Cinco de la mañana en Buenos Aires. Frío, viento y oscuridad, solo iluminada por los pocos coches que atraviesan la ciudad en mitad de la pandemia. Es 30 de junio y, del otro lado del océano, María del Carmen Muñoz (Santander, 1985) comienza su inspiradora charla para investigadores que, como ella en dos ocasiones, quieren solicitar la beca más prestigiosa de la Comisión Europea.
Sí, la Doctora en Bioquímica de la Universidad de Córdoba (UCO) es una de las pocas personas que puede decir que ha sido seleccionada no una, sino dos veces, para que su estudio sobre cianobacterias marinas y, específicamente, la función y composición de las vesículas que liberan, sea financiado por las acciones Marie Sklodowska-Curie.
Las cianobacterias, “mis bichos”
María del Carmen o “Mari”, como la conocen sus más allegados, nació en Cantabria, aunque es andaluza. De madre madrileña y padre cordobés, se trasladó a la ciudad española que más títulos Patrimonio de la Humanidad de la Unesco alberga a los siete años y su acento no engaña. Si bien siempre había querido estudiar Medicina, la falta de unas décimas en Selectividad, la antigua Prueba de Acceso a la Universidad, le hicieron convertirse en especialista de cianobacterias marinas.
“A veces no conseguir lo que quieres es un golpe de suerte”, le dijo su padre una vez. Y así fue. La falta de unas décimas en Selectividad, le hicieron convertirse en especialista de cianobacterias marinas.
“A veces no conseguir lo que quieres es un golpe de suerte”, le dijo su padre una vez. Y así fue. Muñoz recuerda este consejo paterno meses después de la charla online en la que desmenuzó el proceso de selección para decenas de investigadores de todo el país, animándoles a no desfallecer frente a las dificultades propias del trámite europeo.
A los 18 años, su profesor José Manuel García Fernández le ofreció la posibilidad de ser alumna interna en su laboratorio del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Córdoba. Gracias a un máster y posteriormente a los estudios de doctorado -que realizó entre la UCO y diversas estancias en el Instituto de Bioquímica Vegetal y Fotosíntesis (IBVF) de la Isla de la Cartuja (Sevilla), Muñoz comprendió su verdadera vocación: la investigación sobre las cianobacterias, microorganismos muy abundantes en el océano.
“Es ciencia básica”, responde la investigadora cordobesa cuando se le pregunta sobre su objeto de estudio. Sosegada y convincente, su voz toma paulatinamente ese tono, que pasa del jovial, durante los pormenores fuera de la entrevista, a la retahíla serena para oyentes poco duchos en la materia que, se intuye, ha tenido que repetir decenas de veces. “El plancton es lo que comen las ballenas y está conformado por zooplancton, que son ‘pequeños animalitos’ y fitoplancton, que sería algo así como pequeñas plantas que no se ven a simple vista, por lo que debemos utilizar microscopios para estudiarlas”, resume, consciente de que cualquier simplificación de la realidad aleja la explicación de la verdad científica.
María del Carmen es una divulgadora nata, como se observa en su blog. Frases sencillas, aunque repletas de complejidad en inglés o en español, que permiten discernir que su principal objetivo es que quien quiera escucharle pueda entender: “Las cianobacterias marinas forman parte del fitoplancton y Synechococus y Prochlorococcus son las más abundantes del planeta. Synechococus se encuentran en la costa, donde hay muchos nutrientes, y Prochlorococcus abundan en el océano abierto de la zona tropical”, especifica mientras continúa con su particular clase telefónica.
Un arma contra el cambio climático
“Si las cianobacterias realizan la fotosíntesis como las plantas terrestres, captan CO2 y producen oxígeno, son un arma imprescindible contra el cambio climático”, ilustra en el enésimo ejemplo de la importancia de su objeto de estudio. Sin dar posibilidad de réplica, la doctora Muñoz continúa: “La mitad de la fotosíntesis del planeta la realizan las plantas terrestres y el resto el océano, mediante los organismos fotosintéticos marinos (fitoplacton marino), entre los que se encuentran las cianobacterias, por eso se dice que son el otro pulmón del planeta”.
“La mitad de la fotosíntesis del planeta la realizan las plantas terrestres y el resto el océano, mediante los organismos fotosintéticos marinos (fitoplacton marino), entre los que se encuentran las cianobacterias, por eso se dice que son el otro pulmón del planeta”.
María del Mar Muñoz
Una y otra vez, la investigadora no ceja en su afán por expresar, mediante un lenguaje comprensible, fenómenos complejos y microscópicos. Hasta su tesis doctoral, se pensaba que Prochlorococus realizaban la fotosíntesis, es decir, que utilizaban la energía de la luz para sintetizar carbohidratos, pero no podían utilizar carbohidratos del océano. Sin embargo, revelaron que estas cianobacterias tenían un transportador de glucosa de alta afinidad: “Descubrimos que Prochlorococcus no solo se alimenta a través de la fotosíntesis, sino también de azúcares y, en particular, de glucosa, que está en todos los mares”, afirma orgullosa, “imagina lo importante que es estudiar lo que te da la vida”.
Habla de sus cianobacterias como “sus bichos” o “sus hijos”. Son suyas, con ese pronombre posesivo que las hace propias, conocidas y cercanas. Pero no fue hasta que uno de sus directores de tesis contactó con un colega del National Oceanographic Center de Southampton (Inglaterra) para que la investigadora pudiese participar en una campaña oceanográfica, que Maria del Carmen pudo verificar sus resultados fuera del laboratorio, en mar abierto.
El interés de la doctora Muñoz por querer conocer cuál era el comportamiento metabólico y nutricional de las cianobacterias en su propio hábitat, provocó que la especialista en ciencias marinas participase en su primer crucero oceanográfico, recorriendo el Atlántico de norte a sur, desde el puerto inglés de Southampton, el mismo del cual partió el famoso Titanic, hasta Chile.
Crucero vital
Dos meses trabajando en un crucero oceanográfico es todo lo contrario a la onírica idea que se nos puede pasar por la cabeza, según la investigadora de la UCO. “Fue la primera vez que montaba en barco y, para mí, fue bastante duro. Siempre trabajando y sin dormir, aunque disfruté muchísimo”, recuerda la especialista en microbiología marina. “Trabajábamos todos los días porque en el barco no había lunes o domingo. Los días eran coger muestras por la mañana, hacer pruebas, coger muestras por la tarde y hacer pruebas…, pero aprendí mucho de esa experiencia”, recuerda María del Carmen Muñoz.
Córdoba, Sevilla y Southampton fueron los tres ejes que le ayudaron a conseguir su primera Marie Curie durante dos años y ocho meses en la Universidad de Santa Cruz de California (Estados Unidos) y a publicar un artículo, por el que ganó el Premio de investigación Jacobo Cárdenas Torres 2014-2015 de la UCO. Mientras “echaba de comer a sus niños”, como denomina coloquialmente a su labor profesional, los equilibrios profesionales y personales se mantenían como se podían.
La investigación universitaria en España es muy complicada, y más aún para investigadoras noveles, que deben afrontar grandes desafíos al inicio de su carrera académica relacionados con las escasas oportunidades laborales, la precarización, la falta de financiación y el deseo de seguir dedicándose a lo que les apasiona.
El mensaje dentro de la botella
La investigadora cordobesa realizó la solicitud en agosto de 2013 y el 30 de abril de 2014 estaba en Estados Unidos. “Fueron los tres años más felices de mi vida, trabajando en la Universidad de Santa Cruz, en California, y colaborando con la Universidad de San Diego, la Universidad de Hawaii y realizando distintos cruceros oceanográficos desde mi estancia en Estados Unidos”, expone la investigadora de la UCO, quien reconoce que la vuelta a Andalucía, aunque deseada, también fue dura.
“Vienes un poco ‘subidita’ pensando que lo mejor está fuera, pero no. Lo mejor está aquí, pero tienes que saber cómo hacerlo, a través de muchas colaboraciones porque, desgraciadamente el dinero sí que está fuera”, afirma Muñoz.
Tras trabajar durante un periodo en la Universidad de Córdoba y declinar varias ofertas en Suecia y Hawaii, uno de sus actuales jefes vio en una red social la posibilidad de solicitar otra beca de la Comisión Europea y, aunque María del Carmen no creía que fuese posible, fue valorada con un 98%. “Una barbaridad”, apostilla “De pensar que iba a volver a vivir con mis padres a tener la oportunidad de crear mi propia línea de investigación, hacer lo que me gusta”, confiesa.
“De pensar que iba a volver a vivir con mis padres a tener la oportunidad de abrir mi propia línea de investigación, hacer lo que me gusta”, confiesa.
Hace seis años, la investigadora del Massachussets Institute of Technology (MIT), Sallie Chisholm, quien había descubierto la cianobacteria marina Prochlorococcus y un discípulo suyo, el investigador posdoctoral Steven Biller, avanzaron un paso más. Observaron que las cianobacterias liberaban unas pequeñas vesículas, es decir, “paquetes” de información genética y compuestos orgánicos.
“Se sabe que el océano está lleno de estas vesículas y se piensa que pueden intervenir en la transferencia horizontal de genes, es decir, que, como los virus, pueden infectar unos a otros, creando así una mayor biodiversidad marina”, continúa la doctora, cada vez más interesada. “Son como el mensaje de la botella en el mar, porque llevan información dentro pero no se sabe muy bien para qué es ni qué tipo de contenido tiene”, explica con la enésima metáfora.
La especialista en las adaptaciones al metabolismo del nitrógeno y el carbono en Prochlorococcus y Synechococcus, planteó a la Unión Europea una segunda Marie Curie para estudiar cuál era el contenido de esas vesículas, para qué servían y si su función se modificaba dependiendo de las condiciones en las que se encontraban estas cianobacterias.
María del Carmen investiga el mensaje dentro de la botella y eso le ha llevado a trabajar durante dos meses en Boston con los especialistas que descubrieron la existencia de las vesículas objeto de su estudio, con los que sigue colaborando desde Córdoba. “Llevaba toda mi vida estudiando un bicho y las vesículas de estas cianobacterias que ha descubierto esa mujer y ahora colaboro con ella desde Córdoba, lo que me hace sentir muy afortunada”, confiesa la investigadora de la UCO.
Consciente de todos los esfuerzos que ha tenido que hacer, su perseverancia y entusiasmo se sienten en cada explicación. Desde la charla en la que advertía de la importancia de compartir las investigaciones con especialistas alejadas del área de conocimiento, hasta su afán por utilizar humildes metáforas que permitan a cualquiera entender a qué se dedica esta cordobesa desde hace casi veinte años.
María del Carmen Muñoz ha comido hoy con su familia. Es el último domingo de septiembre, soleado y caluroso, pero para “Mari” el fin de semana ya ha terminado. En cuanto termine la conversación con La Poderío, la doctora en Bioquímica Marina, que ahora sueña con participar en el Homeward Bound Project, en el que cien científicas de todo el mundo investigarán sobre cambio climático en la Antártida, repasará los contenidos de su clase de mañana en la Universidad de Córdoba, donde comenzó su pasión y ahora trabaja junto con algunos de los investigadores más prestigiosos en ciencias marinas.
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