Almudena Castillejo (Córdoba, 1987) es cordobesa de la Fuensanta. Pinta más que habla y habla más que pinta, pero todo con mucho poderío. Tanto, por si fuera poco con su arte, decidió rejuntar a un grupo de artistas multidisciplinares bajo un mismo movimiento para defender y reconocer la identidad andaluza. De ahí, salió Algazara.
الغَزَارَة, algazara, “locuacidad”, del árabe hispánico. Su significado “es el ruido que hace muchas personas juntas y que nace de la alegría”. Algazara te puede sonar también a algarabía, y aunque las dos tienen el mismo significado, el matiz está en que en esta última el bullicio también puede ser por algo negativo como una pelea. Pero hay más. Para espantar a sus enemigos antes de empezar una guerra, las tropas moriscas lanzaban unos gritos que son conocidos como algazara. Y así es como entre la alegría y la reivindicación, la lucha en la defensa de la identidad andaluza, surgió el movimiento artístico Algazara.
El objetivo de Algazara está claro, clarísimo: “El primero, defender. Defender nuestra cultura, nuestras raíces, desde una perspectiva absolutamente inclusiva y contemporánea. Y la segunda, dar visibilidad a artistas andaluces que estábamos un poco renegados al escenario alternativo, underground y dar una respuesta a lo que está ocurriendo a pie de calle que, desde una opinión personal, es mucho más interesante que lo que se podía ver en galerías privadas como el Centro Andaluz de las Artes Contemporáneas”, afirma su fundadora, Almudena Castillejo.
Más allá de la tradición
Lo que empezó siendo un proyecto de comisariado por parte de la pintora e ilustradora Almudena Castillejo se ha convertido en un movimiento multidisciplinar que agrupa a artistas de Córdoba muy diversos. En un principio, la idea era hacerlo a nivel andaluz, pero la pandemia por Covid-19 lo cambió todo, haciendo que se quedara en lo local, en lo km0, en los aplausos de las vecinas a las ocho de la tarde para nuestras sanitarias. “Más que un comisariado fue una locura hacerlo realidad. Con perspectiva, puedo decir que me alegro de que sea de Córdoba, porque vi que la ciudad y la provincia necesitaba ver ese mensaje y sentirse, reconocerse en ese espejo, es decir, mirarse y decir es que yo soy esto”, afirma la fundadora.
La necesidad de “sentirse” y de “reconocerse” viene de la necesidad de mirar y ver más allá de la tradición. “Yo no me identifico con la tradición, pero sí me identifico con esta evolución y necesitaba ver todos esos trazos de nuestra cultura que llevamos por las venas, pero que muchas veces con esa parte de nuestras raíces no estamos tan de acuerdo. Es como ver nuestra cultura en 2.0. Somos evolución, ni tradición, ni modernización. Evolución”.
Para Castillejo, seguir enfrascadas en la tradición puede ser “algo negativo”. Desde las ramas más sociales, políticas y culturales se está estableciendo una mezcla homogénea y heterogénea a la vez, desde su base, pero con sus connotaciones particulares vivas, en constante movimiento. Coger “lo tradicional” y versionarlo, actualizarlo, adaptarlo al hoy y el ahora, esto es más que tradición. “Por ejemplo, un mural de San Rafael que esté pintando ya no es un ángel y ya está, ya es un Rafael inclusivo. Esto es evolución y la evolución lleva a la vanguardia”, aclara.
Su poquita de vanguardia
“En Andalucía somos vanguardia”, afirma rotundamente Castillejo. Es que ni se lo piensa. Y sigue: “Actualmente, somos vanguardia y no solo por el arte. Este vanguardismo viene de un resurgir de la reivindicación y de la identidad andaluza. Por un lado, está el visibilizar a Andalucía como parte de la vanguardia y a defendernos, porque hemos crecido muchísimos bajo un lema desalentador, donde había que irse fuera, estudiar fuera para tener un futuro”.
Sin embargo, el desaliento también ha estado presente en cada casa, donde incluso en Andalucía “escuchar a Camarón era de catetos. Se llevaban todas las modas anglosajonas, americanas, y se nos rechazaba por el tema de “soy andaluz”, y todo lo que conlleva históricamente, porque todo era visto en nuestra propia comunidad como algo malo”, arranca.
Su poquito de estrellar los prejuicios
La tradición no siempre ha sido referente y forma de representarnos. Sentirnos cómodas con nosotras y con el espacio es algo que también nos ha pasado factura por el dolor del apego y trabajar el desapego es una tarea de tiempo. Aún así, lo cultural lo tenemos muy arraigado. “No se puede amputar esa herencia que nosotros tenemos, que la hemos mamado, pero sí se puede evolucionar”, sentencia.
La nueva o la consecución de esta vertiente es uno de los pilares que se deconstruye y construye en el día a día desde el feminismo andaluz que atraviesa la mayoría de las corrientes. Si no hay feminismos andaluces de por medio, entonces no podemos hablar de neo ni de vanguardia. Por eso, hemos llegado a este momento para decir “esto es lo que somos ahora, se acabó, ya está. Es un grito de defensa. Ya está. Esto es lo que somos y lo que queremos ser”.
Entre ellas, el arte es un canal más, otra vía de preguntas y respuestas. Por ejemplo, ¿quién no ha visto en una casa la muñeca de flamenca encima del televisor, el toro, el clavel por el mueble bar o encima del bombo? ¿Quién no se ha puesto lunares el día de la feria o cada 28 de febrero? ¿A quién no le han dado por hecho que duerme siesta, mucha siesta, por ser de Andalucía? Estereotipos, prejuicios, símbolos con los que no se ve representada toda persona atravesada por el territorio andaluz, aunque universalmente se nos vea así. Primero, porque muchos de estos iconos fueron secuestrados por el fascismo de la dictadura de Francisco Franco para vender a España y segundo, porque las cosas cambian.
Que la identidad la marca el territorio y sus idiosincrasias es algo que Castillejo no discute, pero añade, “también la marca la cultura y el arte forma parte de la cultura”. Entre esa estética en la que se reconoce lo andaluz repetirla una y otra vez es tropezar infinitas veces sobre la misma piedra. De esto huye el nuevo arte andaluz y con dos buenos pellizcos la artista suelta: “quedarnos en los lunares, los azulejos, en los clichés puede ser peligroso porque podemos caer en volver a romanizar a Andalucía desde esa parte más personal y cultural. Mi miedo es que se convierta en moda y se use como una moda”.
De esa moda y de ese miedo Castillejo hace referencia al uso de otros artistas de la cultura andaluza. “El pueblo andaluz ha bebido de muchas culturas y de muchos artes: el rap, el reggae, etc. Aquí cogemos unos de otros. No pasa nada si C Tangana, si Rosalía, usan también esos iconos. El problema viene, primero, que a mí no se me permite usar ciertos iconos; y, lo más importante, que siempre tiene que tener un contexto, una historia y tiene que existir una reivindicación detrás porque si no se está usando una estética que alimenta una moda”.
El peligro de los clichés. La romantización de Andalucía. La moda. Castillejo usa como referente para explicarlo el libro de Soledad Castillero, Las sin tierra, donde pone de manifiesto el uso de la figura de la Chiquita Piconera como símbolo de la mujer cordobesa y andaluza.
Su mucho de algazara
Casual o causal. Este grito de defensa ha ocurrido a la vez en muchas ramas diversas y que no estaban conectadas. “Esto no es algo de Almudena Castillejo de un barrio de la Fuensanta, no. Por eso, desde Algazara a mí me gusta decir que somos un movimiento, no un colectivo, porque es algo que está pasando en toda Andalucía y fuera de Andalucía. Cuando los pueblos necesitamos dar ese grito es porque algo está pasando”.
Cada una de las artistas que van sumando en Algazara se abren de par en par desde la identidad andaluza con sus técnicas y temáticas diversas. Castillejo habla del ceramista rambleño Luis Torres que ha llevado sus botijos hasta pasarelas de moda en París y a grandes eventos como los Grammys latinos. “Torres está usando técnicas ancestrales, artesanas, las mismas que usa su padre en La Rambla para hacer botijos, pero con su estética, entendida como vivencia, identifica su obra de arte”. En la misma línea hay más componentes como Ángeles Invernón, Dildo con bigote, Clara Gómez Campos, y muchas más. “Todas estamos tomando de lo que hemos heredado y llevándolo al día de hoy, al día de nosotras”.
El uso de las palabras nos define. Se pueden decir muchas cosas de formas distintas. Cuando Isabel Díaz Ayuso, entre tantas, habla de “la Reconquista» a una parte de la ciudadanía se le remueve el estómago. “Veo como un ataque que se hable de que la historia de España empieza en la Reconquista. Al Andalus, ¿entonces? ¿Es que no ha sido absolutamente nada?”, pregunta Almudena Castillejo. La bilis sube para arriba y se transforma en un arte poderoso, ardiente de reivindicación y en una identidad tan propia que ni pintá responde a los interrogantes de la artista: “Nuestra exposición se llamaba “Algazara, el presente del Califato”.Somos Al Andalus. Somos de Córdoba y desde el centro del Estado se nos está negando todo lo heredado”.
Su mucho de feminismo andaluz
Almudena Castillejo se mira a través de la algazara. Un grito que sale desde lo más profundo de su cómo quiere ser y cómo quiere estar. Por supuesto, el feminismo y la identidad andaluz, es decir, los feminismos andaluces, son clave en su personalidad, también, artística.”Yo haga arte feminista y andaluz desde que nací, pero desde fuera de los iconos de la estética. No te pinto un volante, unos lunares porque sí. Mi objetivo es no romantizar a la mujer andaluza, ni la vida en el pueblo, ni nuestras fiestas. Hay mucho terreno por explorar”.
Entre los objetivos está el futuro, pero sobre todo el aquí y ahora: “salvaguardar la identidad andaluza” con una perspectiva feminista. “Somos portadoras de una herencia que no tiene precio”, añade la artista. En la actitud y en la forma de ver la vida está la herencia de sus ancestras andaluzas. “Estamos haciendo mucho caminar, en mi caso, por mi madre, mi abuela, sinceramente por las que no pudieron”.
La historia andaluza con perspectiva feminista se cuenta de forma reciente desde los relatos de las ancestras, pero con el imaginario y el coraje de las hijas. En ese sentido, Castillejo se queda pensativa al reconocer que “nuestra historia ha sido totalmente anulada y falseada, hasta este punto de que andar con la cabeza alta ha sido muy complicado”.
Sin embargo, al levantar la cabeza de poquito a poquito hemos empezado a visibilizarnos y a reconocernos por este camino. “Debemos subir otro escalón más. Nos hemos llenado de sabiduría, de esos argumentos para defendernos y dar un paso más. Tenemos poderío para ser un poco más gamberras, porque somos vanguardia”.
0 comentarios