Para qué os vamos a engañar. Más de una vez, pensamos en poner el cartel de «liquidación por cierre» en La Poderío. Este espacio donde nos sentimos seguras, en el que yacía un cultivo feminista, diverso, solidario, cuidadoso y también, por qué no decirlo, jaranero.
Imagen: Anna Payán
El pensamiento colectivo del feminismo andaluz, la interrelación de lo individual y lo colectivo ha estado siempre en el corazón del debate de La Poderío. Sabemos que lo personal es político, todo es política. Y la precariedad de los sueldos y los tiempos no nos dejan muchas veces conciliar con proyectos sororos y reivindicativos como La Poderío. Como la inmensidad de la vida, que no para solo porque tengamos entre manos uno de los proyectos más bonitos que se han imaginado en este último siglo, al menos para nosotras. Este sistema, en el que por lo visto es muy difícil jubilarse haciendo un periodismo feminista y valiente con acento andaluz.
Si no tenemos nada que decirnos, no tenemos nada que pensarnos. Cuando se cruzan problemas ecosociales como la sequía, la violencia, la precariedad, el capitalismo, el consumismo, la falta de corresponsabilidad de lo colectivo, nos situamos ante un inmovilismo y una pérdida de perspectiva en aquello en lo que realmente queremos confiar y a lo que nos debemos: a nuestras lectoras y a nosotras mismas.
En este sistema es muy difícil jubilarse haciendo un periodismo feminista y valiente con acento andaluz.
Y aun así, como dice Almudena Castillejo, presidenta del Movimiento Cultural Algazara, “tiramos de la filosofía de Fuente Obejuna: se puede hacer mucho más todas a una”. Una revista que se parió a sí misma, gracias a la rabia transformada en la acción de visibilizar aquello que estaba presente en la ausencia, como decía nuestra compañera Soledad Castillero.
Dijimos que este espacio no sería una obligación, no tendríamos los ritmos, ni la perspectiva de los medios de comunicación que ya conocemos. Eso como base. Luego dijimos muchas cosas más. Pero lo que no dijimos es que, a veces, teníamos que dejar de vernos nosotras para mirar por La Poderío, que para que la veganesa no se corte las proporciones tienen que ser las mismas y que hay que batir desde abajo hasta arriba, muy lentamente, poquito a poco, luego su poquito a poquito, y el limón y la sal al gusto, pero esa base de mínimos tiene que estar en su justa medida. Con esta receta que os regalamos (apúntala prima que está to buena) queremos decir que la base eran las tareas y nosotras y de ahí la colectiva, La Poderío.
Y ahora, después de tanto subir y bajar, el muelle se nos ha descuajeringao y ya ni palante ni patrás. Pero eso sí, hemos tenido suerte, el muelle nos ha dejado justo en la planta “Revuelta”. Así que nos hemos bajado las siete y hemos comprobado que los ventanales de esta planta son grandes y llenan de luz y aire limpio el espacio y que el sonido de las gentes de la calle nos llega perfectamente. Podemos escuchar y sentir sus risas y canciones, sus lamentos y quejios, también sus reivindicaciones y su coraje.
Sobre la misma columna abrazados sueño y tiempo
En el ideario de La Poderío pone muchas cosas, pero en este momento, esto es lo que más nos representa: “Y debatimos, nos enfrascamos, resolvemos. Queremos avanzar aprendiendo mientras aireamos temas excluidos de los grandes medios de comunicación y que a nosotras también nos generan controversia. Queremos tenderlos al sol y que les llegue la luz”. Y es que de ahí venimos, de enfrascarnos y de resolvernos.
De esta visión hace seis años, que aparentemente no son nada pero son muchos para nosotras y para el feminismo andaluz. “Ya han pasado seis años desde que empezamos. ¿Y cómo puede ser? ¿Con lo que hemos trabajado? ¿Cómo estamos en este punto otra vez?” Sentir que estás en la casilla de partida, que no tienes las herramientas para sacar adelante ningún proyecto. Que han fallado las fuerzas, pero los dineros tampoco han aparecido. Crisis que antes se personalizaban en una, pero que ahora vive en cada una de las siete.
Replantearse en el común si merece la pena continuar el camino. Y la pena no la merece, pero la alegría sí. Parar para respirar, recuperar el aliento y ver un poquito mejor el camino. Ubicarte y saber que no estás en la casilla de partida, que en estos seis años hemos aprendido mucho juntas. Estos seis años de compartir y trabajar juntas ha sido el mayor regalo. Así nos lo planteamos desde un inicio, sabiendo que si realmente queríamos sacar adelante La Poderío, un medio que habla desde y por el feminismo andaluz, era imprescindible generarlo desde el abrazo de todas. Un abrazo a veces suave y otras más tirante, pero siempre pensado desde el nosotras. Creemos que eso lo hemos hecho bien. La prueba es que seis años sin tregua de trabajo, con nuestras subidas y bajadas, no nos ha llevado al renuncio.
Ya no somos las mismas, claro que no. Hemos crecido, hemos vuelto mil veces atrás para seguir adelante. Somos olas, que lo mismo que nos venimos arriba, a veces estamos en calma y plata. Pero lo que sí mantenemos es nuestra esencia, las siete en siete pueblos y ciudades diferentes de Andalucía, con distintas formas de aproximarnos a la realidad de un territorio que necesita, más que nunca, a los feminismos como única forma de enfrentarnos a los fascismos.
Durante este tiempo, hemos reído, llorado, desaprendido y aprendido las unas de las otras. También hemos crecido y nos hemos dado cuenta de muchas cosas que antes teníamos teorizadas y que ahora nos atraviesan los cuerpos y los pensares o, al contrario, que hemos podido cocinar como un buen potaje y salpimentar con experiencias.
Nos ha arrastrado una corriente de depresión y de inacción a diferentes velocidades, para seguir generando contenidos, para seguir cuidando a nuestras primas, para seguir apostando por un periodismo en el que creemos y que debería estar en nuestro territorio porque así lo sentimos, pensamos y vemos. Un periodismo situado feminista cuya narrativa debería hacer temblar el parlamento andaluz, cuestionarnos, problematizar y cuidar y exponer aquello que nos da rabia.
Canalizarla se hace costosa cuando no nos paramos a repensarnos, a echar la vista atrás, a comprender dónde estamos, por qué y para qué. Nos dejamos arrastrar por la corriente del no cuidar en una sociedad cada vez más individualista, donde no vemos que somos corresponsables con nuestras compañeras y con el mundo que nos ha tocado vivir. Por eso el semi apagón con el exterior (por dentro no hemos parao con gestiones y fórmulas varias para seguir dando vida a esta preciosa Poderío) y darnos un tiempo nuevo. Mientras arreglamos el muelle hemos optado por volver a meter gas en nuestras plumas (las de escribir y las que se esconden en nuestras espaldas y tobillos). Recomenzamos un nuevo periodo donde las escaseces, precariedades, miedos… (¡Ay los miedos! Qué malos compañeros de viaje) se reformularán de nuevo para intentar noquearlos.
No ha llegado ese momento de renuncia porque creemos que dar vida a este ser, a La Poderío, es algo bueno para nosotras y pensamos que también para quienes nos acompañan en este pensamiento. Aquellas que creen que el feminismo andaluz se tiene que hacer con el abrazo de las comadres, bien de charla en la mesa de camilla, bien en la calle de la mano denunciando y exigiendo todo aquello que es nuestro y nos han robao.
Las cosas de la precariedad
A veces nos preguntan que cuántas somos refiriéndose a cuántas estamos contratadas (contratada, qué bonito nombre tienes), que dónde tenemos la oficina. Y no señoras, no estamos ninguna contratada, la oficina es el ordenador personal de cada una y nuestra bolsa es una de tela preciosa que nos diseñó Arhde a precio de prima y de la que estamos enamoradísimas (después de insistirle mucho porque nos quería regalar su maravilloso tiempo y arte, y eso sí que no).
Los ritmos frenéticos nos llevaron a que cada vez que hacíamos veganesa, la veganesa se cortaba. Otra vez a empezar. Otra vez a elegir si las tareas o nosotras, y como os pasa a muchas, siempre se anteponen las tareas. Total, que la colectiva si no la mimas se corta como la veganesa, eso es así.
No están escritas las horas que echamos, porque no solo publicamos contenidos que son una maravilla (permítanme esta autoapreciación fuera de los límites de la humildad, humildemente): que si redes, que si contestar los correos, editar textos propios y de nuestras primas (estos sí que son una maravilla, gracias), que si los trámites burocráticos, el banco, la web, una pechá de cosas con las que no os queremos atormentar. Y todo esto con el trabajo de cada una, unas precarias en tiempo libre, otras en dineros y otras en las dos cosas; con la crianza y la conciliación familiar, con la conciliación con amigas y cuando petamos la cabeza con una misma, entonces, ¿dónde quedaba La Poderío? La complejidad de la vida laboral y de la existencia propia la tenemos en casa, queridas.
Sacar tiempo para un proyecto que no monetiza, porque así es como se llama ahora al verbo que te indica si un proyecto te da rentabilidad en parneses o no. Y todas las facturas que hay que pagar puntuales cada mes. Y de nuevo el mantra de que todo lo que te atraviesa es político: la situación de la vivienda, la inflación, la cuota de las autónomas, la inestabilidad laboral…
La Poderío quedaba y queda siempre. Pero para muchas de nosotras la revista no ha sido siempre la primera opción y actualmente tampoco lo es, pero es la que nos sostiene siempre. Nos sostiene como comunicadoras y nos sostiene como comadres. Nos sostiene en las reuniones de trabajo y nos sostiene en los chascarrillos y quedadas. Si la Shakira se siente agustísimo y se queda más ancha que larga haciendo canciones, nosotras lo hacemos cuando ejercemos el periodismo y lo hacemos desde el feminismo andaluz. Cada una tiene lo suyo.
Nadie puede abrir semillas en el corazón del sueño
Y aquí estamos. Después de enfrascarnos, hemos resuelto. Nos hemos preguntado, qué queremos y cómo nos vemos en La Poderío y nos hemos dicho que queremos un medio de comunicación y que tenemos que cuidar a La Poderío para cuidarnos a nosotras y no al revés, porque así cuidamos a la colectiva, a las vecinas, a la corrala. ¿Qué seríamos cada una por su cuenta? No habría un 8 de mayo, no habría unas faeneras, ni cigarreras. No habría Kellys, ni Luciérnagas. Tampoco existirían las cabras montesas de Gilena, ni Papá Levante. Somos poderío, y La Poderío somos todas.
La inmensidad de la vida que se va haciendo ola gigante, a punto de estallar en tsunami, aunque la sociedad siga como balsa de aceite, paralizada, o acaso en shock, sin salir a las calles. Y de nuevo las prisas, el agotamiento, lo urgente que reemplaza a lo importante y todo esto tan de nuestros tiempos en un centrifugao que lo mezcla todo y que te desorienta. Cuando todo esto te zarandea, por mucho que creas en algo, acabas exhausta. Las culpas por no llegar a las entregas; por haberse responsabilizado de tareas que nunca llegas a hacer (con toda la ilusión y la convicción de que ibas a llegar a tiempo); por sentir que estás frenando un proyecto con tantísimo poderío; por defraudar a tus compañeras; porque el síndrome de la impostora tampoco es que ayude mucho.
Siete almas, siete cuerpos, siete nombres, siete vidas atravesadas por sus propias vidas, que se han ido alternando en momentos de ‘las cargas me están superando, este mes no contéis conmigo’. Hasta que el orden de nuevo se convierte en centrifugao y de repente todas agotadas, cansadas, sin tiempo para ver cómo sacamos a la criatura feminista adelante.
Seis años de hermandad, compañerismo, militancia, activismo, cuidados, admiración, aprendizajes, chup chup, risas, amor, complicidad, amistad, viajes, asambleas, periodismo, feminismo, nuevas formas de hacer, confianza, apoyo, red, compartir, energía de la buena, crecimiento… Seis años de soñar y apuntar muy alto, de querer jubilarnos juntas y frustrarnos por no encontrar la forma de hacerlo. De seguir unidas, pese a las adversidades que se nos han presentado en el camino y de ser tan distintas entre nosotras, con un entendimiento mutuo, un respeto y una armonía difíciles de entender en este mundo de conflictos.
Los silencios no nos gustan, las mentiras tampoco y el cinismo de tantos, menos. Nuestra Andalucía compleja, diversa, valiente, sabia, joven y vieja a la vez, nos permite recoger los brotes nacidos y poder seguir regando entre todas esta huerta infinita que es el feminismo andaluz. Los velos se cayeron, las voces se alzaron y nosotras con La Poderío estamos aquí para seguir narrando todo lo que las primas quieran contarnos. Para abrir, como hasta ahora, nuestro espacio a todas las que quieran gritar, reír, cantar, soñar en voz alta.
Estamos dispuestas a anular las voces que nos callaron, las que nos cubrieron de violencias e invisibilidades. Estamos dispuestas a descubrir el porqué, el cómo, el cuándo, el dónde y sobre todo el quién. Pero todo ello lo haremos entre todas, como siempre, manejando la ilusión de la que cuenta, la curiosidad de la que mira y la duda que nos mantiene alertas y nos aparta de las imposturas.
¿Alquimia? ¿Magia? ¿Un caso excepcional? ¿Una rara avis? Sea lo que sea, qué fortuna es formar parte de esta tribu, de esta juntera nuestra con tanto poderío. Seis años de muchas enseñanzas, como entender que si queremos hacer kétchup vamos a apostar por hacerlo bien; o que se puede aprender a gatear ahora, pese a tantos kilómetros juntas de carrera (aunque lo nuestro siempre ha sido el ritmo reposado). Seis años de aprender que se puede seguir conservando la ilusión, y renovarla, porque construir algo tan grande, en lo que creemos tanto, lo merece. Así que… ¡seguimos en movimiento! ¡reconduciendo ruta! ¡Allá vamos!
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