La pena negra, una exposición fotográfica sobre el luto en Andalucía
La pena negra, una exposición fotográfica sobre el luto en Andalucía

Laura Rueda

31 octubre 2019

“He hecho este proyecto porque creo que forma parte del lugar del que soy, Andalucía”- Entrevista a la fotógrafa malagueña  Virginia Rota.

No me recuerdes el mar,

que la pena negra, brota

en las tierras de aceituna

bajo el rumor de las hojas.

¡Soledad, qué pena tienes!

¡Qué pena tan lastimosa!

Lloras zumo de limón

agrio de espera y de boca.

Extracto de ‘Romance de la pena negra’, del Romancero Gitano de Federico García Lorca.

No existe un luto único ni un catálogo en el que podamos consultar todas las reglas que hay detrás de esta tradición. En cada pueblo de nuestra geografía andaluza se representa el dolor tras la muerte de una manera diferente. Y, a veces, es cada familia quien lo moldea a sus propias costuras. Sobre esta costumbre, que se remonta a la época de los Reyes Católicos, que cambiaron el blanco originario por el negro como símbolo, ha trabajado la fotógrafa malagueña Virginia Rota, creando un proyecto de trece retratos, con sus trece historias de vida y muerte, llamado La pena negra. Una exposición fotográfica que nos habla del luto, aunque la mayoría de las veces se cuele también el duelo. 

El duelo 

Hay una diferencia entre el luto y el duelo. El luto nos habla de las tradiciones impuestas socialmente, que giran en torno a la muerte. Y el duelo es un proceso psicológico cuando se pierde algo o a alguien. Era muy fácil que, aunque a mí me interesara documentar el luto, la conversación se fuera al duelo y al llanto todo el rato. Estas personas, que en su mayoría no hablan con nadie, y si lo hacen no hablan sobre la muerte, sino de cosas cotidianas, me daban las gracias por haberse podido desahogar conmigo”, confiesa Virginia. “Cuando alguien te abre la puerta de su casa y te cuenta su historia y son personas, la mayoría, que no salen de casa ni para comprar, se establece un vínculo increíble y conectas con eso”.

«¿Vas a estar toa la vida de dios con el luto? Me dicen. Pues mira, pues sí. Porque yo soy una persona mayor, pa que me quiero quitar el luto. Yo no me pongo na, yo vestía de negro, siempre».

Josefina, entrevistada para La pena negra, de luto por la muerte de su hija.

Aunque algunas mujeres como Josefina decidan no salir ni para comprar, no todo el mundo puede encerrarse en casa para siempre. Marina, que se quedó viuda y con hijos muy joven, tuvo que ponerse a trabajar enseguida para mantenerlos. Sin embargo, no la contrataban en ningún sitio por ir vestida entera de negro. “La primera vez que encontró trabajo, en un hotel o un restaurante, le pusieron un mono blanco. Dice que lloraba porque la sociedad no la entendía y no la respetaba”, relata Virginia.  

Una de las fotografías de la exposición La pena negra.

Pueblos pequeños

Virginia Rota reside en Madrid, aunque decidió centrarse en Extremadura, Galicia y, sobre todo, Andalucía, por ser núcleos donde se sigue conservando el luto. Este proyecto parte de una beca de ayuda a la creación del programa de la Junta de Andalucía, Iniciarte, y ha tenido a esta fotógrafa malagueña y a su mejor amigo, el dramaturgo José Andrés López, recorriendo las geografías andaluza, gallega y extremeña durante un año.

“Íbamos por los pueblos de Cádiz, Málaga, Granada, Huelva… con el coche y de manera totalmente aleatoria, sin saber si había personas haciendo luto o no. Hemos intentado ir a pueblos pequeños, sin masificación turística. Llegábamos por la mañana temprano, desayunábamos en el único bar que estaba abierto, que casi siempre estaba solo lleno de hombres, y empezábamos a hablar con ellos. Le preguntábamos si había alguien de luto. Si nos decían que sí, nos quedábamos y los buscábamos en el mercado, en la iglesia o en su casa. Y si nos decían que no, nos íbamos al pueblo siguiente y así”, recuerda Virginia.

Las fotografías están tomadas en Extremadura, Galicia y, sobre todo, Andalucía, por ser núcleos donde se sigue conservando el luto.

Trece fotos con sus trece historias

Entrar a las casas de estas personas no ha sido fácil y, por cada sí ha habido muchos noes. “Aunque veis trece fotos, hay cincuenta detrás que me han dicho que no, porque al final es algo muy íntimo y hay personas que quieren compartirlo y otras que no”. Los trece retratos van conectados a cascos que incluyen audios donde las protagonistas cuentan sus historias. “En ellos podemos escuchar cosas que me han contado sobre la tradición, como que la leche no se puede beber porque es blanca y el blanco es alegría. Si la vajilla es blanca es mejor si la cambian a un color más oscuro. La tele, por supuesto, se tapa y no se vuelve a ver. No se vuelve a escuchar cante nunca jamás”, relata Virginia. 

«Carne no comemos, pescao sí. La carne es alegría. Porque la carne que se ha muerto ya es carne. Y pensamos… “¡ay dios mío que estamos comiendo…!” Es que me da frío… La carne… Na más de verla ya te impone».

Rosa, entrevistada por Virginia Rota para su proyecto La pena negra.
Los trece retratos van conectados a cascos que incluyen audios donde las protagonistas cuentan sus historias.

Cada luto es un mundo 

Cuando comenzó el proyecto, Virginia estaba muy obsesionada con crear una especie de catálogo, que no existe, sobre el luto. Después de un año de trabajo ha comprendido que esto es imposible. “Intenté leer y no encontraba apenas información. Cada luto es diferente, no solo en cada pueblo, en cada familia se estructura y se impone de una manera determinada y se tiene fe ciega en eso. Se aislan del mundo. Algunas personas me han dicho que no han vuelto a encender la tele y que no lo volverán a hacer en su vida porque les parece una falta de respeto muy grande, pero sin embargo sí que leen. Otras personas encienden la tele desde el primer día, y en cambio no salen a la calle. Antiguamente, cuando fallecía alguien, no se encalaba la puerta. Entonces se caía a pedazos y no se barría”.

Tampoco hay consenso en cuanto a los tiempos, según el parentesco que te una al familiar fallecido (marido, hijo, padre o abuelo). “Algunas personas, si se muere el hermano, lo llevan tres meses, otras lo llevan dos años. Si se muere el hijo casi todo el mundo lo lleva siempre hasta que se entierra y si se muere el marido, hay muchas mujeres que también”.  

«El hombre… Siempre se ha visto que el hombre es más libre, porque no puede aguantar lo que aguanta una mujer. Si se queda con hijos no es igual que una mujer. Yo me quedé con cinco hijos, con esta hija con tres meses, y les cuidaba a ellos y a la casa y a mi luto, y un hombre es diferente. El hombre a los tres o cuatro años se busca una compañera o se quita el luto, eso es depende».

Petra, entrevistada por Virginia Rota para su proyecto, La pena negra.
El tiempo del luto depende del parentesco familiar y del tiempo que quiera cada una.

Una tradición impuesta a la mujer

Aunque en el proyecto también conocemos la historia de Antonio, que se ha puesto el luto por  decisión propia, las personas retratadas en su mayoría son mujeres. “Casi todo el luto ha sido impuesto para la mujer. Muchas de las entrevistadas me han reconocido que es una tradición machista. Si se muere la madre del esposo, por ejemplo, él se va al bar con los amigos a beber y ella se queda en casa con el luto”.

«Los niños son intocables. No se pueden vestir de negro, porque se les cae la picha. Porque los machos han tenido siempre más derecho que nosotros. Son intocables. Es machismo puro, más claro agua. Las mujeres se pueden vestir de negro de pie a cabeza, no volver a salir a divertirse. Y ellos después del entierro a los bares. Pasándotelo bien, haciendo lo que te gusta. Y las mujeres no. Eso es machismo puro y duro».

Isabel, entrevistada por Virginia Roa para su proyecto La pena negra. 

“Marina, de 48 años, lleva más de 20 de luto muy riguroso. No tiene nada en la casa. Me contaba que cuando el marido muere, la mujer gitana tiene que vaciar su casa, no puede tener nada de riqueza. Entonces todos los adornos se guardan, todas las fotografiás. Lo único que puedes poner y deberías, cuando se te pasa un poco el dolor, cuando ha pasado un año, son fotos de tu marido por la casa, para recordar que el dolor no se va”, nos cuenta Virginia.

Antonio, que se ha puesto el luto por  decisión propia, es el único hombre de esta exposición de 13 historias de luto y duelo.

El luto no siempre va de negro

En este proyecto también hay personas que han decidido no vestirse de negro. Estrella es una mujer de Malpica, un pequeño pueblo costero y pesquero de Galicia, que perdió a su marido y a su hijo, pescadores, cuando salían con su barco, los Tonechos, en 1991. “Fue un caso muy sonado porque el barco salió con ocho marineros. Ese día la mar se enfadó y el barco se fue a pique y desaparecieron”, relata Virginia. Durante diez días se reunieron en casa de Estrella para hacer un velatorio sin cuerpos. “Toda la gente de Malpica en su casa día y noche, apoyando, trayendo comida… otros no tanto”.

Estrella sigue viviendo en la misma casa frente al puerto, donde cada año hacen la fiesta del mar y uno de sus hijos se hizo pescador tras la tragedia. “Ha decidido no llevar luto, porque dice que el negro no devuelve a los muertos. Me parece que su luto es el mar, que está en frente de su casa. Me interesaba mucho su postura, por ser de un sitio tradicional, pequeño y aún así haberse rebelado contra eso… por eso está en el proyecto. En cambio, está muy a favor de los tanatorios porque dice que después de vivir tantos días de velatorio en su casa es lo mejor que han inventado”.

Algunas personas visten de negro para sentir a la persona más cerca.

Una losa y un consuelo a la vez 

Le preguntamos a Virginia que si después de un año conociendo historias de personas con luto cree que se trata más de un consuelo o de una losa para ellas. “Ellos mismos dicen que no es vida y que están enterrados y no lo quieren para sus hijos, pero a la vez dicen que si no llevan el negro se sienten solos y abandonados y que es lo único que les queda. Sienten que si llevan el negro tienen a la persona más cerca. Hay una contradicción tremenda, yo no puedo ni opinar, no tengo un juicio. Es una tradición llena de contradicciones”.

«Pienso… Y entonces no sé qué tiempo lo voy a tener porque yo nunca he sido partidaria del luto, y ahora me siento más a gusto conmigo misma si lo tengo puesto. Que no es por la gente, porque a mí jamás me ha importado lo que diga la gente, yo he respetado lo que ellos han hecho y siempre he hecho lo que yo he visto. Es verdad que cuando se me ha muerto un familiar yo siempre para el entierro me he vestido de negro y ya está. Pero ahora lo necesito».

María, entrevistada por Virginia Rota para su proyecto La pena negra. 

Homenaje a su abuela Pepa y a sus raíces andaluzas

La pena negra surge por dos motivos. “El primero es una cuestión meramente estética”, confiesa Virginia, “tenía un recuerdo de cuando era adolescente e iba a Frigiliana y recordaba un pueblo blanco entero y manchas negras que caminaban por allí. Quería volver a este recuerdo y crear algo sobre eso”. El otro motivo conecta a Rota directamente con su abuela Pepa y con sus raíces andaluzas. “Yo la conocí de negro y la despedí de negro también. Nunca pensé que se debiera a algo extraordinario, me parecía algo normal. He hecho este proyecto porque creo que forma parte del lugar del que soy, Andalucía, y no sé si hay alguien que lo está recogiendo”. 

Laura Rueda

Laura Rueda

Creo en la comunicación que reivindica otras realidades, y en la cultura como herramienta de transformación del alma y de la sociedad. Nunca me etiquetes ni me digas que no puedo hacer algo, soy una entusiasta con la energía y cabezonería suficientes para demostrar que mi manada y yo siempre podemos.

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