A bocaos
A bocaos

La Poderío

17 mayo 2018

Este texto está en la sección La Corrala, el patio de vecinas de La Poderío donde cada una charlotea, cascarrilla y pone colorá lo que sea mientras le da el fresquito o el sol en la cara. Más agustito que te quedas, oú. Eso sí, La Poderío no tiene nada que ver con lo que se pone aquí, solo apoya la participación de las lectoras. Puedes enviar tus artículos a ole@lapoderio.com. Otra cosa, antes de hacernos las propuestas pedimos que leas nuestro ideario.

Tras el 8 de marzo, tengo que admitir que fui muy escéptica. Fue una experiencia increíble, eso no lo voy a negar. Llegar desde la calle Atocha y ver tal cantidad de mujeres aullando como lobas enfurecidas me puso los pelos de punta y casi se me saltaron las lágrimas. Después de todas las reticencias hacia el movimiento, miles de mujeres de todas las edades se reunían no bajo la consigna de “mujeres”, sino conscientes de que la palabra del momento era “feminista”. Aunque muchas seguramente no conocieran todos los conceptos y todo lo que implica el Feminismo, y algunos de los frentes abiertos les parezcan excesivos (de momento), todas entendían que el feminismo es un espacio que nos recoge a todas, nos defiende. Un espacio donde por fin podemos sentirnos identificadas y sobre todo, protegidas.

La sensación de aquel día fue maravillosa, pero al día siguiente me atormentaba la duda. ¿Es solo el espejismo de un día que se ha mediatizado y al que muchas han concurrido por el mero componente femenino? No quería desmerecer el éxito de aquel día, al menos todas las que fueron estaban entendiendo que se encontraban bajo el “paraguas” del feminismo, la palabra ya no les volvería a provocar recelo puesto que al menos por unas horas formaron parte del mismo. Supe que fuera real o esporádico, el éxito era la oportunidad perfecta para comenzar a construir. Hemos sentado las bases, ahora comencemos a pelear. 

La gran satisfacción ha sido el día de hoy. “Satisfacción” con todas las comillas que puede ponerse a un hecho tan tremendamente trágico como es la sentencia del caso de La Manada. Cuando escuché la sentencia volví a sentir las dudas sobre la fuerza real del movimiento. Las redes comenzaron a arder, como casi con cualquier injusticia. Pero no eran las redes lo que yo ansiaba que ardiesen, sino las calles, en el sentido metafórico claro (y en el literal también, ¿por qué no?).

Las mujeres han vuelto a dar la lección y la sensación que queda es que, ahora sí, esto se ha puesto en marcha y es imparable.

¡Un hito histórico! Las mujeres se han echado a las calles a defender a una superviviente. Hasta ahora pareciera que solo existía la violencia patriarcal cuando una de nosotras era vilmente asesinada. En los medios de comunicación solo se habla de aquellas que ya no tienen voz. Las que consiguen estar vivas no interesan, no se les da la oportunidad de contar ni cómo se vive, ni como se sale. Eso evidentemente no interesa al sistema.

Hoy hemos salido a pelear por las que estamos vivas, sin olvidar a las que mataron. Porque VIVAS NOS QUEREMOS. Y porque somos plenamente conscientes de que el “si nos tocan a una, nos tocan a todas” no proviene de la reacción frente a una injusticia aislada, sino a una injusticia sistémica de las que todas somos potenciales víctimas. Y hemos salido por fin a cuchillo, gritando todo nuestro hartazgo, toda nuestra rabia. Basta ya de minutos de silencio. Nos enseñaron que calladitas estamos más guapas. No queremos ser guapas, queremos ser libres. Hay que dejar de callar, hay que gritar bien alto cuando nos tocan, porque sin voz, ya hemos estado demasiado tiempo.

Hay que empezar a ladrar, porque tenemos que hacerles entender que después de los ladridos de advertencia, vienen los “bocaos”.

***Perra nueva

La Poderío

La Poderío

Una revista parida en el sur, con los aires frescos, reivindicativos, inclusivos, diversos, plurales y feministas de Andalucía, pero sobre todo, con las ganas de visibilizar las historias de personas reales olvidadas en los medios de comunicación y de desgranar el sistema heteropatriarcal que las victimiza y/o criminaliza en la mayoría de los casos.

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