RTVE apuesta por una serie ambientada en Málaga donde no faltan personajes femeninos que no hay que perder de vista
Malaka va de boca en boca y, por lo que hemos podido leer, no siempre para resaltar sus virtudes. Por un lado, llevamos desde el estreno escuchando quejas sobre el acento del elenco en la serie: que si no se entiende nada, que si no saben hablar o que si necesita subtítulos. Esa retahíla aburrida que suele aparecer en cuanto el andaluz se hace presente y parece que importuna a gentes de hablas castellanas y con muchas eses. A nosotras nos maravilla y nos enamora encender la televisión y ver a actrices y actores andaluces, y no a actrices y actores imitando o forzando el andaluz sobreactuando más que otra cosa. Aunque cierto es que ya viene acompañando a la serie un diccionario que ha generado opiniones discordantes en las redes.
Por otro lado, también hay que escuchar a las gentes malagueñas quejarse de la imagen de la ciudad que está mostrando la serie; que con lo bonita que está Málaga, que hay que ver lo que se han puesto a sacar, que si habrá cosas de las que presumir en la ciudad y mira lo que ponen… en fin. A nosotras nos parece que es de justicia que estos barrios aparezcan y su realidad nos golpee en la cara. Esta Málaga que la otra Málaga no quiere ver, la que molesta, la que sobra y quiere esconder bajo la alfombra la Málaga de postal que pretenden vender. Pues enterémonos: estos barrios también existen, viven y se buscan la vida como pueden y como les dejamos. Aún así, si esta trama sirve para reducir el número de visitantes anuales, el agobio de personal extranjero deambulando por las calles, la mala educación de las despedidas de soltero borrachos abordando nuestros portales y llenando apartamentos turísticos… qué quieres que te diga: bendita sea Malaka.
Malaka tiene también mucha testosterona suelta. Los chistes de tono machista aparecen desde el primer momento. También hay comentarios racistas y acoso callejero, todo un combo de “merdelloneo machirulo” que diríamos en Málaga. No está mal para dar un toque de realidad a la hora de describir las calles de una ciudad un tanto inhóspitas para las mujeres, aunque confiamos en que no abusen de ello.
El planteamiento de la serie es el de thriller clásico: la desaparición y muerte de una mujer que arrastra secretos y mentiras que salpican a diestro y siniestro. Está creada y dirigida por un equipo casi completamente masculino, y solo encontramos un nombre de mujer (Isa Sánchez) entre los siete guionistas. Sin embargo hay mujeres en Malaka, incluso protagonistas.
Las mujeres de Malaka
Uno de los personajes protagonistas es Blanca Gámez (Maggie Civantos), la detective que vuelve a su ciudad natal después de muchos años. Al llegar le encargan el caso de la desaparición de la víctima.
En nuestro imaginario, la actriz malagueña pasa de ser presa, en la serie Vis a Vis, a ser policía, un papel que ella misma ha definido como opuesto al primero que la hizo famosa. La inocente Macarena que entra en la cárcel de mujeres casi por error con el aire de no haber roto un plato, pero que evoluciona hasta un punto que incluso el personaje de Zulema (Najwa Nimri) en la tercera temporada le espeta: “has pasado de ser una niñata a una hija de puta en la cárcel”. Aquí es una mujer dura que habla bajo, pero capaz de responder a gritos cuando la molestan. Así la conocemos en el primer episodio, cuando en una gasolinera un hombre la importuna llamándola “niña”. Como pronta respuesta ella le pide un chicle para describirle los detalles del vómito que acaba de tener y terminar diciendo: “Ah, y tengo 33 años ya hace bastante que dejé de ser una niña”. El hombre se queda más molesto que ella. Como estrategia de autodefensa no está nada mal, nos gusta.
El personaje de la mujer con un pasado difícil que rehuye del presente que representa Blanca Gámez es una versión española de detectives que hemos conocido en otras series como Robin Griffin en Top of the Lake, Camille Preaker en Heridas abiertas o Sarah Linden en The Killing. Una mujer inteligente totalmente inmersa en su profesión, la cual desempeña de manera brillante y que no es capaz de asumir su vida personal con la madurez o la dedicación que se esperaría. Vemos como un punto a favor que nos muestre otros modelos de mujer. Confiamos en que el guión continúe regalándonos un personaje femenino atípico y lleno de complejidades.
La trama que complementa la desaparición se centra en una guerra entre bandas de narcotraficantes. Y en esta encontramos al personaje de la Tota (Laura Baena), que dirige con mano de hierro la familia de Los Cucos.
Nos encontramos frente a una mujer de etnia gitana, una tía: figura de autoridad a la que en términos ajenos a lo gitano llamaríamos estereotipadamente matriarca.
La actriz Laura Baena se come todos los planos y roba todas las escenas en las que participa. Ella también frecuentó la cárcel de Vis a Vis, con un personaje que mantiene bastante continuidad con el actual, donde hacía las delicias de toda la audiencia mirando a cámara directamente para hablar de su vida, del día a día en la prisión, de la amistad, así como imaginando lo que haría al salir de la cárcel.
Tenemos que confesar que nos gustaría ver lo que es una mujer y no un hombre al mando, eso si pudiéramos apreciar la diferencia.
Mary Beard afirmaba en su ensayo Mujer y Poder (Editorial Crítica, 2018): «no tenemos ningún modelo del aspecto que ofrece una mujer poderosa, salvo que se parece más bien a un hombre» y esto es lo que pasa con el personaje de la Tota: es dura, autoritaria, violenta y a pesar de haber querido darle un toque original acompañándola de una pareja mujer, ésta última es una joven sumisa y no una igual que esté a su altura, reafirmando así la masculinidad que ella encarna (o que sugiere).
Si es verdad que no se nace princesa si no que se llega a serlo, nos complace que ni la detective Blanca Gámez ni la Tota hayan llegado a serlo y sean dos modelos de mujer que se escapan de lo tradicional. Aun así, mientras la primera nos muestra un personaje bastante creíble con un desarrollo que puede ser interesante, la segunda roza la caricatura y el riesgo es que se quede encerrada en su planteamiento. Una ocasión perdida.
Tras estos dos personajes principales aparecen otros tantos personajes femeninos secundarios, que vienen pisando fuerte. Interpretados por actrices andaluzas como Cuca Escribano, Susana Córdoba o Noemí Ruiz entre otras, llenan la pantalla de emociones creando personajes ni buenos ni malos, sino llenos de aristas. Dándonos más dobleces en cada episodio, mostrando intersticios de pasados llenos de secretos e intenciones ocultas y con vistas a quedarse en la historia por más tiempo.
¡Estaremos aliquindoi para ver el destino de estas mujeres!
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