Entrevista a Farah Clementine Dramani-Issifou, programadora cinematográfica, investigadora y comisaria de exposiciones franco-beninesa que vive y trabaja entre París y Dakar.
Un año más, La Poderío ha acudido al Festival de Cine Africano de Tarifa (FCAT). Esta ocasión en una edición muy especial, la de su 20 º cumpleaños. Este año hemos querido traer a estas páginas a una de las invitadas del Festival, Farah Clementine Dramani-Issifou, quien participó en los encuentros temáticos de El Árbol de las Palabras, en el foro “Preservando la memoria: La importancia de mantener viva la herencia cinematográfica africana”.
En esta sesión se habló de la importancia de reactivar la memoria de un continente tan rico como es África -54 países y más de mil doscientos millones de personas- que a lo largo de su historia ha venido sufriendo un continuo expolio, fruto del extractivismo colonialista. Desde hace décadas se viene exigiendo la restitución del patrimonio robado, porque, como dice nuestra entrevistada “desde antiguo el patrimonio ha sido capturado como botín de guerra, algo que sigue produciéndose hoy en día”.
Como investigadora, Farah Clementine Dramani-Issifou centra su trabajo en las prácticas curatoriales decoloniales en las artes visuales y el cine. En 2011 inició el festival de Nuevo Cine Documental Africano entre París y Cotonú (2011-2017). En 2018, se incorpora al comité de selección de los largometrajes de la Semaine de la Critique (2018-2021) en la sección paralela del Festival de Cannes, para luego convertirse en coordinadora artística de la sección dedicada a los cortometrajes (2021-2022).
Comisaria de la exposición “Un.e Air.e de Famille”, con foco en las mujeres de África y en enero de 2022 fue co-comisaria de “Tofodji, sur les pas des ancêtres”, una exposición-encuentro sobre la restitución de 26 objetos devueltos a Benín por Francia. Desde 2020 forma parte del equipo del Centro Yennenga de Dakar y dos años más tarde se incorpora a los comités de selección de festivales como el Festival Internacional de Cine de Marrakech, Festival Villa Médicis y Festival Panafricano de Cine y Televisión de Burkina Faso-FESPACO. Este año es comisaria invitada en el Doxa Film Festival de Vancouver.
¿Qué elementos tiene en cuenta a la hora de hacer sus programaciones?
Es una pregunta difícil. Cuánto más voy avanzando más me voy dando cuenta de la complejidad de la restitución de las memorias del continente africano. Sobre todo, teniendo en cuenta que no sólo me intereso por él sino también por las diásporas. Ante la cantidad ingente de historias que contar lo que suelo hacer también, es intentar situarme como mujer franco-beninesa. He nacido en Francia y he crecido en Francia y el cine para mí ha sido un medio, un instrumento para poder conocer y aproximarme a mi historia personal. Ha sido a partir de esto que he podido acercarme a las cinematografías del continente.
“Como programadora me interesa trabajar al máximo con cineasta y programadores del continente”.
Intento también tener en cuenta la diversidad del continente africano, un continente de más de mil millones de personas, con 54 países. Me interesan las cinematografías de África occidental y, como programadora, lo que me interesa es trabajar al máximo con cineasta y programadores del continente que están en el propio continente y tomar como punto de partida cuestiones o temáticas concretas, como pueden ser las independencias, la descolonización y cuestiones relacionadas con las luchas políticas, por ejemplo, las de los años 60.
“Me interesa identificar películas africanas del periodo colonial y contemporáneo que están en diversas colecciones de cinematecas y museos occidentales”.
Hace poco hice un programa de cine para el festival de DOXA que se desarrolla en Vancouver, donde he querido proponer una perspectiva trasatlántica de las luchas políticas en Marruecos, en Francia, en Estados Unidos y en Guinea Bissau. Lo que intento es deconstruir esa categoría de cine africano para mostrar todas las similitudes que las cinematografías del continente tienen respecto a las cinematografías del mundo en general.
También estoy trabajando en un proyecto en torno a la restitución del patrimonio cinematográfico africano donde lo que me interesa es identificar películas africanas del periodo colonial y contemporáneo que están en diversas colecciones de cinematecas y museos occidentales.
¿Qué papel entiende que tienen las mujeres en la recuperación de la memoria de los pueblos de un continente como África, tan extenso y diverso?
En el Foro del FCAT en el que he participado, Ali Essafi ha dicho que hace diez años había más iniciativas en torno a la cuestión de la memoria y de la recuperación de los archivos históricos y cinematográficos y que estaban trabajando con muchas mujeres. Las mujeres llevamos mucho esa cuestión de la transmisión oral. Esa atención que tenemos respecto a la familia, a la comunidad, a los demás. Se nos cría, se nos educa en este sentido y es ese el modo en el que se nos educa que hace que muchas mujeres se interesen por la transmisión de esa herencia.
En su intervención en el Foro del FCAT ha manifestado que ‘Confiscar el patrimonio de los negros es un arma de guerra’, ¿podría desarrollarnos esta idea?
Bueno, creo que no afecta únicamente al patrimonio de los negros o de los africanos, sino que desde antiguo el patrimonio ha sido robado como botín de guerra. Es algo que sigue produciéndose a día de hoy. El concepto de patrimonio fue algo que se inventó en Europa. Para los nuevos Estados nación se trataba de crear una cultura común en los pueblos en los que se gobernaba, asentando una especie de superioridad cultural, porque este movimiento de creación de los Estados nación se produce en paralelo a la conquista colonial.
“Este hecho de confiscar, de apropiarse del patrimonio de otros pueblos, sigue representando ese botín de guerra, el botín de la guerra colonial”.
La cultura siempre ha sido un medio para asentar una civilización y para legitimar la superioridad de una civilización, de una cultura, sobre otra. En París, por ejemplo, tenemos el Obelisco de la Concordia (pieza del antiguo Egipto del que Francia se apropia y exhibe en París desde 1836 y más tarde, en 1937, lo catalogará como monumento histórico de Francia). O el museo del Quai Branly con 70.000 piezas que vienen del continente africano y otras muchas procedentes de otros continentes. Este hecho de confiscar, de apropiarse del patrimonio de otros pueblos, sigue representando ese botín de guerra, el botín de la guerra colonial.
Hay una especie de doble pesar, uno porque el patrimonio no ha sido sólo robado, expoliado a los países de los que procede, sino que encima se exhibe, se expone en capitales europeas y occidentales. Y es que esta forma de exhibir ese patrimonio no es solo un hecho vergonzoso, es una falta absoluta de respeto (estoy buscando una palabra más fuerte pero no me sale) al exhibir el patrimonio del otro mostrándolo como tuyo. En cualquier caso, existe esa idea de complejo de superioridad y de ver al otro con un total desdén y menosprecio.
“La cuestión de la lengua es algo central. Siempre ha sido una inquietud, una preocupación de los cineastas, incluso desde la primera generación”.
Si hablamos de patrimonio en un continente como África y de descolonización de la cultura, no podemos obviar un patrimonio fundamental de los pueblos, el lingüístico. En el cine africano ¿cómo se ha desarrollado el uso de las lenguas propias de la zona?
La cuestión de la lengua es algo central, fundamental. Siempre ha sido una inquietud, una preocupación de los cineastas, incluso desde la primera generación. Para el cineasta senegalés, Sembene Ousmane era absolutamente fundamental poder hacer películas en wolof. El cine para él es como una escuela de noche, un modo de poder transmitir a las poblaciones sus historias y ello implicaba hacerlo en su propia lengua. Y si bien no todo el mundo habla wolof en Senegal, sí es la lengua mayoritaria de la población senegalesa. (Lengua nativa de la etnia wólof hablada en Senegal y Gambia, con más de ocho millones de hablantes).
Hay también cineastas de la siguiente generación, como Gaston Kabore, del que he programado para el FACT su primera película Wend Kunni de 1982, que entiende que para los cineastas africanos el cine es un medio fundamental para volver a recuperar la palabra. Y en esta toma de la palabra, de la palabra cinematográfica, es decir, con imágenes, con sonido, la cuestión de la lengua es fundamental. Ese es el motivo por el que hizo películas en moré, una de las dos lenguas oficiales de Burkina Faso (con más de cinco millones de hablantes).
¿El uso de una lengua u otra incide en las aportaciones económicas a un determinado proyecto cinematográfico?
Se ha hablado mucho de la dependencia de los cineastas africanos respecto a las ayudas externas. En Francia podemos hablar de un cineasta africano, del que también he presentado en el FCAT una película suya, es Alain Gomis y el film Félicité. En esta producción, que transcurre en la República Democrática del Congo, país donde se habla el lingala (con más de diez millones de hablantes), sus personajes hablan esta lengua, la que utilizan en su vida real y por ello recibió menos dinero que si se hubiera rodado en francés. Esto es un claro ejemplo de cómo la cuestión de la lengua puede ser una fuente de problemas.
No recuerdo la última película que he visto sobre el continente en el que todo el mundo hable en francés. Creo que todavía hay personas que lo hacen así y entiendo que esto crea una especie de desajuste, una situación incómoda porque la lengua es una forma de pensar, pero también implica un ritmo, es algo vivo, está vinculada al entorno, al contexto en el que vivimos y cuando de repente escuchamos hablar en francés en un contexto en el que, bueno, estamos lejos de Francia, lejos de la cultura francesa, pues esto provoca una especie de desfase, de desajuste.
En esta nueva generación a mí me da la impresión de que prácticamente todo el mundo está haciendo películas en la lengua que habla la población local. Hay un cineasta, Alan Kassanda, que me decía respecto a su película Colette et Justin, que en un momento los productores le propusieron hacer el doblaje para que los protagonistas hablaran en un francés que se entendiera en otros países, pues los protagonistas hablaban francés con acento congolés. Él dijo que no, que, de ninguna manera, que aceptaba incluir subtítulos, pero no doblarla, pues ello suponía perder parte de la historia que él quería contar.
¿Existe interés por parte de las nuevas generaciones en la restitución de la memoria, en trabajar por la descolonización total del cine africano?
Creo que es una pregunta muy difícil porque tengo la impresión de que hay muchos nuevos temas que está tratando esta nueva generación de cineastas. Lo que a mí me interesa como programadora de películas, son aquellos cineastas que se interesan por temas candentes, temas de actualidad que atraviesan diversos países del continente. Soy programadora para el FESPACO- Festival Panafricano de Cine y Televisión de Ouagadougou -Burkina Faso, uno de los mayores festivales de cine africano y este año, por ejemplo, había una serie de películas que trataban sobre el tema del terrorismo.
“No podemos encerrar las cinematografías africanas en la imagen que nosotros tenemos de África”
Esto se debe también a que el terrorismo está ahí, en Burkina Faso, en Mali en países del norte de África, bueno están un poco en todo el mundo, en Europa, en Occidente. Así, los cineastas del continente como los cineastas del mundo entero, se inspiran o toman como fuente de inspiración todo aquello que atraviesa su país, las temáticas que atraviesan al mundo en general.
Entonces yo creo que ahí también se sitúa ese trabajo de descolonización. No podemos encerrar las cinematografías africanas en la imagen que nosotros tenemos de África, como si los cines del continente tuvieran una unidad artística y cultural. Creo que descolonizar nuestra mirada sobre el cine africano implica precisamente romper con esa categorización o, al menos, cuestionar esa categorización para decir, bueno, hay tantos cines como películas existen. Y si bien efectivamente hay tendencias, esas tendencias evolucionan sin parar a través del tiempo y en el mundo en general.
BIOGRAFÍA
Para terminar nuestra entrevista le pedimos a Farah Clementine Dramani-Issifou que nos recomiende mujeres cineastas africanas actuales, a lo que nos contesta que no hay muchas mujeres pero que nos ofrece varios nombres de cineastas muy interesantes que son importantes conocer:
- Gessica Geneus que, si bien no es realmente africana, es de Haití, nos dice, forma parte de la diáspora africana y es una de las directoras actuales más importantes. Geneus, directora, guionista, actriz y cantante, su primera ficción, Freda, es un homenaje a las mujeres haitianas rodada en lengua criolla. Ganó el segundo premio al mejor largometraje del FESPACO 2021 y fue presentada en Cannes en la sección oficial de ese año.
- Safiy Faye, de Senegal. Directora de cine y etnóloga, es la más conocida. Fue la primera mujer del África subsahariana que dirigió un largometraje de distribución comercial, Kaddu Beykat, de 1975. Su carrera en el cine empezó con su papel en Petit à petit en 1968.
- Aïcha Macky de Níger. Directora de documentales, su trabajo ha sido reconocido por la crítica internacional.
- Aïcha Boro, escritora, directora y guionista de Burkina Faso, primera mujer premiada en el FESPACO.
- Leïla Kilani, directora, guionista y productora de Marruecos. Sus producciones hablan de la migración y de la política y socioeconómica de su país.
- Erige Sehirid, directora y productora franco-tunecina que ha abierto este año el FCAT y ha recibido la mención especial por su película ‘Sous le figues’
- Katy Lena Ndiaye de Senegal. Directora de documentales es reconocida por sus producciones sobre mujeres muralistas de África.
*Traducción de la entrevistada al español por Leticia Sánchez, una colaboración de Inboca-Interpretación y Traducción con La Poderío.
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