Aurora Bolívar es risueña, soñadora y gran amante de la pedagogía de la liberación. Nos concede la entrevista recién llegada de Costa Rica, después de una excedencia laboral de tres años para investigar sobre nuevas pedagogías.
Nacida en Jaén, criada en Córdoba, Aurora Bolívar ha desarrollado su experiencia profesional en hacer de la educación pública más inclusiva y democrática en Almería, ciudad que siente como verdaderamente su tierra. Maestra de profesión y de vocación, especializada en inteligencias múltiples, nos abre un mundo de posibilidades en la educación infantil pública para mejorarla confiando en lo que cuentan y piensan los propios niños y niñas.
La preocupación por una educación pública de calidad es generalizada. ¿Es posible aplicar una pedagogía adecuada e inclusiva, respetando los ritmos de aprendizaje de la infancia?
La investigación que realicé en Latinoamérica en escuelas privadas, libres y públicas, me ha servido para saber cómo puedo traer a las escuelas públicas todo lo aprendido. Creo que es totalmente posible trabajar en la educación desarrollando la teoría de las inteligencias múltiples. Debemos saber reconocer que cada niño y niña puede tener capacidades específicas y esto depende del contexto cultural, biológico y personal. ¿Cómo hacerlo? Donde tiene menos habilidades el alumnado las compensamos con sus potencialidades. Al menos a mí, me ha dado un rendimiento y beneficio tremendo.
¿Se puede trabajar la teoría de las inteligencias múltiples en un colegio público con niños y niñas de una barriada en situación de vulnerabilidad?
Mi experiencia en el colegio público La Chanca (Almería) durante más de siete años me ha permitido ver la evolución de los niños y las niñas cuando se potencian sus habilidades. Eso sí, esto se puede aplicar siempre y cuando el profesorado tenga interés y una mente flexible. Y por supuesto, se baje la ratio en la escuela pública.
Para mí lo más difícil de aplicar la teoría de las inteligencias múltiples es hacerlo por cada uno de los niños y niñas. Es casi imposible poder sacar un buen perfil de inteligencias múltiples de cada alumno o alumna si tienes en una clase a 27, y además tienes que dar matemáticas, lengua, ciencias sociales, naturales, etc. De ahí que lo máximo, máximo que debería tener una escuela pública de ratio sería de veinte chiquillos.
¿Cómo se aplica una metodología basada en reforzar las habilidades del alumnado?
Hacerlos partícipes de la organización de su viaje de fin de curso, por ejemplo. Darles la libertad de poder elegir según el presupuesto que teníamos, qué actividades podíamos hacer, qué llevar, etc. Para mí lo más importante es poder contar con la voz de los niños y de las niñas. Tomo como referencia la pedagogía Freinet en la que se cultiva la autonomía, la creatividad y la asamblea para un aprendizaje colectivo y personal. El objetivo es que los niños aprendan haciendo y hagan pensando libremente. A mí lo que más me ha transformado como maestra, independientemente de adoptar cualquier metodología, es contar con la voz de la infancia. Y eso lo aprendí de grandes maestros de la escuela pública.
“La Chanca camina sola hacia la escuela” fue uno de los proyectos que llevaste a cabo para luchar contra el absentismo. ¿Cómo fue el proceso?
A mi alumnado del cole, que estuve con ellos desde 2º hasta 6º de Primaria, les propuse analizar 4 ó 5 problemas principales a nivel socioecónomico y cultural que había en el barrio, que veían que era necesario abordar, y que más les preocupaba. Salió investigar sobre el absentismo entre uno de los temas que más les interesaba. Tras escuchar los debates en grupo, por parejas y de forma individual, salió una idea de un alumno de 10 años con un contexto familiar muy complejo y que quiso que llevásemos a cabo. Me dijo: “¡Maestra, por qué no somos nosotra/os, que somos ya los más grandes del colegio, no vamos a hablar con las familias de los absentistas y si hace falta, vamos y los recogemos a sus casas para traerlos al colegio!” Imagínate la capacidad de iniciativa y de autonomía personal que tenía ese chiquillo a pesar de las condiciones en las que vivía.
Cuando escuché esa idea, en menos de dos minutos, por mi cabeza pasó todo lo que sucedió tres años después. Esta propuesta la llevé al claustro para crear un proyecto contra el absentismo escolar en el barrio junto a ellos y ellas. Y así fue como obtuvimos un premio nacional de educación en Cataluña, y otro regional y de convivencia en Málaga
Esto ha sido gracias a las ideas del alumnado, no del profesorado. Para mí la mejor pedagogía no es ni la Waldorf, ni la Montessori, ni ninguna otra, sino empezar a escuchar las ideas y propuestas de la infancia y con eso puedes armar una programación didáctica perfectamente.
A veces las limitaciones las ponen los propios docentes, ¿Por qué sucede esto?
Yo creía que era por el curriculum, al tener que adaptarte a las materias designadas por el Ministerio de Educación (las horas semanales que tienes que dar de las asignaturas), pero a nivel legislativo se puede hacer de otra forma. A mí nadie me ha prohibido llevar a mis niña/os a leer a la Alcazaba de Almería o a investigar en una charca con lupa. Yo no me he encontrado con limitaciones. Eso sí, cuando se le propone al profesorado trabajar sin libros de textos una semana al mes, se le hace un mundo, claro.
Yo quería diseñar mis propias clases desarrollando las inteligencias múltiples y te encontrabas con miedos, porque están acostumbrados a trabajar con libros de textos. Pero yo aun no he visto en ningún currículum ordinario que te diga que no puedas trabajar las matemáticas enseñándole a los niño/as a resolver los problemas de la vida diaria con una compra venta en un supermercado, por ejemplo. De nada sirve ponerle 500 divisiones a un niño/a si no se le encuentra un sentido para ella/os. No vale de nada que me diga un resultado correctamente si no sabes qué significa.
¿Se dan contenidos vacíos de significado para la vida diaria?¿Nos acordamos de lo que estudiamos y eso nos sirve para crecer?
La mitad de los contenidos que aprendimos a nivel curricular en la escuela no los hemos vuelto a usar en nuestra vida. Lo que más me frenaba era precisamente esa cantidad de materias absurdas que teníamos que dar en un año. Eso sí que limita poder dar otro tipo de contenidos, más acorde a nuestro entorno natural o cómo sanarnos a través de plantas medicinales, por ejemplo. En el ámbito de la salud debemos explicarles todos los tipos de terapias medicinales para salud que hay (alternativas, naturales, sintéticas, etc…) y eso cuando lo vi en mi estancia en Costa Rica, en una escuela libre, me dije: “¿Por qué no hacerlo en la pública?”
La infancia en las escuelas pasa muchas horas encerradas en el colegio. ¿Cambiaría la dinámica de aprendizaje si salieran más al entorno natural, al aire libre?
Como amante de la naturaleza, siempre he soñado con ello. Tenía la necesidad de sacar a los niños y niñas fuera del colegio. Lo mismo me los llevaba a un cerro a leer frente al mar o los sacaba a pasear fuera del aula. Me fui a Costa Rica precisamente porque sabía que las escuelas tenían más vistas a la selva. Los colegios de allá tienen la mitad de los recursos que tenemos aquí (pizarras digitales, por ejemplo). Pero al ser un país con tanta vegetación, cualquier escuela pública estaba rodeada de árboles.
Aquí siempre he pensado en cómo se le ha dado a los arquitectos la posibilidad de diseñar una escuela y que de entre todos los espacios posibles, lo decidan hacer en la avenida más ruidosa, llena de edificios, sin vistas. No tenemos en la cabeza cómo cuidar del entorno natural de una escuela. Debería ser el lugar más bonito en un sitio natural con vistas, no con ventanas que no te permiten ver lo que hay fuera. Se parece más a una estructura carcelaria, más que a un entorno libre.
El informe Pirls, publicado recientemente, puntúa la comprensión lectora de estudiantes de Primaria del Estado español por debajo de la media europea, ¿A qué se debe? ¿Provocamos la opinión crítica o puntuamos solo la mecánica lectora?
Cada vez leemos menos, y más si tenemos en cuenta las horas que pasamos frente a una pantalla. Para mí es la peor pandemia. Si las personas adultas, las familias, las maestras no lo hacemos, ¿cómo se lo vamos a pedir a los niños y niñas?
Quizá debemos introducirles a la lectura a través del juego, que sea visual, donde se expande la creatividad. En las pizarras de las escuelas públicas estamos acostumbradas a ver o números o letras, y no dibujos que me parecen obras de arte. Las escuelas Waldorf que he visitado me quedaban minutos y minutos disfrutando de los dibujos de las pizarras como si fuera un cuadro del Museo del Prado. Y en otras escuelas donde había maestros que hacían auténticas obras de arte en las pizarras. Y eso debería ocurrir en la escuela pública. Llenarlas de color, de vida, de imágenes que nos haga viajar y comprender el mundo. Desarrollaríamos muchísimo el potencial visoespacial.
¿Se tendría que premiar la creatividad entre el profesorado?
Los años más felices que he pasado en la escuela han sido cuando he desarrollado mi creatividad, no ciñéndome sólo a los libros de texto. Tendemos a ampliar el nivel de complejidad conforme avancen los cursos y no centrarnos en lo que queda por descubrir, por aprender, por profundizar. ¿Por qué tenemos que dar siempre los mismos contenidos, solo que aumentando el nivel de complejidad?
Aún tenemos una forma de estudiar que es a través de letra, letra, dato, dato… Y nos olvidamos del estilo de aprendizaje. Unos niños son más auditivos, que aprenden mejor por el oído; unas niñas son más visuales y aprenden mejor por la vista; otros más kinestésicos y necesitan moverse… Recuerdo un niño que tenía en clase con un grado de hiperactividad muy alto. Todo el rato estaba moviéndose, tenía que tener algo en las manos, necesitaba pintar, dibujar… Cuando descubrí el talento musical que tenía el chiquillo de 6 años, lo puse a cantar en clase y era una auténtica estrella.
¿Qué pasaba? Era un niño muy kinestésico y necesitaba moverse para aprender algo. Escuchaba perfectamente mientras estaba recortando algo, por ejemplo. Y aún seguimos con eso de “¡Niño, siéntate!, ¡Niño, atiende!, ¡Niño, no te muevas!”…Necesitamos dejar de repetir la pedagogía de la que venimos, abrir otros caminos para hacer de la educación pública más libre.
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