Se presenta una mañana de terror en el centro histórico de la capital de la Costa del Sol. Hordas de guiris turistificantes comienzan a llenar las calles de un espacio al que le han extirpado la identidad a favor de colocar franquicias en cada esquina. La calle Alcazabilla le quedan dos telediarios y un Cine Albéniz para terminar de convertirse en un no lugar. El Festival de Cine Fantástico de la UMA celebró allí su 31 edición y trae como jurado a Steven Bruttler, la actriz Yara Pilarts y a nuestras dos entrevistadas, Las Bloody Girls.
Después de encontrarnos, vamos al acecho de la bebida que nos mantendrá hidratadas durante las dos horas que dura la conversación. Tres bares de una Málaga que sufre en carne viva la mutación en fase avanzada del virus de la esclavitud del sector servicios están montando aún sus terrazas. No hay mucha masa humana prodigándose entre bares colonizadores del espacio común y podemos llegar, sanas y salvas, a una calle del centro histórico que ha conseguido mantener parte de la intimidad en la que mucha gente se reencuentra con la ciudad que nos han arrebatado. Una ciudad para sus vecinas. Eso sí que es una fantasía.
Porque, ¿qué puede ser más terrorífico? ¿Hereditary o las comedias de navidad? ¿Nuestra parte de noche o no tener tiempo para leer a Mariana Enríquez? ¿Querer escribir en profundidad sobre un tema y no encontrar el hueco para hacerlo o no encontrar medio que lo pague? ¿Quizás da más miedo una ciudad gentrificada hasta la extenuación donde encontrar un sitio para charlar es más difícil que escapar de un virus letal que asolará a la humanidad de aquí a 2030?
Con todas ustedes: Las Bloody Girls
Están encantadas con el Fancine, también exhaustas. Llegaron el día de la inauguración y les ha dado tiempo a coger algo del pulso de la ciudad y de las proyecciones que ofrece el festival. Así que comenzamos hablando de lo que han visto hasta ahora, del universo Sitges y de cómo el Festival de Cine Fantástico de la Universidad de Málaga sigue ahí, tres décadas después, haciendo gala de la importancia de mantener espacios donde el cine sea una fiesta accesible a todos los públicos y bolsillos, y donde poder sentarse a ver algo que posiblemente no tenga cabida en los circuitos comerciales al uso. Menos alfombra roja y más chicha de la buena.
Dicen que están donde las dejan, además de en sus redes sociales. Los extremos peninsulares se tocan para hablar de mujeres, feminismos y cine de género. Al ser solo dos prefieren no hablar de colectivo. Más bien se definen como un proyecto cultural que analiza y divulga la representación de las mujeres en el terror en diferentes formatos.
Actualmente tienen una sección mensual en el programa Tardeo de Radio Primaverasound y escriben donde las dejan. “Antes colaborábamos con Canino, pero se acabó esa revista y desde entonces hemos hecho alguna cosa más, damos charlas o venimos a festivales. Cuando comenzamos pensaba [Elena] que solo quería escribir en Canino, era un sueño. Y al mes de comenzar con Las Bloody nos contactaron por Twitter. No nos dio tiempo a escribir mucho. Básicamente quería hacer mis pajas mentales en grande, porque me obsesiono con temas y con asociaciones entre películas. Leía esa revista y me gusta bastante el formato de ensayo donde se puede hablar en una dimensión que tiene que ver con la vida de las películas, de lo que te dicen de la sociedad del momento o de cómo un tema transversal de distintas épocas se trata de forma diferente. O sea, no hacer puramente una crítica, sino más de análisis”, afirman. Las Bloody Girls son Aida Méndez García y Elena Alban Lombao.
Más vale tarde que nunca
Nacen de la afición pura, de cómo el interés por películas como The Lovewitch de Anna Biller o Revenge de Coralie Fargeat, junto a una nueva ola en esto del terror, comienza a obsesionarlas aunque llegasen al género tarde. Nada de invertir horas de la adolescencia buscando películas de este tipo en videoclubs. “Era metalera pero cine de terror, nada. Hay pelis que tardé mucho en verlas, como Al interior. Me daba muchísima angustia, la cosa de la mujer embarazada o que al final siempre fuese ella la víctima. Tenía más aprensión. Empezamos tarde, no hemos sido como esta gente que en la adolescencia está consumiendo comics o este tipo de cosas muchísimo”, indica Elena.
Aida tenía tanto rechazo a este tipo de películas que fue una sorpresa ver cómo, de repente, pudo encontrar en el terror tantas cosas que le interesaban. “Fue un amigo con el que compartía piso quien me lo advirtió. Me dijo que no me estaba dando cuenta de que el terror era mi género favorito y no lo estaba viendo porque era tonta. Mi nivel pasaba por no ver ni La naranja mecánica. Y cuando me di cuenta me puse a ver todo a saco. A mí todo lo que sean rollos de casa encantada y los trajecicos, las pelis de época, los niños, me encantan. Me pegué un atracón de miedo. No había visto ni cosas tan clásicas como El exorcista”. Eso sí: sigue pasando muchísimo miedo si ve algo demasiado salvaje y luego duerme con la luz encendida.
La dictadura de la actualidad: ¿críticas o analíticas?
En una época donde la opinión es ley y hay una ultraespecialización en casi cualquier tema, Las Bloody Girls vienen a poner sobre la mesa recomendaciones y análisis fílmicos con el tiento que les va dejando el tiempo del que disponen. Extenderse en un tema, profundizar en cuestiones muy concretas requiere tiempo físico y material y ellas viven en carne propia su falta. No solo para escribir analizando una película, también como espectadoras y lectoras.
A veces no llegan a nada y cuando lo hacen, como sucedió con Titane, estaba todo “criticadísimo”, tanto y a tal nivel que puede llegar a aburrirlas. Así que con el revuelo de la película de Julia Ducournau decidieron poner solo una entrada en su Tmblr explicando brevemente que le gustó mucho y fin de la historia. Hay veces que entre tanto ruido resulta complejo concluir con un análisis original. Si es que te quedan ganas para hacerlo.
“Canino fue posible porque tenían flexibilidad, dejaban que yo pusiera sobre la mesa un tema que en realidad llevábamos pensando un montón de tiempo. Pero, claro, es muy difícil encontrar un medio que te permita eso, porque entiendo que por su manera de funcionar necesitan una cierta regularidad y una cierta actualidad”, explica Elena, volviendo a recordar el paso de Las Bloody Girls por la ya extinta revista.
Participar de esa dinámica de publicaciones sin faltar a las exigencias de la actualidad puede ser demoníaco: “Al final es entrar en una rueda donde toda la gente que escribe sobre una película lo hace porque ha ido al pase de prensa del martes y yo no puedo. O puedo a lo mejor una vez, pero tengo que trabajar y mil movidas más, así que no podemos estar en ese nivel de actualidad absoluta”.
Después del verano, les ofrecieron escribir regularmente en un espacio donde la imagen visual fuera la propia, rojo y negros por doquier, escribiendo una pieza al mes, algo que consideran más viable por las cuestiones que ya han explicado. A veces sienten rechazo cuando sobre algo se escriben páginas y páginas de tinta, física o virtual. Tampoco quieren hacer más de lo mismo y, sobre todo, escribir algo que no les interesa o que no tiene “nada de las Bloody”, más allá de que ellas misma disfruten mucho viendo una película concreta.
“Hay series de Netflix que, aún siendo de terror, ya tienen críticas los viernes porque les han dado la posibilidad [a la crítica] de acceder a ellas antes, las han podido ver y las han analizado. A nosotras sí nos las pueden dar. Si hay algo que nos interesa mucho a veces nos lo dan, a veces a veces no, pero nunca hemos creado ese rollo de la actualidad absoluta, que es lo que va unido a la crítica, porque muchas veces no vamos a poder”, resaltan.
No están cómodas en el papel de críticas. En su casa pueden dar todas las opiniones del mundo, pero no sienten atracción en sentar cátedra porque les resulta más interesante investigar y conectar distintos temas entre diferentes disciplinas. “Todo tipo de manifestación artística emana de una sociedad y revierte en ella; ese ciclo es el que nos interesa y la aproximación que más nos gusta”.
Afirman que entrar o no en una película tiene que ver, a veces, con la contemporaneidad absoluta de la narración y la experiencia de la persona espectadora. Por eso el papel del crítico debe ir más allá del sí me gusta o no y encontrar los huecos a través de los que el público pueda colarse y posibilitar exista un vínculo con narración audiovisual.
“Se pueden reconocer los méritos, que estén bien hechas, aunque a ti personalmente no te gusten o no sean las que yo elijo para irme a dormir, que me pongo terror malo. Me parece muy difícil hacer ese ejercicio en el que te separas de lo que dices y por eso me parece muy angustiante la cosa de la crítica. Es una responsabilidad y a nosotras nos gusta ver las cosas en un contexto respecto a un tema. No estamos diciendo que sea mejor ni peor y en nuestros planteamientos en algún momento existan valoraciones personales un poco inevitables, pero no es la voluntad de Las Bloody Girls”, matizan.
Hay algo que tienen muy claro y es que en un mundo donde la información y la formación en nichos muy concretos puede llegar a profundidades abismales ellas apuestan por tratar las temáticas abordándolas desde diferentes perspectivas, como puede ser fílmica y la literaria. Como cuando hablan de satanismo en su charla La mujer y el demonio, una conferencia que también se pudo disfrutar en el Contenedor Cultural de la UMA.
Son conscientes de que, quizás, entre el público pueda haber alguien con más conocimiento sobre Anton LaVey que ellas “porque nosotras estudiamos para esta charla en concreto. La cuestión aquí es abstraerte. La especialización pasa también cosas por alto, como poner en conexión el tema de la paternidad entre Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez y Titane. Si solo hablásemos de cine o solo de literatura, no se podría hacer esa unión”, especifican Lombao y Méndez.
“El terror permite que aunque sea una peli de mierda, te lo pases bien”
Las Bloody Girls afirman que «el terror es como picante en la comida mexicana». Es vivir una experiencia vicaria en la que tienes miedo aún sabiendo que tampoco aparecerá Freddy Krueger detrás de la puerta o hará de ti un batido de sangre fresca mientras duermes. Para ellas, sus comedias son las películas de terror churretosas. “Veo comedias negras aunque la comedia es un género que no me gusta. Y si son malas las odio muchísimo”, declara Elena.
Sin embargo, las malas de terror les sugiere cierta aventura: “pienso en quién se va a morir o cómo se desarrollará todo. Es un género bastante codificado y hay ciertas estructuras que ya te sabes, así que ya estás esperando algo. Puedes tomar cierta distancia, es algo gustosito. Otra gente se pone comedias y yo me pongo eso. El terror permite que aunque sea una peli de mierda, te lo pases bien”.
“Hay directores ahora mismo haciendo terror con una aproximación bastante más femenina a temas mucho más reales que la típica scream queen. En el terror, desde siempre, la mujer ha sido muy protagonista, aunque de forma un poco perversa: es la protagonista, sí, pero porque el terror absoluto, la violencia absoluta o la cosa va de la sexploitation sobre la mujer, claro. Así es que es una protagonista aunque un poco de mierda”, termina explicando Aida entre risas.
Aunque hay una explosión alrededor del terror, tanto en el audiovisual como en otras disciplinas, no destacan en este momento la producción audiovisual con firma de mujer en las obras de género aquí y ahora, a pesar de la trayectoria. “Plaza, Balagueró, son justo la generación anterior, no son de hace tanto tiempo y siguen haciendo películas de terror. Cuando se hizo el homenaje a Ibáñez Serrador saltó la polémica. Fue postmetoo y no apareció ninguna chica. La queja iba porque no había mujeres, y yo entiendo que no las haya porque no hay ninguna que tenga una peli tan relevante como puede ser la de Paco Plaza. No se tienen que poner solo por agenda. Chicas del terror no hay muchas aquí, pero hay muchas mujeres que llevan años haciendo cortos y no se les ha dado ninguna oportunidad desde las productoras, no se tienen en cuenta y no se las conoce”, cuentan. Por eso, desde sus redes han lanzado una llamada de atención para conocer a todas esas creadoras del terror.
Destacan que, entre la gente joven, esto tendrá otro recorrido. Hay una traslación mayor del discurso y muchas de las cosas que forman parte de la deconstrucción (palabra que no les agrada demasiado) de una generación, ya están absorbidas por una juventud que, más allá del feminismo, entiende la racialidad, la clase o la diversidad sexual de otra forma. “Esta gente no necesita deconstruirse porque ya se han construido de otra manera, no tienen que hacer ese proceso y su forma de relacionarse y pensar en el otro es distinta”, afirman. Por eso hay directores que ya están creando sobre lo que están viviendo en este momento y, en consecuencia, tenemos relatos como los de San Levinsson de Euphoria y Assassination Nation.
Convencidas de que todo esto es el resultado de haber problematizado conflictos que nos interpelan y haberlos puesto sobre la mesa, existe, incluso, una generación algo mayor que ya anda preocupada por incluir otras perspectivas. Porque son conscientes de que, además, les pueden llover palos por todas partes.
Feminismo y terror
Sobre lo que puede aportar el feminismo a este género lo tienen claro: que se haga terror incorporando nuestro punto de vista. Destacan el papel que juega la maternidad dentro de estas producciones y de cómo directores como Ari Aster ya plantean muchos más matices cuando construyen los personajes femeninos que aparecen en sus relatos. Dentro de las individualidades que se puedan plasmar en cada obra, el body horror guarda en muchos casos relación con la violencia de género, la maternidad, o nuestra relación con nuestro físico.
Aida nos explica que, por ejemplo, en el caso de la absoluta obsesión que las mujeres mantenemos con nuestro cuerpo tiene que ver con cómo se traslada este planteamiento a la ficción y al terror, donde el cuerpo a veces se puede convertir en nuestro peor enemigo. O cómo determinados roles que se nos han asignado culturalmente pueden contar la historia de otra forma y sentir que es un poco (o un mucho) nosotras.
Para muestra un botón. I care a lot de Jonathan Blakesin, ha sido premiada con el Globo de Oro a la mejor actriz en 2021 por la interpretación de Rosamund Pike. En el tráiler doblado al castellano podemos escuchar cómo arranca con un “Mi nombre es Marla Grayson y solo vivo para cuidar”. Las Bloody Girls explican cómo la protagonista es una mujer que se beneficia, sin pudor ni escrúpulos, de multitud de ancianos. En una escena donde Marla manipula la jeringuilla con la que los duerme, se puede ver cómo utiliza delicadamente el material, dejándolo todo bien tapado y organizado. “Ella es una estafadora pero cuando la vemos hacer este tipo de cosas pensamos que es como cuando estoy yo en mi trabajo y ando pensando en lo que vamos a cenar esta noche”. Apuntan que tiene que ver con cómo se relata una experiencia no tanto de forma individual y sí desde una perspectiva transversal, donde se hable de una feminidad construida a través de la educación y la cultura.
Ahora las sádicas queremos ser nosotras
Algo que las obsesiona, sobre todo a Lombao, es el poco sadismo femenino que hay en el cine de género. El gore implica necesariamente que exista lo sádico, pero ¿existe en esta forma de terror una lectura cómica que nosotras no llegamos a ver? Parece que todo ha circulado siempre en la misma dirección: la de que sea el cuerpo de la mujer el espacio receptor de esas violencias que a nosotras se nos atragantan y a ellos puede provocarles risa. “Todas esas películas las hacen señores, ellos las ven y se pueden hasta reír. Podemos probar entonces a hacer el relato desde cómo lo decodifico yo, poniendo en la palestra esa voz femenina abstracta”, dicen. “Porque esto que a ellos les hace tanta gracia a nosotras nos trolea la cabeza. Son riesgos nada ajenos para nosotras, los sufrimos y los vivimos en el día a día y a veces está representado desde otro lugar, el de los hombres”.
¿Por qué no coger los mandos, tomar las cámaras, escribir las historias y que los torturados sean ellos, aplastando así las narrativas masculinas tradicionales que han violentado cinematográficamente los cuerpos de las mujeres? “O torturarlos de otra forma”, matiza Méndez.
“En Una joven prometedora de Emerald Fennell, que no es exactamente una película de rape and revenge, la violación, por ejemplo, no se ve. Solo estás viendo la cara de ella reaccionando a esa violación, no la estás viendo como en todas las películas anteriores de rape and revenge hecha por tíos y para tíos donde se pueden hasta reír. Esta historia la está dirigiendo una tía y se ve que eso le duele. Te va a contar la misma historia pero no te la enseña porque la directora sabe que no hace falta, la espectadora ya sabes lo que es”.
Entender cómo alguien puede disfrutar viendo estas escenas sigue siendo un reto. Y no han conseguido llegar a ese punto de comprensión, pero lo intentan mientras son conscientes de que hay cierta dimensión en la construcción de lo femenino donde la violencia nos ha sido negada a la hora de protagonizarla y hacerla nuestra. Encontrar la capacidad de agresión en la ficción para hacer uso de ella y que deje de ser un lugar exclusivamente de hombres.
“No porque necesariamente quieras ver a una asesina en serie, pero sí tener la posibilidad de verlas, de estar a favor de ellas, de sus acciones y de que te de igual que la gente muera, una experiencia que sí podemos defender porque es una catarsis a través del arte, ya sabemos que no son asesinas de verdad. Todo eso me parece que nosotras también tenemos que poder hacerlo”, comenta Elena, que pronto se comiencen a materializar este tipo de relatos donde la violencia no se quede en el territorio de las masculinidades hegemónicas.
Malas no: malísimas
El cine que atrae a Las Bloody Girls nos puede brindar una forma retorcida y oscura donde poder equipararnos al otro y encontrarnos con él. El terror posee un componente de violencia física y agresión muy interesante que puede permitir que la igualdad se dé en lo oscuro, porque, a veces, para encarnar la maldad, también tenemos que justificarlo de alguna forma: o nos han violado, o han matado a nuestra familia, o hemos perdido a una hija. Para ser muy, muy malas hemos debido tener una experiencia muy, muy mala. ¿No podemos encarnar el mal por el mal y ya?
Pero si venimos a decir que podemos ser malas, muy malas, malísimas. Ellos nos pueden contestar: “Ah, vale, nos venís a decir algo que ya conocíamos desde siempre”. Por eso traen al diálogo la película Perdida y a Gillian Flynn, la autora del libro en el que se basa , que defiende que las mujeres podemos ser malas sin un por qué.
“Si le das la vuelta al relato parece que estás volviendo al discurso anterior. Pero el objetivo sería el de montar una película en la que un grupo mixto torture a señores todo el rato. Que ellos también asuman que eso les puede pasar. Los personajes femeninos siempre han estado penados porque si somos malas, somos el doble de malas que ellos y de base es negativo que podamos serlo”, siguen contando mientras la calle se va animando y pedimos otra ronda que, al llegar, se cuela en la grabación. “El tratamiento cultural de la maldad ha sido mucho más permisivo con los hombres porque si son asesinos siempre hay una excusa donde se culpabiliza a la educación, a cómo su madre lo trataba, a si lo tenían atado a un radiador [risas]. El Joker es el ejemplo máximo de esto”, se quejan sarcásticamente porque la crítica no está reñida con el sentido del humor.
Aida remata, nunca mejor dicho, las palabras de Elena afirmando que todo desemboca en el arquetipo de Psicosis de Alfred Hitchcock, el de la madre terrible dentro del cine de terror que jamás se ha representado de forma positiva. “Señores que son más malos que la tiña y que matan a 800 personas se justifican porque de pequeños estaban todo el día atados a un radiador. Vale, ok, pues entonces que maten a todo el mundo”.
Queremos saber más sobre la construcción de personajes femeninos en el terror, sobre cómo se transgreden los clichés a los que estamos acostumbradas y que comienzan a verse hackeados por directoras como la australiana Jennifer Kent. The nightinmale es una obra redonda donde se cruzan temas como el colonialismo, la venganza o la amistad y que arranca con una escena no apta para todos los públicos. No la han visto pero comentan que necesitamos también conquistar lo desagradable, lo duro y lo malo. Babadook, su película anterior, plantea cómo ser madre no pasa por ser un ser de luz cargado de bondad y abnegación: odia a su hijo y lo culpabiliza por todo lo que ha pasado, pero al mismo tiempo se odia por cargarle esa culpa y oscila continuamente entre esas esferas. Un personaje rico de matices, nada plano y que transgrede los clichés que el cine en particular y la cultura en general se ha encargado de cincelar en nuestra cabeza a través de los años.
Cerramos la entrevista preguntándoles a Elena Alban Lombao y Aida Méndez García por el horizonte de Las Bloody Girls y sus miras a corto plazo. Como era de esperar, más festivales a la vista y mucha disposición a participar con sus análisis cinematográficos sobre el terror y la mujer en cualquier espacio que las reclame. Por supuesto, como deseo matriz, la dominación del mundo. Apuntando alto, lejos, sin remordimientos y con sangre de mujer.
0 comentarios