Una sepulturera en la Alpujarra Granadina
Una sepulturera en la Alpujarra Granadina

Rocío Santos Gil

1 noviembre 2018

Muchas son las personas que semanas antes de los días 1 y 2 de Noviembre comienzan el ritual de preparación y lustre para dejar a punto sus nichos de cara al día de Todos los Santos. Los arreglos varían dependiendo del tipo de sepultura que tenga el familiar perdido: desde la limpieza de la lápida hasta la reposición de flores, cada vez más abundantes en su versión de plástico, sustituyendo el colorido y la voluptuosidad de los ramos frescos.   

Son mayoritariamente mujeres las que mantienen y cuidan el lugar, tanto en estas fechas como el resto del año y siguen siendo ellas las que se ocupan de la puesta a punto para que no falte detalle el Día de los Difuntos. El 1 de Noviembre, los nichos lucen brillantes ante las miradas de quienes deciden ir al camposanto, no solo a visitar a los suyos, también a pasear y llegarse a ver otros nichos de conocidas y vecinas, a recordar ancentras.

Hacer memoria viva entre las calles de los cementerios de los pueblos andaluces es algo recurrente durante este día: “Aquí está mi bisabuela y allí el nieto de Mariquilla La Sartena, pobrecito, vamos a encederle una vela”, escuchó decir a una mujer remangada mientras portan balletas y un cubo lleno de agua. También las que limpian los nichos se van pasando una escalera. Muchos  cementerios rurales pueden llegar a albergar tapias de hasta seis filas de nichos, creando un laberinto de calles solitarias donde el dolor parece encerrarse y esconderse de otras miradas, en un ejercicio heredado de nuestras raíces musulmanas.

De nuevo son las mujeres las que cuidan, gratis, un espacio físico, manteniendo la memoria y el recuerdo. El ámbito laboral funerario continúa siendo un territorio fuertemente masculinizado donde solo el 28% de las personas empleadas en funerarias y empresas del sector son mujeres, según Panasef, la patronal del sector. Los trabajos desarrollados por ellas están vinculados a las tareas administrativas y de coordinación en oficina, no siendo habitual que ejerzan tareas de operadoras en hornos crematorios, conducción o mantenimiento en los cementerios. En Andalucía tenemos, además, la escandalosa brecha salarial que sufren las sepultureras de la Línea de la Concepción, que perciben 3480€ menos al año que los compañeros que realizan las mismas funciones en el cementerio de la localidad.  Este Ayuntamiento modificó la categoría profesional de cuatro trabajadoras, que pasaron de ser limpiadoras a peones sepultureros(as) sin que se les igualara el sueldo.

Una sepulturera en la Alpujarra

En el camposanto de la localidad granadina de Lanjarón encontramos a Elena Martín Sánchez (Lanjarón, 1997), una rara avis del sector mortuorio donde los encargados de las inhumaciones y sepultura siguen siendo ellos.  Su relación con el cementerio municipal de Lanjarón nace tres generaciones atrás, cuando su abuelo José Martín Rodríguez ejerció de sepulturero del pueblo durante 17 años y hasta la fecha de su fallecimiento. “Primero se encargó  mi abuelo paterno y luego su esposa Carmen Rodríguez García, mi abuela. No la conocí porque murió justo un año antes de nacer yo. Fue la primera mujer sepulturera de España. Ahora se encarga mi padre, Cayetano, aunque compartimos el trabajo los dos. A principios de año lo sustituí porque estaba de baja por enfermedad. Hasta ahora. Y dependiendo de cómo vaya la situación seguiré enterrando yo o enterrará mi padre. “

«Las funciones dependen mucho del sitio donde se ubique el camposanto. En algunos pueblos se ciñen exclusivamente a enterrar; pero no es mi caso, ya que cuido todo el lugar, lo mantengo limpio, lo barro y vigilo que todas las lápidas estén bien en orden»

Lanjarón posee dos cementerios en la actualidad: el municipal que gestiona el ayuntamiento de la localidad y, separado de éste por una tapia, el cementerio de las Hermanas de la Caridad, un camposanto de gestión privada  donde solo se inhuman las monjas procedentes del Convento del mismo nombre, ubicado en el pueblo desde hace más de 100 años.  El mantenimiento de ambos está gestionado por Elena y su familia.  “En Lanjarón el oficio de sepulturero es hereditario. Somos una familia muy conocida y saben que esto pasa de padres y madres a hijos. Mi madre, María José también se encarga  de coordinar el tanatorio municipal”, sentencia.

 

Cementerio de Dúrcal con Sierra Nevada al fondo

Cementerio de Dúrcal con Sierra Nevada al fondo

“Las tareas de una enterradora son muy variadas y pueden ir desde el riego de las zonas verdes en verano hasta barrer el suelo del cementerio, aunque lo que hacemos principalmente es “tapar nichos”, continúa explicando Elena. “Las funciones dependen mucho del sitio donde se ubique el camposanto. En algunos pueblos se ciñen exclusivamente a enterrar; pero no es mi caso, ya que cuido todo el lugar, lo mantengo limpio, lo barro, recojo las flores que se caen y vigilo que todas las lápidas estén bien en orden. Y por supuesto, inhumar”, afirma Elena.  El día 1 de Noviembre se dedican casi exclusivamente a atender a las familias, a ayudarlas con las escaleras para que alcancen la altura de los nichos, e incluso fregarlos si ellas no pueden. No tienen que hacer una puesta a punto porque realizan la limpieza y cuidado del sitio (lo realizan) de forma muy rigurosa cada día.

La gestión del duelo ante la muerte de un ser querido es una de las situaciones más delicadas y complejas a las que se enfrentan los profesionales del sector funerario. Elena nos confiesa que “se acompaña a las familias como se va pudiendo. Es difícil dar ánimos porque son situaciones que no encuentran consuelo. Tratas de apoyarles y demostrarles que estás ahí para que sepan que pueden recurrir a ti para cualquier cosa relacionada con el cementerio. Les hago ver que nosotros estamos para lo que necesiten”.  ¿Y cómo ve una sepulturera tan joven la muerte? “No me da miedo trabajar aquí porque es algo que he mamao desde pequeña. Tampoco tengo una visión distinta a la de todo el mundo. Pero sí es cierto que hay gente que le tiene mucho miedo a la muerte; para mí es algo normal, muy natural. Antes o después, a todos llega”.

Cuando el cementerio también es tu casa

Pero no es habitual que una mujer “tape nichos”o entierre. En el imaginario popular siempre han sido ellos los que han portado y trasladado los féretros, los que han estado más cerca del mundo funerario en tanto que  trabajo reconocido y remunerado. Más aún en los pueblos: “Algunas personas mayores tienen una mentalidad más antigua y ven difícil que una mujer realice una tarea como la de enterrar un muerto. Pero no me importa. En general la gente me conoce en Lanjarón y lo aceptan bastante bien, mi familia  es conocida y la mayor parte del pueblo no se extraña. Me conocen desde pequeña, saben que quería seguir con el cementerio. Llevo desde los ocho años ayudando a mi padre” , indica la joven. Para Elena el cementerio es como su casa, su vínculo con él es muy intenso y todos los recuerdos de su infancia están relacionados de alguna u otra forma con el camposanto “Es como mi casa. Cuando era pequeña salía del colegio y me iba al cementerio a hacer los deberes y a jugar. Ayudaba a mi  padre encendiendo velas o barriendo. Cuando salgo del pueblo no solo extraño al pueblo: extraño al cementerio, es una parte de mi vida”

«El cementerio es como mi casa. Cuando era pequeña salía del colegio y me iba al cementerio a hacer los deberes y a jugar. Ayudaba a mi  padre encendiendo velas o barriendo. Cuando salgo del pueblo no solo extraño al pueblo: también extraño al cementerio.»

La  sepulturera de Lanjarón ha estudiado un Grado Superior de Administración y Finanzas pero no se plantea dedicarse a nada relacionado con las cuentas. Ve su futuro a cargo del cementerio, viviendo el oficio de la misma manera que lo vivieron su abuelo José, su abuela Carmen y su padre, Cayetano. Pero va más allá: no le gustaría que este trabajo se perdiese en ella: quiere que su descendencia tenga por este oficio la misma pasión que, con ella,  atraviesa ya tres generaciones. Y aunque parte de su familia la ha animado a no continuar con la tradición familiar, ella se niega. “Me han llegado a decir que me busque otra cosa porque no es un oficio de mujeres y que debería seguir estudiando. Pero no entienden que esto es mi vida y que no me importa. Mis padres me apoyan y con eso me basta. Tengo las cosas muy claras y no me afecta nada lo que me digan.”

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2 Comentarios

  1. Maria Lopez Hervas

    Interesantisimo artículo. Sobre el tema se ha hablado mucho pero jamás leí algo parecido. Muy bueno, enhorabuena

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    • Rocío Santos Gil

      Gracias por comentarlo, María.

      Responder

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