Elisa Pérez Vera (1940. Granada) es una mina dando frases para poner en carteles que adornen nuestras calles. Su currículo es brillante pero cuando te acercas y hablas con ella, esta granadina es mucho más que todos los títulos de su dilata carrera.
Jurista española, reconocida internacionalmente y comprometida con la defensa de los derechos humanos, nos regaló grandes reflexiones durante la jornada “Porque fuimos, somos. Porque somos, seremos” celebrada en Granada el pasado viernes 28 de marzo, como homenaje y reconocimiento al movimiento de mujeres de estas últimas cinco décadas, que se organizó en el marco de la programación de España en libertad. 50 años, que lleva a cabo el Gobierno de España.

Pero antes de hablar con ella, conozcamos algunas pincelas de una mujer que dicen, quienes la conocen, que es una persona dialogante, que desde la empatía sabe trabajar los consensos. Rigurosa y exigente en su trabajo y muy querida y respetada, es actualmente Consejera del Consejo de Estado.
Elisa nace en Granada recién terminada la Guerra Civil. “Yo nací con un miedo heredado. No había sufrido directamente ninguna represión y, sin embargo, en mis sueños infantiles, figura muchas veces la represión y el que me van a matar”.
Fue la primera mujer rectora de una universidad pública, la UNED, donde nació el programa de Centros Penitenciarios. “Es de los proyectos, dice, que más me han satisfecho a nivel personal, darle la posibilidad a alguien que, por circunstancias, no ha podido estudiar, me parecía que era importante”.
De padre abogado, inhabilitado tras la Guerra Civil y de madre maestra, también “depurada” al apartarla de la cátedra en 1936, Elisa manifiesta que “ahora, quienes se oponen a todos los esfuerzos de recuperación de la memoria democrática, dicen que es reabrir heridas, lo que no se dan cuentan es que son heridas que no se cerraron nunca. Las heridas para cerrarlas tienes que sanearlas, tienes que decir una vez por todas que ni mi padre era un facineroso, ni mi madre una desalmada”
Elisa fue miembra de la delegación española en el comité especial de Naciones Unidas para la definición de la agresión en Ginebra y participó como ponente, asesora y experta en la Conferencia internacional de La Haya en los noventa. Estudió toda su carrera con beca, licenciándose con 19 años y sacando su doctorado cuatro años más tarde. Fue catedrática de la Universidad de Santiago y más tarde ocupó la cátedra de Derecho internacional Privado de la UNED.
Fue la primera presidenta del Consejo Consultivo de Andalucía y más tarde magistrada del Tribunal Constitucional, donde fue ponente de la sentencia de constitucionalidad de la ley que establece la paridad en las listas electorales, que había sido recurrida por el Partido Popular. También en el alto Tribunal fue ponente inicial de la sentencia del Estatuto de Cataluña, redactando cinco borradores favorables al Estatuto que no obtuvieron el apoyo del Pleno. Más tarde le adjudicaron los temas de la ilegalización de Bildu y luego, de Sortu, sobre los que emitió borradores favorables a su legalización, contrarios a las sentencias del Tribunal Supremo y que fueron aprobados por el pleno del alto tribunal.
“He hecho cosas, sí, pero yo sigo siendo la niña que jugaba en Granada, pensaba y leía mucho y creía que podía cambiar el mundo. No lo he cambiado pero el mundo tampoco me ha cambiado a mí. Sigo siendo la misma”

¿Cómo resumirías estos 50 años de lucha del movimiento de mujeres?
Es difícil porque ha sido una lucha en principio por la igualdad y cuando digo por la igualdad es el no ser penalizada por el hecho de ser mujer. Es decir, ni siquiera había una conciencia o yo, por lo menos, no tenía una conciencia de reivindicación de derecho. Lo que yo quería era no ser discriminada por el hecho de ser mujer. Tuve la suerte de nacer en una familia que era muy feminista. Mi padre era feminista, él decía que claro, cómo no iba a serlo si tenía cinco hijas. Somos cinco hermanas y solo un hermano.
Pero estos años han evolucionado. Primero fue “No quiero ponerme límites por ser mujer, quiero aspirar a lo más alto, aunque me quede a la mitad’. Así me lo hicieron ver, además, muy pronto. Me dijeron, incluso en la Universidad: “como tienes que estar en la cocina, ya tienes el aprobado’. Aparte de eso, luego me dirían: “te podemos garantizar una titularidad no una cátedra, porque no hay mujeres catedráticas en esta disciplina”. Yo fui la primera mujer catedrática. Cuando hice las oposiciones a cátedra y saqué el número uno en aquellas oposiciones, hubo miembros del tribunal que lloraron por la humillación que aquello significaba para los hombres.
Visto en perspectiva, ahora resulta increíble ver a tantas mujeres que al fin nos comunicamos unas con otras de forma clara, sin tapujos, sin necesidad de hablar callandito, gritándolo incluso. Es una satisfacción absolutamente indescriptible. Estoy muy contenta y como tengo muchas sobrinas, espero que ellas se sientan orgullosas de lo que hicimos.

Actualmente, ¿cuál sería el gran reto para el feminismo ?
Bueno, yo creo que sería el que cambie la conciencia social y eso es un tema de educación, un tema de generaciones. Hay que decir que muchos hombres que fueron educados por su madre, en primer lugar, en el más estricto machismo, han sabido evolucionar bien y nos han apoyado, porque muchos de nuestros logros lo hemos logrado gracias a que hubo hombres que creyeron en la lucha de las mujeres.
Ahora tenemos que convencerlos de que no somos una amenaza, sino que somos una compañía y que juntos podemos hacer una sociedad más justa y más feliz.Para mi elderecho a la felicidad, que está en la Constitución americana, creo que tendríamos que reivindicarlo todos. Tenemos derecho a ser felices, sin lucha.
¿Cuál sería para ti el gran hito del feminismo de nuestro país?
Es difícil. Es difícil porque ha habido muchos hitos. Es una carrera de fondo. Cada cosa ha tenido su momento. Yo creo que para mí el gran hito se sitúa en la Segunda República, cuando Clara Campoamor consigue el voto femenino, el voto para la mujer, el voto universal, el que las mujeres podamos votar. Porque en ese momento conseguimos tener voz en la política. Solo si tenemos voz en los espacios en que se deciden las cosas, influiremos en el desarrollo de las cosas. No podemos ser las comparsas de la historia, tenemos que ser protagonistas de nuestra propia historia y para eso tenemos que dar el paso de tomar la rienda y, para tomar la rienda, hay que tener voz, hay que poder votar, hay que poder luchar.
¿Qué le dirías a las nuevas generaciones?
Pues mira, les diría lo que mi padre me contestó siendo yo muy joven, antes de entrar en la Universidad, cuando yo le dije: “Papá, a mí me gustaría ser secretaria” y me dijo: «Mira, a los arqueros ingleses -no sé de dónde salió lo de los arqueros ingleses pues era un pacifista convencido y no creo que tuviera ninguna conexión con los arqueros ingleses- se les dice que si quieren dar en la diana apunten mucho más arriba. Tú apuntas alto y darás en la diana”. Y eso les diría a las jóvenes: «Apuntad alto. No os conforméis con lo que creéis que está a vuestro alcance, a vuestro alcance están vuestros sueños”.
*Este texto es una colaboración con «España en Libertad. 50 años», una iniciativa del Gobierno de España coordinada por un Comisionado especial y la Secretaría de Estado de Memoria Democrática, asesorados por un Comité científico compuesto por académicos de reconocido prestigio, y está enmarcado en el evento «Porque fuiste, somos; porque somos, serán».
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