensora de las causas perdidas. – ¿Y a ti qué más te dará lo que haga o deje de hacer fulanita o menganito? ¡Déjate de corrincheos y céntrate en tu vida!-, como colofón final.
El barrio también es nuestro
Hoy queremos reivindicar la belleza de esas personas que habitaron, habitan y habitarán los márgenes. Este texto es para la marimacho, para el sarasa, para la solterona, para la loca de los gatos, para la que se quedó vistiendo hábitos, para a la que al final se le pasó el arroz, para el travesti, para la mariliendres, para la buscona, para la larga de miras y corta de falda… y también es para Samuel Luiz y todos aquellos a los que le arrebataron la vida de forma cobarde y sin avisar solo por su orientación sexual; para Ana Orantes y todas las que, pese a haber denunciado el peligro que corrían en su propia casa por la violencia machista, hoy no están aquí; para Paco Bezerra y otras creadoras como él, que son valientes y defienden la cultura para repensar, cuestionarse, denunciar y transformar, a riesgo de que ya no las vuelvan a llamar para trabajar; para Sonia Rescalvo, Ekai Lersundi y a todas las personas trans a las que no se les permite ser…
“Queremos reivindicar la belleza de esas personas desterradas a la otredad, a esas supuestas minorías, que siempre son las últimas en la legislación de leyes que defiendan su derechos”.
En recuerdo de todas las vidas arrebatadas, víctimas de delitos de odio. De las que soñaron con espacios seguros donde poder ser ellas mismas. Para las que siempre fueron, son y serán valientes para interceder y defender. ¡Qué falta nos hacen en estos momentos estas personas que no se callan, que no se quedan tibias frente a los incendiarios señalamientos de odio!
Hoy queremos reivindicar la belleza de esas personas desterradas a la otredad, a esas supuestas minorías, que siempre son las últimas en la legislación de leyes que defiendan su derechos. Somos las mujeres, las personas racializadas, las migradas, las lesbianas, las bisexuales, los homosexuales, les transexuales, les género fluido, les no binaries, las creadoras, las precarias, las animalistas y antiespecistas, las que ponen cada día el cuerpo para sobrevivir a este capitalismo salvaje.
«Somos nosotras mismas y que ahora conformamos nuestro propio barrio, nuestra propia comunidad».
Y, sobre todo, gracias al feminismo, que después de muchos años de estas infancias, nos ha permitido transformar esas miradas de señalamiento en perfiles de personas diversas, que son nuestras amigas, que somos nosotras mismas y que ahora conformamos nuestro propio barrio, nuestra propia comunidad. Somos la comunidad diversa y orgullosa que te rodea, la que reivindica su vulnerabilidad como una fortaleza, la que es más resistente que una piedra de Chipiona.
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