Salua El Omari, activista rifeña afincada en Andalucía, indaga en la identidad amazigh y la lucha por la defensa de derechos de las personas migradas de El Rif desde la diáspora.
Salua El Omari es psicóloga y activista rifeña en Andalucía. Nacida en la meca de la lucha de los derechos civiles y sociales en Marruecos, Alhucemas. Una tierra condenada a la invisibilización y abandonada por un sistema corrupto y opresor, de la que huyen personas por no encontrar su hogar dignificado. Ella, como miles de jóvenes en la diáspora, forma parte del Hirak, un movimiento de protesta popular que tuvo lugar en la región del Rif, en el norte de Marruecos, a raíz del asesinato de Mouhcine Fikri el 28 de octubre de 2016. Las protestas se articularon en torno a la demanda pacífica de derechos sociales, económicos y culturales. Los choques violentos de la policía contra los manifestantes condujeron a la detención de más de 1.000 participantes de las protestas, sufriendo una violenta represión por parte del régimen marroquí.
Teniendo en cuenta todas estas injusticias que sufre su pueblo, la activista decide fundar la asociación sociocultural rifeña-andaluza “Rala Buya”, cuya finalidad es brindar a los residentes en Andalucía el conocimiento necesario sobre la cultura y la historia del Rif. La inquietud y compromiso de Salua con la lucha del pueblo amazigh y los derechos de las personas migrantes la han encaminado a reivindicar la dignidad de un pueblo condenado históricamente al ostracismo.
Su movilización comenzó cuando el 26 de mayo de 2017 empezaron las detenciones, el mismo día de su graduación en la Universidad de Almería (UAL). A la mañana siguiente, se despertó con el estallido de mensajes de sus amistades (detenciones arbitrarias, represión, secuestros, huidas, etc..). Esos días fue cuando descubrió que el territorio que dejó con 15 años no era lo democrático como ella creía. Tras tres días de llantos e impotencia, materializó la rabia “haciendo algo” y decidió dar una charla en la UAL para dar a conocer la situación de opresión y represión que sufre el pueblo rifeño al otro lado del charco.
Aunque desconociera algunos detalles de la historia de su territorio, la mayoría de sus amistades ya participaban en la revuelta del Magreb del 20 de febrero de 2011 y tenía referentes y relatos que contextualizarían lo que iba a ser la primera intervención pública sobre El Rif en Andalucía. Por supuesto, esta exposición no estuvo exenta de represalias por parte del gobierno marroquí.
Para muchas mujeres, el Hirak ha sido una oportunidad para ganar confianza, valentía, convertirse en sujetos políticos, y debemos cuidar que no existan frenos.
Decidiste volver a Alhucemas en un momento agitado tras tu charla en la Universidad de Almería. ¿Qué pasó cuando arribaste?
Me quitaron el pasaporte, una práctica muy extendida del Majzen-. Pasaron meses hasta que me lo devolvieron e inmediatamente volví. Empecé a preguntarme si había rifeños movilizándose en la diáspora. El 31 de septiembre se hizo una reunión en Granada. Acudí sin conocer a nadie, aunque quienes estaban presentes sí me conocían por la charla que di en la Universidad de Almería. Fue ese día cuando empezó mi activismo. Fue importante para mi tener en cuenta que reivindicar y visibilizar la causa rifeña tenía que ir lejos y no solo a corto plazo, sobre todo cuando empecé a cuestionarme el tema de la identidad.
Identidad que se materializó en la formación de la Asociación Rala Buya, nombre referido a la reina Amazigh que luchó por la resistencia a la invasión árabe en el Magreb. ¿Aludir a la memoria y la cultura rifeña es una manera de dar a conocer el contexto sociopolítico que está viviendo el pueblo?
Quería trabajar la cuestión de la identidad, no tanto para nuestra generación, sino para las futuras. Llevar al parlamento andaluz la denuncia de los presos políticos rifeños y que la gente entendiera que en Marruecos hay una cultura, identidad propia como la Amazigh y un idioma que no pudimos reconocer en los espacios públicos porque hay una colonización clara en el Rif. Un empeño en arabizar una región, y anular al “otro”, eso es lo que hemos vivido y desde que tengo uso de razón lo veo en el entorno. El Decreto Real de militarización de 1958 en Alhucemas es un claro ejemplo de esta colonización.
ste patriarcado está en muchas esferas, y soy consciente de que es un camino que trazamos para que nosotras nos veamos representadas, respetadas y se nos tome en cuenta como una más en el proceso político.
Se habla de la migración del Magreb a Europa, pero poco sobre el por qué de la huida de los rifeños y el aumento del número de familias que aterrizan a las costas andaluzas. ¿Tenemos un desconocimiento de qué está sucediendo en El Rif? ¿Por qué?
Coincidió que cuando estaba en una organización de protección internacional trabajando aumentó el flujo migratorio del Rif hacia el territorio español. El primer año que estuve, el perfil era casi siempre hombre joven soltero de nacionalidades diferentes. El segundo año, fue cuando la gente empezó a sorprenderse de la cantidad de personas que procedían de El Rif. Recuerdo cuando me dijeron que fuera a atender a dos unidades familiares completas en una patera que llegó a Motril y lo sorprendida que me quedé. Te esperas que lleguen jóvenes huyendo de una represión, pero no familias al completo provenientes de zonas rurales, despojadas de sus tierras y jugándose la vida en una patera. Más tarde, comenzaron a venir chicas jóvenes solas, cuando hasta ahora solo lo hacían por reagrupación familiar, o por matrimonio.
Hay que destacar que aquí a Andalucía han llegado muchos chicos jóvenes, procedentes de la provincia de Nador que han sufrido abusos y violaciones por parte del Majzen en zonas insospechadas y subterráneas de aldeas.
La indignación en mí crecía. Al principio, cuando escuchaba el lema “ni olvido ni perdón” me parecía extremo. Tras escuchar y atender personas que han vivido estas situaciones vejatorias entendí que yo también tenía que adoptar “ni olvido ni perdón”.
El movimiento del Hirak en Andalucía, liderado por jóvenes de la diáspora rifeña ha estado articulado. ¿Cuáles son los principales logros que habéis conseguido?
Empezamos a articularnos con un comité que aglutinó a diferentes personas (jóvenes, mujeres, ex-activistas de los años 80, etc). Nuestro objetivo principal era buscar apoyo para visibilizar nuestra lucha, por todo lo que engloba el Rif, reclamando la liberación de los presos políticos y justicia por el asesinato de Mohsine Fikri.
Al principio, empezamos con reuniones para ver cómo podían apoyar. Podemos estuvo apoyándonos al principio, y conocimos a organizaciones que se sumaron a las denuncias. Dar a conocer la situación de El Rif fue nuestra principal motivación y por eso intentamos organizar charlas, jornadas. Conseguimos posicionarnos, sentirnos apoyados por historiadores, periodistas, organizaciones, y activistas y simpatizantes de pueblos como el palestino, el saharui o el kurdo.
Llegamos al parlamento andaluz en Sevilla, donde nos escucharon todos los partidos políticos, menos el PP. Yo pensaba que a nivel político era lo máximo que se podría conseguir, aunque descubrí que no era suficiente.
Me siento rifeña y andaluza a la vez.
El proceso de anulación y marginalización de la cultura amazigh en El Rif ha sido una constante desde hace muchos años. Las jóvenes han reivindicado el rescate de la memoria identitaria. ¿Ha generado algún conflicto entre quienes habitan en la diáspora y quienes se quedaron?
Me acabo de acordar de la indignación que sentí en 2º de carrera, en Psicología de grupos, cuando la profesora aludía a las personas que mantenían su identidad (aislamiento, radicalismo, etc…). En esa clase me indigné mucho porque no había un “cajón” para meter a aquellas personas que se sientan de ambas partes, de muchas o cuyas identidades se conforman al margen de un grupo concreto. Todas las emociones que tengo relacionadas con mi identidad están rotas. Odio y no me gusta nada que me digan “¿de dónde eres?”. Cuando me vine aquí “obligada” con 15 años, me sentía rifeña y decía que aquí estaba a corto plazo, que una vez terminados mis estudios volvería a Alhucemas. Estando aquí, casi que vivía allí, iba siempre que podía. Conforme pasa el tiempo sientes que tienes que decidirte, hasta que me reconcilié con ella de alguna manera. El ser las dos cosas, cuando vas ahí eres extranjera, y cuando estás aquí también lo eres… Entonces, ¿a quién pertenezco? Comprendí entonces que no era necesario ser de aquí o ser de ahí, no es necesario decidir. Me siento rifeña y andaluza a la vez.
¿La arabización e islamización, junto con la situación socioeconómica de El Rif, ha generado un desencuentro identitario?
Evidentemente si estuviera la zona mejor a nivel socioeconómico, político y cultural estaría allí, lo tengo claro. Pero vivir bajo las circunstancias sociales actuales, donde ves a un pueblo mucho más religioso, reprimido, limitado, es difícil. Mi generación ha crecido justo con ese proceso de arabización e islamización de la zona. Sin embargo, la de mi madre ha sido bien diferente, no había presión social para ponerse el velo, viajaba, entraba, estaba en espacios públicos activistas, etc… De repente, todo cambia cuando cumplí los 6 años. El profesorado que tenía era radical, religiosamente hablando. A los 8 años comencé a llevar velo. Recuerdo que cuando llegaba a casa mi padre me decía: “!Quítate esa mika de la cabeza!”. Pero había una presión de grupo brutal, además de la manipulación en las escuelas y en los espacios públicos.
Estando en Andalucía, como mujer, has asumido mejor esa complejidad de colonización y aculturización, ¿Cómo has ido estableciendo puentes entre aquí y allí?
Yo soy bastante realista y analizadora.Diferencio muy bien cómo ha ido cambiando nuestra sociedad rifeña. Ya había machismo, evidentemente, pero el islam empeoró todo. Por eso, me gusta separar la religión, el machismo, y la tradición y cultura.
Un ejemplo de ello es cuando voy a visitar a mi abuela. Quienes me dicen que “no debes ponerte esa ropa” no es mi tío, no es mi padre, ni mi abuelo, son las mujeres.
Me empecé a cuestionar el porqué. Vi luz cuando caí en la lectura de un libro que versaba sobre la colonización española en Marruecos y su influencia y adoctrinamiento religioso a las mujeres. Se daban muchisimas más clases de islam a las mujeres que a los hombres. ¿Por qué? Porque quienes llevaban las riendas en las casas, y por lo tanto, en la sociedad, eran las mujeres, sabían que era la manera de controlar la sociedad rifeña, y es cambiando a la mujer rifeña. Todo empezó aquí.
El movimiento Hirak que está ahí está reprimido, no puede opinar, no puede confrontar. Esto hay que tenerlo en cuenta, es como si estuvieras en una gran cárcel; y quienes estamos aquí ya perdemos el miedo y trabajamos para luchar por nuestro pueblo. Para mi la ideología es positiva, cada cual puede llevar la religión que quiera y me parece enriquecedor. A veces ese control férreo es un mecanismo de control de represión estando allí.
Vi muy claro cuando le puse nombre a lo que sucede en la región con la palabra “colonización”.
La represión y el miedo impiden luchar por los derechos básicos de la sociedad rifeña en la región. Una vez que llegan aquí, ¿qué sucede?
Se ve muy bien cuando trabajo con las solicitudes de asilo de las personas rifeñas cuando llegan. Cuando les explico el por qué una persona tiene derecho a solicitar asilo, no se sienten identificados.
La mayoría de las familias que vienen suelen ser pescadores que acaban perdiendo el derecho a faenar en sus aguas, como las de Temsaman. Habiendo sido expulsados y relegados de sus faenas para subsistir por parte del Majzen. El relacionar la causa de su salida con la expropiación de tierras y tener la opción de solicitar asilo no lo ven, precisamente porque se ha normalizado esa represión y persecución.
Para mi es fundamental trabajar con abogado/as para que entiendan que la llegada de estas personas son motivos de asilo. Es difícil porque el personal de organizaciones desconocen la coyuntura sociopolítica de El Rif, por eso es importante romper el silencio mediático. Siendo así es como algunas organizaciones andaluzas han sabido articularse para trabajar por la defensa de los derechos de las personas que llegan de El Rif.
Vi muy claro cuando le puse nombre a lo que sucede en la región con la palabra “colonización”. Entonces ahí entendí el por qué de la militarización de la zona, que no tengamos nuestra lengua en el colegio, que haya un desplazamiento político. De repente encajó todo. Encontré respuesta a todas las cosas que estaban ahí en mi cabeza.
Las mujeres rifeñas fueron las artífices de las denuncias de los encarcelamientos de los presos políticos del Hirak, además de velar por los cuidados de estos cuando acudían a las cárceles. Volvéis a ser vosotras quienes, desde aquí, alzáis la voz para ser escuchadas. ¿El feminismo ha sido clave para romper ese silencio mediático del que hablas?
Si no fuese por las mujeres ahora mismo tú y yo no estaríamos hablando de algo llamado El Rif. Es cierto que ha habido muchos frenos y machismo dentro del propio movimiento. Este patriarcado está en muchas esferas, y soy consciente de que es un camino que trazamos para que nosotras nos veamos representadas, respetadas y se nos tome en cuenta como una más en el proceso político. Hay muchas mujeres que empezaron a encabezar movimientos, jornadas, y algunos comportamientos y comentarios poco a poco te van eliminando. Incluso de personas de “aquí” que te ven como “la guapa y sabes hablar”.
Para muchas mujeres, el Hirak ha sido una oportunidad para ganar confianza, valentía, convertirse en sujetos políticos, y debemos cuidar que no existan frenos.
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