“La diversidad cultural andaluza nos permite hablar de muchos feminismos”
“La diversidad cultural andaluza nos permite hablar de muchos feminismos”

Lucía Muñoz Lucena

13 julio 2023

Leer, escuchar, pensar en lo que dice Remedios Zafra (Zuheros, Córdoba, 1973) es sacarle los colores a tu vida. Cada palabra que sale de la sabiduría de esta científica titular del Instituto de Filosofía del CSIC atraviesa nuestros quehaceres, nuestras rutinas, nuestros bucles y nuestros entusiasmos.

Remedios Zafra es clave y poderío para construir, a la vez que deconstruir reflexiones y dinámicas en un siglo donde todo, o al menos a mí me lo parece, va tan deprisa. Sus libros han ganado premios, han sido leídos vorazmente y también criticados. No le importa molestar, todo lo contrario. Su objetivo es perturbar, cuestionar. Y vaya si lo hace. Eso sí, siempre con los feminismos por delante.

Cada 8 de marzo decimos que si las mujeres paramos se para el mundo. ¿Cuándo empezamos a tirar del mundo arrastrando el cuerpo?

El trabajo de las mujeres ha tirado siempre del mundo y de la vida como esa fuerza inadvertida porque siempre está y siempre se espera. Creo que en pocas ocasiones las mujeres han tenido tiempo para arrastrar el cuerpo si tenían que cuidar y atender a otros. Dejarse caer es algo que no puede permitirse todo el mundo. Y las mujeres bajo la presión educada que ensancha sus espaldas vienen curtidas en esos trabajos que no tienen horarios y que exigen una energía psíquica constante.

Sin embargo, el gran cambio feminista acontecido en las últimas décadas que nos ha permitido a muchas mujeres trabajar fuera no ha sido paralelo a que los hombres hayan entrado dentro. Sigue siendo uno de los grandes problemas de la igualdad, mientras que las mujeres asumen el trabajo fuera y dentro de casa, la mayoría de los hombres siguen sin conciliar. Creo que el nuevo giro feminista les interpela necesariamente a ellos y a una necesaria solidaridad no para “ayudar”, sino para “compartir” los cuidados y el trabajo doméstico. Cuando esto no ocurre, la culpa de las mujeres aumenta y su agotamiento también, pues ese “alguien lo tiene que hacer” parece tenerlas a ellas como respuesta, injusta, injustísimamente.

¿Qué hacemos con la culpa? ¿cómo nos atraviesa, cómo nos la quitamos?

“Las mujeres han sido capaces de desarrollar una cultura de los cuidados frente a la cultura bélica”. 

La culpa, ay. Es complejo el asunto pues mentimos si la damos por superada. Pero quizá, sí hay maneras de vivir con ella y aplacarla. Pienso, por ejemplo, en cómo las mujeres han sido capaces de desarrollar una cultura de los cuidados frente a la cultura bélica. Y esa cultura de los cuidados, que es también un lenguaje, nos habla de cómo convivir con lo que perturba y nos duele, porque bien sabemos las mujeres que hay enfermedades y preocupaciones que no pueden disiparse mágicamente, pero  la ciencia y los cuidados nos ayudan a convivir con ello y a ayudar a otras personas a hacerlo. Quizá, en este aprendizaje donde esperamos ansiosas a los hombres, compartir ese dolor es más humano y más justo.

En el Entusiasmo hablas del trabajo creativo, pero sin darte cuenta, es un libro que nos atraviesa a muchas ¿somos las mujeres unas, o más, entusiastas? ¿Cómo envuelve el entusiasmo a las mujeres?

Apuntas bien, pues el entusiasmo del que hablo en ese libro alude a una pasión educada que antepone el gusto por un hacer que muchos llamaríamos trabajo frente a su pago, es decir, a la compensación de quien hace algo y se siente recompensado con capital simbólico. Si en las mujeres por mucho tiempo ha sido el capital afectivo que les recordaba que eran “buenas madres” o “buenas hijas”, en el trabajo es ese capital simbólico de la visibilidad que alienta seguir autoexplotándote o manteniendo una situación de precariedad. La suficiencia de este tipo de pagos beneficia a quien se lucra descaradamente del trabajo gratuito de esos y esas entusiastas.

¿Dónde está el límite de lo que nosotras elegimos y lo que realmente hacemos?

La presión de hacer lo que de nosotras se espera es lo que se empuja socialmente, lo que tenemos interiorizado y nos sale sin esfuerzo. Romper esa inercia no es fácil y tiene que ver con los procesos de autoconciencia en que nos extrañamos ante una herencia de desigualdad y nos preguntamos: “¿por qué? ¿cómo puedo romper ese destino que se presupone en una mujer respecto a la maternidad, los cuidados, los estudios, los afectos, los trabajos que hacemos…?” Es ese desvío que frena la inercia de repetirnos el que nos permitiría elegir, pensar y hacer por nosotras mismas. Es el reto de toda vida emancipada. 

Hablamos de la precariedad del trabajo, pero ¿deberíamos hablar de la precariedad del tiempo?

Creo que son distintas formas de hablar de lo mismo pues el trabajo precario como forma de explotación se basa justamente en la apropiación del tiempo. Y este, ciertamente, es uno de los grandes asuntos: ¿quién tiene poder sobre su propio tiempo? Porque diría que en ese control (o no) es donde se negocian los grados de libertad de las personas.

Remedios, ¿vivimos en un bucle invisible o normalizado?

“Los bucles invisibles tienen que ver con esas repeticiones que asientan lo simbólico y lo que se espera de las personas, es decir,  normalizan una forma de vivir y de comportarnos”.

La vida social está construida de acuerdos y convenios que tienden a repetirse y que van creando estructura. Los bucles invisibles tienen que ver con esas repeticiones que asientan lo simbólico y lo que se espera de las personas, es decir,  normalizan una forma de vivir y de comportarnos. Pero, también, la vida social se caracteriza porque en tanto estos acuerdos son “convenidos” y por tanto creados, son modificables. En esa artificialidad radica la clave del cambio social y de los progresos y logros sociales que como humanos hemos logrado. 

No obstante, cada época facilita o entorpece estos cambios y, curiosamente, una época tan tecnologizada como la nuestra es también una época que pone en riesgo muchos cambios hacia una sociedad más justa e igualitaria a través de estructuras económicas y de poder infiltradas en la tecnología y en nuestras dinámicas laborales que privilegian los beneficios económicos de unos pocos bajo el espejismo de que avanzamos. ¿Avanzamos de qué manera? ¿Quiénes aumentan sus ganancias y quienes siguen igual? ¿Quiénes ven cuestionados sus derechos y son desanimadas o intimidadas bajo el acoso y la presión brutal que muchas feministas sufren en redes sociales?

¿Cómo podemos romper con la inercia del bucle sin estar fuera?

Es muy interesante esto que comentas pues efectivamente parar un bucle requiere o una fuerza externa, que esperamos de la conciencia política y de los poderes públicos capaces de sobreponerse al poder económico patriarcal, pero también puede pararse si se ejerce una fuerza interior.

“La “conciencia” para frenar y ejercer un desvío, frenar y entorpecer los bucles de los otros y poder compartir y contagiar lo que nos oprime”.

Parece poca cosa, pero es grande el poder que tiene la “conciencia” para frenar y ejercer un desvío, frenar y entorpecer los bucles de los otros y poder compartir y contagiar lo que nos oprime. En el feminismo ha habido varios ejemplos cuando, de pronto, la experiencia de una intimidad opresiva pero educada en ser callada es compartida con una amiga, y el gesto se va repitiendo hasta convertirse en algo público y político como los más recientes movimientos de sororidad en las redes.

Pienso en los bucles invisible donde siempre se nos ha metido a Andalucía y a las mujeres andaluzas. La primera, como la fiesta y la siesta; las segundas, como las amas de llaves, las catetas. ¿Cómo juegan los estereotipos con nuestro ser y estar, así cómo con nuestro entusiasmo?

Hay muchos tipos de estereotipos y los hay que nos ayudan a vivir en sociedad, pero estos a los que te refieres son estereotipos dañinos que favorecen la desigualdad y que alientan visiones negativas relacionadas con determinadas identidades. Son estereotipos que nos empujan a compartimentos estancos, donde se nos anima a responder a la expectativa que otros tienen de nosotros.

Creo que la realidad identitaria actual habla de pluralidad y mezcla, y suaviza o anula muchos de esos clichés. A mí me parece que las identidades culturales que tanto aprietan como arropan no son estáticas y deben permitirnos su resignificación, pero también movernos con libertad en ellas.

¿Es el feminismo andaluz una forma de romper este bucle?

«Todo feminismo se rebela frente a esos compartimentos estancos que buscan sentenciarnos a repetir formas de desigualdad«.

El feminismo es una forma de romper el bucle, porque todo feminismo se rebela frente a esos compartimentos estancos que buscan sentenciarnos a repetir formas de desigualdad. En ese sentido, el feminismo es creativo y no desestima la imaginación para experimentar formas y alianzas que nos ayuden en esa mejora de mundo que, sin duda, implica un mundo más igualitario.

En ese sentido creo que esto lo hacen todos los feminismos y también ese que denominas andaluz y que a mí me parece muy plural.

Como pensadora, filósofa y vecina nacida en Andalucía, ¿qué opinas del feminismo andaluz?

Creo que la riqueza y diversidad cultural andaluza nos permite hablar de muchos feminismos, al menos tantos como grupos y enfoques orientados a una realidad concreta que nos permita mejorar la vida de las mujeres. En Andalucía, el feminismo rural, el cultural, el laboral nos permite trabajar en contextos con problemas situados, sumados a las luchas que hermanan a todas las personas feministas aquí y allí.

¿Estamos muy cansadas? 

«Los logros son posibles porque muchas que nos antecedieron hicieron cosas increíbles que hoy nos hacen más iguales».

Muchas lo estamos, pero existe el sueño, el descanso, el paseo, el disfrute… Todo lo que permite tomar aliento, cerrar párpados y retomar el hacer feminista. Tú y yo, y la mayoría sabemos que el feminismo es también una carrera de fondo, día a día. Los logros son posibles porque muchas que nos antecedieron hicieron cosas increíbles que hoy nos hacen más iguales. Su ejemplo sigue siendo inspirador.

¿Dónde queda el placer?

Hay placer en el feminismo. Lo hay en las risas, en la hermandad, en la celebración, en sentirnos y ser dueñas de nuestros cuerpos, en la fuerza de querer mejorar la vida de las personas. De hecho, me parece que gran parte de nuestros placeres de ahora son retos y logros feministas de las mujeres que antes han luchado por nuestros derechos. Nosotras más que nadie debemos ser conscientes de ese valor.

Lucía Muñoz Lucena

Lucía Muñoz Lucena

Impulsiva, quejica, cabezona. Mu de mi casa. Me gustan las lentejas, y si no las dejas. Feminista y periodista que va por ahí con una cámara hablando de lo que la Ley Mordaza no quiere que contemos.

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