Necesita el mundo de los chiclés para poder seguir dando vueltas de forma loca y torpe. Hay que alimentar la máquina de alguna forma y tú lo sabes hacer bien, con tu ensortijado pelo cortijero y tu sonrisa de telecupón, estretégicamente forzada, dando alegrías a deshoras. Qué difícil debe ser vivir en los patrones, pensamos a veces cuando no atinamos a ubicar si cuando hablas eres el Zorro, Desperado o un vampiro ceceante que prefiere un buen campero en la playa a los inmaculados cuellos que habitan los pantanos de Nueva Orleans. Nadie sabe a qué juegas pero el consenso social es el que es: qué llano eres, querido, tú con tus maletitas parcheadas rumbo a la capital. El niño Antonio en busca de un sueño, madrileño y almodovariano primero, americano después, que vuelve en forma de pesadilla privatizante, elitista y vampiresca. El reguerito de sangre que dejas cuando ofreces tu pluma para firmar contratos a quiénes redactan deshaucios. Ay, son puñalaitas certeras en el costado de quienes siguen queriendo ver en ti la publicidad con patas de la Costa del Sol, el abanderado de un litoral que también quisiste exclusivamente para ti. El cachito de naturaleza que por tus huevos morenos querías quedarte, porque a veces, muchas veces, de huevos va el juego y por eso decidiste no mencionar a ninguna mujer en los Latin Grammys porque seguramente no te interesan si no eres tú el que las salvas de la explosión. No están en tu radar de seductor, no quieres ampliar tu mirada de hombre de mundo que coge aviones con la frecuencia de quienes señalan que intentan malvivir de la cultura, escribiendo, pintando, cantando, editando. Y aún así te aplaudimos, te adoramos. Antonio querido, zorrito nuestro, amante bandido, profeta de la gentrificación, mesías del pueblo y de las élites a partes iguales: verte de nuevo hablar de Picasso es como vivir en un lunes perpetuo y, aun así, disociarte de la vida y querer que el felino con el que habito se acerque sigiloso y seguro de sí mismo para mirarme profundamente a los ojos y decirme: “zoy er gato con botaz”.
Llevar la primavera dentro
Amigas, siempre hay que tener un crush. SIEMPRE. Y a veces una puede tener varios a la vez. Una alegría de vivir, una ilusión, un brillito en los ojos, una sonrisilla pícara, un sentido que le dé colorcito al día.
Hace años que opino que su imagen dejó de beneficiar a Málaga y sus habitantes, para convertirse en el peor devorador de los espacios populares para adueñarse, privatizar, lucrarse y beneficiarse de ayudas, permisos y licencias todo bajo la premisa de «embajador de Málaga», haciéndose la fotito de rigor con alcaldes y autoridades con el peloteo mutuo, pasando con la sonrisa de quién se siente satisfecho de «newyorkarizar» Málaga, de americanizar la cultura haciéndose con una especie de monopolio cultural local…