AÏsha nació y se crió dentro de un ambiente palaciego, rodeada de un lujo y una cultura que hicieron de ella una luchadora nata por Granada y el reino Nazarí.
Aïsha, más conocida como “Aixa” por tierras cristianas, fue una noble granaína, nacida del linaje real, pues algunas fuentes la citan como hija de Muhammad X “El cojo” y otras de Muhammed VIII “El zurdo”,
Muy joven, fue casada con el monarca Mohammed XI y, tras la muerte de este, con el rey Abu l-Hasan Alí, más conocido como Muley Hacén. Con él reinó como consorte durante veinte años y tuvo dos hijos, Abu Abd Allah Muhammas, conocido como Boabdil el Chico, y a Abu-I-Hayyay Yusuf, así como una niña llamada también Aisha.
Viviendo una vida palaciega y con la responsabilidad de educar a sus hijos para que continuar un linaje y llegar a reinar la ciudad de Granada con todo el esplendor nazarí, llegó a la fortaleza de la Alhambra una esclava cristiana de nombre Isabel, capturada en Aguilar de la Frontera (Córdoba). Esta esclava empezó a servir a la hija del rey y este, tras verla, no pudo evitar enamorarse de ella.
Este amor no fue ningún capricho. Tanto fue el sentimiento del rey, que Aisha quedó relegada a un segundo plano en favor de la nueva amada. Así, se cuenta que durante un besamanos tradicional, en el cual los hombres besaban la mano del rey y las mujeres, la de la reina, el rey Muley puso a su lado a Isabel, haciendo público el ascenso de la esclava y dejando de lado a la vieja reina.
Del amor a la venganza
La aguilarense, Isabel de Solís, no dudó en convertirse al islam, y tras ser renombrada como Soraya, el rey la desposó, destronando así a la antigua reina Aisha, quien pasó a habitar unos aposentos reales más sencillos junto con sus sirvientes e hijos. Esta situación frustró tanto a Aisha que le valió un enfrentamiento directo con el rey y su distanciamiento definitivo.
Soraya tuvo junto con Muley Hacén dos hijos, Saad y Nasr, los cuales ponían en serio peligro el poder de Boabdil y Yusuf, hijos de Aisha. Ante la situación peligrosa, pues Muley Hacén dudaba entre convertir a Saad en su nuevo heredero o a Boabdil, lo cual podría terminar con el asesinato del primogénito o el suyo propio. Aisha huyó de la Alhambra con sus hijos, descendiendo por el Darro, hasta llegar a Guadix, con la ayuda de varias familias aristócratas.
Las conjuras palaciegas iban y venían. Cuando Aisha lo vio adecuado, desató una guerra civil en la Alhambra. Así, se alió con los enemigos acérrimos del rey, una familia granaina de gran poder, los Abencerrajes, que tras teñir los suelos de la ciudad de sangre, proclamaron a Boabdil, huido en Guadix, como nuevo rey.
Mulay Hacén huyó de Granada, aunque murió en Almuñecar y Soraya, destronada también, volvió a Córdoba, donde tuvo que entregar a sus hijos a la guardia y custodia de los Reyes Católicos. Así, Granada volvía a manos de Aisha, quien se encargaría de su defensa y la del reino Nazarí del hostigamiento cristiano.
Volver a la Alhambra
De este modo, Aisha se encargó de dirigir la resistencia cuando su hijo estaba ausente, siendo secuestrado por los reyes cristianos. También luchó por el derecho legítimo de Boabdil al trono de Granada, pues el Zagal, hermano de Muley Hacen, se había proclamado su legítimo sucesor, dividiendo aún más la resistencia del reino.
Fue así hasta que Granada cayó en 1492, tras lo cual, la familia real tuvo que huir de allí con la entrada de los reinos cristianos en la Alhambra. Era por camino de las Alpujarras cuando se dice que Aisha se volvió hacia su hijo, el cual estaba sumido en un llanto profundo, y dicen que dijo aquello de “llora como mujer, lo que no supiste defender como hombre”.
Primero llegaron a Andarax, donde Aisha tuvo que vender todos sus bienes. De ahí, partieron hacia Fez en 1493, donde moriría con el anhelo de haber sido una gran reina, símbolo de la resistencia nazarí en Granada.
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