El FCAT 2022 programa películas y conversatorios sobre el derecho al agua a ambos lados del estrecho
Caminar más de diez kilómetros bajo un sol abrasador para llegar a un pozo que, cada día, provee de menos agua a tu comunidad. Ver cómo las olas devoran la isla que te vio nacer, obligándote a abandonar tu hogar para siempre. Denunciar la construcción de campos de golf o urbanizaciones fantasmas pensadas para turistas,, mientras el pulmón verde de tu comarca enferma, como el Parque de los Alcornocales en el Campo de Gibraltar. En La Poderío te contamos las tres historias sobre el derecho al agua y su impacto diferencial en niñas, adolescentes y mujeres a ambos lados del estrecho que articularon la primera parte de la 19º edición del Festival de Cine Africano (FCAT), que se desarrolló del 27 de mayo al 5 de junio en Tarifa.
“Perdonad, ahora vamos a hablar nosotras”
En una de las asambleas del pueblo nómada de Tatiste, al norte de Níger, las vecinas toman la palabra: “Perdonad, ahora vamos a hablar nosotras”, dice la tía de Houlaye, la protagonista de Marcher sur l’eau (Francia, Níger, 2021), película inaugural del FCAT 2022. La sequía en esa parte del corazón del África subsahariana provoca que la población adulta abandone durante largos periodos la aldea, dedicándose a labores de pastoreo en tierras más fértiles o a comerciar lejos de la familia.
La ausencia de sus progenitores provoca que Houlaye, de 14 años, tenga que hacerse cargo de las tareas del hogar y de los cuidados de menores y mayores durante largos periodos. Un tiempo que sabe cuando comienza, pero nunca cuando termina. Y entre sus funciones más importantes, una crucial: ir a buscar agua.
Para conseguir el preciado líquido, las niñas y adolescentes de la región de Azawak deben caminar durante largos recorridos por una llanura de 180.000 km2, situada entre Mali y Níger, lo que les impide continuar con su proceso de escolarización con normalidad. Cansadas de este y otros quehaceres, muchas de ellas abandonan la educación básica, lo cual es visto con recelo por las autoridades, que vuelven a invisibilizar el impacto diferenciado que supone el acceso al agua para hombres y mujeres.
Esta película documental con toques de ficción de la actriz, productora y directora franco-senegalesa Aïssa Maïga, reconoce la importancia de la perspectiva de género en el derecho al agua y cómo la construcción de un pozo permea a todas las esferas de las vidas de niñas, adolescentes y mujeres, que tienen jornadas de trabajo interminables dentro y fuera de casa, a lo que se debe añadir la búsqueda de agua en entornos cada vez más áridos por efecto del cambio climático.
Desplazada climática
De un documental con tintes de ficción a una ficción con aires de documental. Aya (Bélgica y Francia, 2021) relata la vida de esta joven que se ve obligada a abandonar su isla natal, Lahou. Su madre, viuda y con graves problemas para sostener a la familia, decide que su primogénita viaje a tierra firme, mientras el mar engulle una isla imaginada por el director del filme, Simon Coulibaly Gillard, para mostrar el impacto de las adversidades climáticas en las comunidades insulares.
Fuera de los planos detalle que muestran los pies de la niña rodeados de otros zapatos masculinos de mayor talla, el futuro de Aya refleja el tráfico y la trata de seres humanos con fines de explotación sexual con una simbología magistral. Una peluca fucsia que se diluye en un entorno urbano tenebroso y hostil sumamente distante del que vio nacer a la menor, en una isla paradisíaca en la que, por las noches, los hombres del pueblo se afanaban en sacar los restos de sus seres queridos del cementerio por miedo fundado a que las fauces del mar los hicieran desaparecer para siempre.
Angustia climática
Y de una isla que nunca existió, pero que permite explicar las consecuencias de los desplazamientos climáticos para niñas y adolescentes, a un Campo de Gibraltar cada vez más enfermo, como denuncia Beatriz Poncela, miembro de la organización Agaden-Ecologistas en Acción. “Las precipitaciones no llegan, nuestros pantanos están al 40% y nuestro pulmón verde, el Parque de los Alcornocales, que hace del estrecho un lugar mágico que atrapa las precipitaciones, está enfermo”, explica la portavoz ecologista.
A estos problemas se une el ritmo de construcción frenético, según Ponela: “Nos preocupa el crecimiento de las urbanizaciones en un litoral enormemente deseado por todo el mundo, ya que tenemos un clima maravilloso y unas playas que ya no quedan en el Mediterráneo, ni en el Atlántico”.
Beatriz compartió un conversatorio sobre el derecho al agua el sábado 28 de mayo, dentro de las actividades del FCAT con la investigadora del Centro Común de Investigación de la Comisión Europea en Sevilla, Ana Díaz. Con tono sereno pero combativo, la sevillana tiene claro el falso dilema de actuar individualmente frente a problemas globales.
“Nos han hecho una trampa diciendo que tenemos responsabilidad individual, tanto con respecto al agua como con el cambio climático”. La investigadora, que sabe perfectamente lo que vale un gesto como cerrar el grifo cuando nos estamos lavando los dientes, mira hacia arriba. “Pero que no nos engañen. Nuestro impacto es mínimo individualmente, solo tenemos un impacto colectivo y, para ello, nuestros gobiernos deben responsabilizarse de proteger y recuperar los ecosistemas y no dejarlo en mano de especuladores”
“Yo tengo ansiedad climática todos los días de mi vida”, argumenta Díaz con tono sarcástico. “Es importante que tomemos consciencia de que lo que pasa en Sevilla, en el Campo de Gibraltar o en zonas de África como vimos en el documental de ayer (Marcher sur l’eau) es sistémico y, como tal, necesitamos soluciones sistémicas”.
El conversatorio entre Ana Díaz, Beatriz Poncela y Antonio Vegara, jefe de estudios delegado de la Sección de Educación Permanente de Tarifa, termina. Poco a poco, las participantes van abandonando el recinto en el que se han visibilizado los problemas en el acceso, saneamiento y abastecimiento de agua, pero, sobre todo, se ha puesto el foco en las soluciones sistémicas, que tienen que ver con votar a representantes políticos que actúen contra la emergencia climática en Andalucía.
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