La periodista y socióloga Esther Vivas acaba de publicar en Capitán Swing un ensayo en el que aborda de manera amplia las maternidades con una visión feminista que desmonta mitos, desculpabiliza la experiencia y pone en el centro del debate los cuidados. Un libro imprescindible para entender la(s) maternidad(es) en toda su complejidad y con todo su potencial.
Imprescindible. Si hubiera que elegir un adjetivo para describir Mamá desobediente. Una mirada feminista a la maternidad, de Esther Vivas (Madrid: Capitán Swing); sin duda, sería ese. Imprescindible para las madres inmersas en una experiencia totalizadora que deja pocos resquicios al yo y poca energía para asumir lo que nos está pasando. Imprescindible para las no madres que están en proceso de serlo para comprender que lo que les está pasando no es una mera cuestión individual.
Imprescindible para las no madres que ni siquiera quieren serlo para tener una visión diferente y necesaria de las maternidades. Imprescindible para los hombres que son padres para que tomen conciencia de su papel como cuidadores de sus criaturas. Imprescindible para los hombres que no son padres pero están en proceso de serlo para que puedan acompañar mejor el embarazo, el parto y el puerperio. Imprescindible para los hombres que ni son padres ni lo quieren ser para que repiensen los cuidados y la economía reproductiva y aprendan su importancia.
Un libro imprescindible para avanzar como sociedad hacia un mundo que, de una vez por todas, ponga la vida, de humanos y no humanos, en el centro.
Mamá desobediente también es un ensayo muy lúcido, con análisis bien documentados y fundamentados en datos, pero sin olvidar el yo, ese yo que humaniza y que politiza la experiencia de las maternidades. Mamá desobediente es uno de esos libros que te enganchan y no puedes dejar de leer, uno de esos libros cuya estructura está tan bien planteada que llegas al final casi sin darte cuenta, uno de esos libros espejo en los que constantemente estás midiendo tu propia experiencia, tu propio yo que, por supuesto, también es político.
Porque Mamá desobediente considera que las madres somos sujetos políticos, no solo las matriactivistas, sino todas nosotras; las que hemos podido coger una excedencia para cuidar a los peques y las que hacen malabares por “conciliar” los cuidados con un mercado laboral precario y precarizante; las que damos la teta y las que dan el biberón; las que han parido, las que hemos sufrido una cesárea, las que han adoptado, las estigmatizadas “madrastras” o a las que le roban el vientre; las que crían solas y las que criamos más o menos en compañía. Todas somos sujetos, todas tenemos derechos, al igual que nuestras criaturas. Derechos violados sistemáticamente por el patriarcado y el capitalismo, como el de tener un parto respetado.
Vivas da muchas claves de análisis muy interesantes, con perspectiva histórica y soluciones de futuro. Habla de qué es la maternidad, de su complicada relación con el feminismo (aunque coincido, y mucho, con la autora en que “la maternidad es un terreno en disputa.
Si tomamos el principio feminista de que lo personal es político, el objetivo consiste en politizar la maternidad en sentido emancipador. No se trata ni de idealizarla ni de tener una visión romántica, sino de reconocer su papel fundamental en la reproducción social y otorgarle el valor que le corresponde. Ya va siendo hora de que nos dotemos de nuevos códigos.
Hay que liberar la maternidad del patriarcado. Las mujeres conquistamos el derecho a no ser madres, a acabar con la maternidad como destino: ahora el desafío reside en poder decidir cómo queremos vivir esa experiencia.”), de todas las expresiones de violencia obstétrica -las más visibles y las más sutiles- y, por supuesto, de la siempre controvertida y cuestionada teta, especialmente si hablamos de lactancia prolongada. Lo hace con un lenguaje que todo el mundo puede entender, pero con una rigurosidad encomiable, y con el propósito de tejer sororidad entre nosotras y acabar con las guerras de madres que nos vienen impuestas desde fuera.
De la violencia obstétrica a la lactancia
Hay en el ensayo de Vivas un celo por no dejarse nada en el tintero. A las madres no nos han dejado contarnos, ni en la literatura, ni en el cine, ni en ninguna manifestación artística o de otra índole: “El patriarcado no solo ha silenciado la experiencia materna en lo social, sino también en lo cultural”, concluye la autora. Por eso, en algún momento u otro de Madre desobediente una se siente profundamente interpelada.
En mi caso, al hablar del parto: de ese parto respetado que tanto deseé y para el que tanto me preparé pero que nunca llegó, y de ese duelo tan doloroso que estoy pasando a posteriori prácticamente en solitario porque cuesta entender que teniendo a un bebé tan bonito, tan risueño, tan alegre y tan bueno entre los brazos, una llore porque se lo nacieron cuando estaba preparada para parir.
De entre lo muchos testimonios que recoge Vivas sobre violencia obstétrica me quedo con este al margen del cual anoté “como yo”: “Aunque hasta dentro de al menos un par de años no me plantearé ir a por el siguiente hijo no paro de preguntarme si fue culpa mía, si pude hacer algo, si [la cesárea] fue innecesaria, si hay algo que pueda hacer para que no me ocurra de nuevo”.
Pero si hay algo en lo que considero que Esther Vivas acierta de pleno, además de en reivindicar otra mirada del feminismo hacia la maternidad, es al hablar del potencial subversivo de la lactancia materna. Yo lo experimento cada día en mis carnes. Es la lactancia la que me ha permitido, desde que al fin me dejaron ver a mi hijo después de la cesárea, lamerme las heridas del parto que más temía y que fue el que tuve. Es la lactancia la que me permite parar en estos tiempos locos que vivimos y mirar a mi hijo y disfrutar de él. Es la lactancia la que me da libertad de movimiento y me permite salir a la calle prácticamente con lo puesto. Y sí, en esa ambivalencia que señala la autora como intrínseca a la maternidad, es agotadora, hay días que no puedo más por la falta de sueño, hay momentos en que me siento más una fábrica de leche que un ser humano; pero no la cambio por nada.
Volviendo al libro, y siempre sin juzgar a las madres que dan el biberón, Vivas, para mí da con la clave cuando afirma que: “Amamantar puede definirse asimismo como una práctica anticapitalista, ya que se sitúa fuera del mercado. Dar la teta es per se una acción de resistencia frente a la mercantilización del mundo, las relaciones sociales y los bienes comunes. (…). Dar el pecho requiere de tiempo, calma y tranquilidad, valores antagónicos al capitalismo.
En definitiva, es el mercado el que sale ganando con las lactancias que terminan abruptamente”. Pero, ojo, no podemos perder de vista, y Vivas no lo hace en ningún momento del ensayo, que todas estas cuestiones están atravesadas por la clase, por la etnia, etc: “Para que dar la teta sea un derecho universal, necesitamos cambios en la organización del mercado de trabajo, los permisos de maternidad, las regulaciones y los códigos culturales para poder amamantar en público”.
Para ello, la autora reclamar un feminismo del 99% que posibilite una maternidad del 99% en la que una lactancia del 99% es fundamental. Y por si quedaba alguna duda de que esto es una cuestión central para otro tipo de sociedad, explica: “La perspectiva feminista y anticapitalista de la lactancia materna (…) pone el acento en la autonomía de las mujeres y su capacidad de acción”. ¡Las madres somos sujetos!
Las madres somos sujetos políticos y estamos dispuestas a dar la pelea para conseguir que se reconozca el derecho a ser cuidada, el deber y el derecho a cuidar, y se le dé a los cuidados el reconocimiento social que merecen como sostenedores de la vida. Gracias, Esther Vivas, por este ensayo imprescindible.
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