“La poesía es vida, lo colma todo y yo soy parte de eso”
Elena Flores (Madrid, 1991) es poeta, docente y activista contra la LGTBfobia.
“La poesía es vida, lo colma todo y yo soy parte de eso”

Rocío Santos Gil

11 abril 2024

Elena Flores (Madrid, 1991) es poeta, docente y activista contra la LGTBfobia. Amar las letras y la filología la han llevado a poner en marcha la editorial benalbina El Rey de Harlem.

Siete años se cumplen desde el lanzamiento de su primer poemario, Cábala: Amor, y uno desde la salida de María, pies de zanahoria, la obra con la que la editorial dirigida por Flores, El Rey de Harlem, vio la luz. Un cuento que se convierte en toda una declaración de intenciones y en la firme apuesta por intentar cambiar el mundo desde la literatura. Todo desde la ruralidad y la naturaleza, espacios idóneos que generan la catarsis creativa que Elena Flores, con la que nos encontramos en la Librería Luces, reivindica desde el pueblo que vio a su familia nacer, Benagalbón.

Doy clases y, aunque me gusta y me lo paso muy bien dentro del aula, la docencia tiene muchas otras cosas que a mí no me llaman nada la atención. Además, soy bastante creativa. Estudié filología, me gusta escribir y justo elegí esa carrera porque quería dedicarme a los libros. Dar clase no era lo que yo había soñado. De ahí surgió el tema de la editorial.

Sí, está en Benagalbón. Pero no en la costa, está arriba, Benagalbón pueblo. Mi padre y mis abuelos eran de allí. Mis abuelos, como la inmensa mayoría de andaluces que se dedicaban al campo, tuvieron que irse a Madrid durante la crisis de migración interna porque no tenían sustento. A mí eso siempre me ha marcado mucho. Tanto que estoy escribiendo un poemario sobre migración interna y externa, dedicado a Andalucía. Siempre me ha dolido porque yo sentía que era andaluza en la diáspora por ser mis abuelos de aquí y haberse visto obligados a salir. Mi padre también es de Benagalbón pero ya se quedaron allí, en Madrid, donde nacimos mi hermano y yo. Siempre quise volver a la casa de mi familia.

Sí. Y siento que no debíamos habernos ido porque las crisis migratorias generalmente vienen auspiciadas por problemas sociales. Quería crear una empresa en el pueblo para que empezase a resurgir. Creo, además, que hay que dotar a los pueblos de cultura, porque es cierto que en las grandes ciudades se mueve todo y Málaga está llena de editoriales, Antequera también, Madrid es el culmen con Barcelona. Estoy buscando dotar de cultura a los espacios pequeños. La literatura que publicamos es social y me parece una buena forma de reivindicar esa cultura de lo social en la ruralidad.

Benagalbón, a pesar de que es un pueblo muy pequeño, tiene muchísima actividad cultural durante todo el año. Siempre he pensado que era un pueblo que aspiraba a más y que ellos quieren que eso ocurra. Se lo curran mucho porque, además, en el pueblo no es que el Ayuntamiento se encargue de los actos, sino que tienen una forma de expresar su cultura de manera colaborativa.

Todo el mundo trabaja para hacer la feria y para hacer la semana cultural, que es a finales de abril y principios de mayo. Veo una necesidad de generar una cultura intrínseca al pueblo, pero también siento que es un pueblo que necesita salir al espacio exterior. Porque la gente dice: “Benagalbón, ¿y eso dónde está?” Saliendo de Málaga ya pasa, pero incluso en Málaga hay gente que me dice: “sí, la playa…” y yo tengo que decir que no es la parte de la costa (Torre de Benagalbón) sino que está arriba. En Benagalbón hay un Museo Antropológico que lleva cerrado mucho tiempo y no entiendo por qué. Uno de los proyectos interesantes sería meternos ahí en gestión cultural.

Mi idea sería la de mover el pueblo otra vez siguiendo la línea que ellos siguen. Si ya hay cultura en el pueblo, ¿por qué no podemos seguir ampliándola? Creo que la editorial a esto le da un punto muy fuerte porque, claro, en todos los libros aparece “Benagalbóny con esto ya estamos situando en el mapa un territorio que sigue teniendo viva su cultura.

Hay dos sellos: está El Rey de Harlem y está Tacálatra, que de momento se dedica a poesía. Además, es poesía enfocada en autores que tienen 30 años y se encuentran en proceso de pasar al canon porque han sido muy premiados, muy elogiados. Todavía no están en el canon pero tampoco están en la poesía joven. Trabajamos con dos profesores universitarios especialistas en literatura junto a un lingüista computacional que también es poeta. Uno de los profesores y este lingüista llevan la colección Tacálatra Guerra Chimpancé. La Guerra Chimpancé es un programa de Twitch donde hablan de literatura pero difundiendo y acercando la teoría literaria que se da en la Universidad a través del humor con unas  entrevistas superchulas. Han estado Ángelo Nestore, Juan Gallego Benot o Berta García Faet.

La catarsis viene porque mucha de la literatura que yo he escrito ha sido en Benagalbón, durante el verano. Tengo la sensación de que hay una magia especial. Igual que en el flamenco hay duende, en la poesía hay una catarsis y un cambio trascendental cuando estás en proceso de creación y lo que tienes alrededor te motiva a que eso esté ocurriendo. En la ciudad se puede escribir pero creo que hay un punto de diferencia, el mismo que también llevaba a los poetas del siglo XIX a ser parte de la naturaleza, donde encontraban al yo poético.

Es un cuento que escribí hace mucho tiempo. Cuenta cómo María era una niña de ciudad que la odiaba y le gustaba vivir en el campo. Es un poco mi alter ego. Lo que ocurre en María pasó. No en Benagalbón pero sí en el Rocío. Yo no tengo un santuario pero construí un final más literario, con ese enfoque activista del ecofeminismo y el veganismo. Hice el proyecto con una persona que es activista antitaurina y vegana y quisimos darle esa perspectiva. También es un mensaje para esos niños que viven en el campo, volviendo a la reivindicación de lo rural como un espacio factible. Tenemos que desterrar esa idea de civilización o barbarie del siglo XIX. Hay que olvidar eso.

Creo que la forma de cambiar el mundo es desde la educación y la cultura. Las dos cosas van de la mano.  Los profesores tenemos una gran labor y tenemos que utilizar este tipo de materiales. Muchas veces nos cuesta meterlo dentro de las aulas porque hay padres que ya empiezan a hablar de adoctrinamiento… un temazo. Hay que tener cierto cuidado en cómo se muestra. Pero yo creo que en el cuento de María, pies de zanahoria se narra de una forma muy sutil, como si fuese ya algo totalmente natural que no hay que explicar. Esa es la base del cambio cultural: empezar a generar espacios donde todo vuelva a ser normal y que lo que se llama normal, que no existe, se deconstruya.

Esa deconstrucción parte de normalizarlo en todos los sentidos. Si tú naturalizas algo, la norma cambia automáticamente. Es como lo que pasa en la lengua: si insertas una palabra nueva, empieza a usarse, acaba siendo normal y termina por ser parte de la norma gramatical. Pues yo creo que así se cambia el pensamiento, porque son formas de vida y no ideología: es una cuestión de tolerar a todo el mundo con sus particularidades y ya está. Nadie es mejor que nadie por estar en el mundo de una forma u otra.

La cultura tiene esa parte importante de ser quien asienta esa “no norma”. Los libros parten de la personalidad del yo poético, de los alter egos, de la creación de personajes con una historia concreta. Parten desde el yo y desde la individualidad porque el proceso de escritura es muy personal, no entra nadie ahí. Partir desde ese yo hacia el mundo hace que también la cultura sirva para darnos cuenta de que el individualismo no funciona y la cultura desmonta un sistema donde el capitalismo constantemente va hacia lo individual.

Estoy sola en El Rey de Harlem aunque mi novia me ayuda, sobre  todo, con el tema infantil. En  Tacálatra están mis chicos de La Guerra Chimpancé, que son muy apañados. Pero El Rey de Harlem la llevo yo esencialmente. Uso el nosotras para hablar de la editorial porque también quiero partir de la colectividad. Mis autores son también muy apañados, me ayudan un montón. Tengo un periodista que me echa una mano y un profesor de universidad que me está proponiendo prácticas de su grado, el de Traducción. Aparte, hemos abierto un convenio con la Universidad de Cádiz.

Gente de filología inglesa, francesa o española tienen la opción de que sus prácticas curriculares se hagan en la editorial de forma online. Consistiría en enseñarles el mecanismo, que me ayuden a buscar títulos, que aprendan un poco lo que es la labor de corrección y maquetación. He trabajado en la universidad y sé lo importante que es para la universidad tener convenios con empresas que están un poquito comprometidas.

Creo que la Universidad de Cádiz también necesita abrirse. Cuando estuve allí quise montar un proyecto sobre capacitación para la creación de startups de filología porque los que controlan las lenguas lo controlan todo. Pero no salió. Si tú hablas tres lecontranguas, por ejemplo, consigues trabajo antes que alguien que esté muy capacitado en un conocimiento pero que solo hable español. Hay que acabar con el concepto de que los filólogos solo servimos para dar clase, tenemos que enseñar otros caminos. Creo que es importante que empresas chiquititas e independientes empiecen a incentivar, que la gente tenga interés por algo más que no sea ser profesor para el Estado. Que está muy bien…pero es que necesitamos crear porque si no te duermes y es otra forma de anestesiar a la gente.

A ver, es real, y esto lo sé yo, que si tú tienes dinero lo tienes más fácil. Pero es que a mí nadie me ha dado el dinero. Empecé a dar clases particulares con 16 años y he ido ahorrando para comprarme los libros y seguir aprendiendo. Yo soy profesora pero también reconozco que no quiero estar ahí. Creo que, obviamente, si tú tienes un sueño y un padre rico, lo consigues al momento. Pero también creo que si tú tienes un sueño y no eres rico, puedes empezar por un sitio y saltar a otro. Es un peligro porque es muy temerario abrir una empresa en España actualmente.

Y, sobre todo, una empresa cultural porque vender libros es una cosa complicada. Estamos aquí en Librería Luces y, obviamente, veo que hay libros de todos los tiempos y colores. Pero es importante también saber que si tú tienes un sueño y lo peleas lo puedes conseguir, aunque todo el mundo te diga que no. Porque a mí todo el mundo me decía: “¿¿qué vas a abrir una editorial??”. Perdona, yo la voy a abrir y si la tengo que cerrar dentro de cinco años, pues he sido cinco años lo que yo quería ser.

Yo quiero dedicarme a la filología porque soy filóloga. Y el problema real que existe con los profesores de secundaria, sobre todo, es que nosotros estudiamos carreras esperando ser eso y acabamos dando clases, que es la salida anestesiada. A mí me gustaba ser profesora porque llevo desde los 16 años dando clases de sintaxis. La gente me dice: “Eres muy joven, solo llevas tres años dando clases”. No, perdón, no te equivoques.

Yo he dado clases en academias, a particulares, de español para extranjeros, online a chicos de Corea cobrando seis euros la hora. Una cutrez. Pero todo eso me ha hecho mucho más fuerte y más consciente de que si yo quiero algo tengo que pelearlo porque si no, ¿me tengo que conformar con seis euros la hora? Es la precariedad absoluta, ese es el problema. Y eso viene de un sistema capitalista donde te neutralizan para que no puedas conseguir tu sueño, porque si no tienes dinero no puedes llegar a ser nadie. No puede ser, o sea, hay que luchar contra eso porque eso también es cultural.

Pues el sostenimiento de esto parte de que yo me levanto a las ocho y media de la mañana, me acuesto a la una y solo me dedico a esto. A esto y a dar clases. Cualquier empresa que empieza no da beneficios los dos primeros años. Yo no cobro de la editorial, solo invierto en la editorial. Lo bueno es que para elegir tenemos buena intuición y los libros han funcionado.

Tengo que imprimir ahora María otra vez, en una segunda edición, y me estoy devanando los sesos para ver cómo hacerlo porque tengo un montón de libros que también tienen que salir. La segunda edición de María son 200 ejemplares en tapa dura, a todo color, son carísimos. Pero es que Cosqueretas, que fue el primer libro de adultos que sacamos, ya tiene la segunda edición y se está acabando.

Cosqueretas ha sido un bestseller porque son relatos enfocados a la paternidad LGTB+, las relaciones entre padre e hijo que siempre se pinta en la literatura LGTB+ como algo negativo y no tiene por qué ser. Es un mensaje más positivo en ese sentido. La paternidad LGTB+ es un tema que no se trata. Se habla mucho de las maternidades queer porque es algo importante, pero de la paternidad LGTB+ no se habla. Además, el último cuento está basado en Málaga. Empieza en Granada y acaba en Málaga. Hay otro en Cádiz, otro en Vitoria… En Cosqueretas no aparece Madrid ni Barcelona, algo que forma parte del mensaje editorial.

Vamos a publicar un poemario de Susana Ye que se llama Trashumantes en arenas movedizas,  literatura feminista sobre la racialidad, discriminación de segunda generación de emigrantes. Está ilustrado y tiene una parte en inglés y tres en español. Es un poemario de empaque.

Es que a mí ya me ha pasado como profesora y tuve un problema. Salió en la campaña de la FELGTBI+ hace dos años. Este año se repitió la campaña pero ya con la gente que nos apoya dentro de los claustros. La doctrina depende de los ojos que la miren. Yo no podría adoctrinar porque esto no es un pensamiento establecido, sino una realidad, pero eso no se entiende, por eso esta literatura que no va tan directa a romper la cultura patriarcal, es muy útil. Siempre he partido de la sutileza, mi tío era sacerdote y he aprendido a ser muy sutil para todo.

El activismo tiene su parte efervescente, muy necesaria, y luego tiene la parte cultural que es la que asienta esa efervescencia. Así que el activismo tiene que partir de una nivelación de esas dos partes porque es la forma real de conseguir algo. El movimiento tiene que explotar para que se conozca y luego crear un sustento cultural que mantenga esa consecución.

Cuando hablamos de doctrina siempre pienso en doctrina católica. Lo asocio a religiones. Hay que desterrar ya la idea de que los movimientos sociales son religiones. Hay gente que piensa que el veganismo lo es. Pues no: el veganismo es la necesidad de darle cuenta al mundo de que los animales son seres vivos y que como seres vivos tienen el mismo derecho que tú a habitar la tierra; el colectivo LGTB+ no es una religión, es la forma de decirle al mundo que las personas que tienen una sexualidad diversa o una identidad diversa, es una forma de vivir y eso no puede ser una doctrina. Porque es una forma de vivir tan natural y tan general como cualquier otra.

Empecé todo esto porque quería escribir, desde 4º de la ESO. Comencé con la literatura del XIX y XX, con Bécquer. Mi primer poema serio fue como coger papel cebolla en mi cabeza y calcar cosas de Bécquer. Pero es un poeta romántico. Tiene cosillas sociales como Los Borbones en pelotas, que es algo desconocido y muy social porque hace una crítica la monarquía. Pero no era “el poeta social”. Siguiendo esa línea llegué a la Generación del 27 y me encontré a Lorca. Me enamoré. Nunca he sido grupi de nada excepto de Lorca, de verdad. Si siguiese vivo yo lo perseguiría por Granada. Sería como las fans de Justin Bieber.

Me llamó mucho la atención Romancero gitano porque me sentía súper representada con esto que hablábamos de la diáspora andaluza. Hay una base cultural de lo gitano también en Benagalbón. Pasé de imitar a Bécquer a imitar a Lorca y hay mucha imagen poética en mi poesía de Lorca. Ha sido una inspiración absoluta. En la carrera ya leí Poeta Nueva York, el poemario social por excelencia que todo el mundo desconoce. Se conoce mucho el Romancero Gitano y los Sonetos del amor oscuro porque fueron póstumos y tuvieron mucho revuelo en la familia Lorca. Pero cuando leí ese poemario, después a Jaime Gil de Biedma y a Cernuda… era como el trío LGTB. Después de esa lectura comencé a escribir poesía social.

Yo quería también que esa imagen lorquiana que hay en mí repercutiese en la editorial y quería que el poema más social de Lorca, bajo mi punto de vista, estuviese presente: El Rey de Harlem. Incluso nuestro logo es totalmente metafórico: está la gran manzana, la cara es el perfil de gente que llora y en la corona hay una marca que hace referencia a Lorca. Es una corona hecha con plumines de escritura. Es un homenaje al poeta que me hizo querer ser lo que soy hoy.

Sí. Yo quería escribir poesía y sigo escribiéndola. Lo que pasa es que los mundos de la literatura son inescrutables. Estamos con la idea de que los poetas son solo los que ganan premios y eso no es verdad. La poesía tiene muchas ramas más allá de la comercial porque, además, la poesía siempre ha sido eso, lo no comercial. Soy poeta social y hago poesía en todo lo que hago. Ves nuestras portadas y en todo hay metáforas. La poesía es vida y está en todos los sitios. Es salir a la calle, observar a una madre con su hijo celebrando la Navidad y ver que eso también es poesía. La poesía lo colma todo y yo soy parte de eso.

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