«Siempre he sido consciente de la figura de la mujer andaluza como referente feminista»
Sandra Carmona
«Siempre he sido consciente de la figura de la mujer andaluza como referente feminista»

Laura Rueda

15 junio 2023

Entrevista a Sandra Carmona, ilustradora malagueña cofundadora de Altramuz, una editorial donde la diversidad está en el centro.

Sandra Carmona es poderío y feminismo andaluz en vena; adalid de la dignidad de su pueblo, el gitano; defensora de la riqueza de la diversidad; creyente de lo colectivo en la era del individualismo; voceadora de verdades que caen sobre su propio peso en tiempos pusilánimes… valiente y con una calidad humana extremadamente necesaria en este presente flaco de valores y coraje.

Aunque en Málaga la conocemos por militar en movimientos sociales locales desde hace mucho, Sandra comenzó a tener mayor visibilidad nacional (y con la consiguiente exposición a convertirse en una referente del movimiento LGTBQ+ y del pueblo gitano) hace unos años, cuando recibió el premioAmazing women en 2019 y el galardón Hello woman en 2021, ambos de la Fundación Orange. Desde entonces la han llamado de todas partes, hasta la ministra Irene Montero del mismísimo Ministerio de Igualdad.

La vida de esta ilustradora, escritora, editora y activista malagueña es tan interesante e intensa que, como ella dice, podría darnos para publicar varios fascículos. Y eso que en sus redes solo cuenta de la misa la mitad. “La verdad es que en los medios cuento muy poco. Quizá comparto más en los círculos feministas y gitanos, en los que me siento más cómoda”. 

Empezamos la charla comentando una frase sacada de contexto en una entrevista que le hicieron en un medio de comunicación nacional. Le cuento que en La Poderío hacemos contenido chup chup; y que intentamos que los cuidados, el respeto y la sensibilidad sean los aderezos principales de nuestros pucheros. Y en esa línea transcurre nuestro cafelito virtual, porque hablar con una mujer con tanto poderío es una de estas experiencias que te nutren y te reconcilian con la vida.

Ilustraciones de Sandra Carmona que visibilizan la resistencia del pueblo gitano el 16 de mayo.
¡Hola, Sandra! ¿Cómo estás?, ¿en qué momento de tu vida te encuentras?

Ahora creo que estoy en un momento más relajado, más consciente de dónde estoy dentro del activismo. Hace dos años, cuando salió Altramuz Editorialj, todo fue muy rápido. No era consciente de los espacios donde estaba y de cómo quería estar en ellos o el mensaje que quería transmitir. Cuando publicamos Alma, Orange lanzó un comunicado de prensa y con su alcance empezaron a moverse las cosas muy rápido. De pronto me veo en el Ministerio de Educación y en otros espacios donde estaba súper feliz de encontrarme.

“Esto es lo que significa ser una gitana visible y ahora hay gente que te va a llamar solamente por ser gitana y por ser lesbiana. Y además te van a mostrar como una cara de la otredad o de la vulnerabilidad de la exclusión”.

Hubo mucho interés por parte de los medios de comunicación y me superó un poco aquello. Estaba en Madrid cada dos por tres, me llamaban de muchos sitios y no estaba acostumbrada a exponerme de manera tan visible. Me sentí vulnerable y supe que tenía que parar. No sé cómo explicarlo, fui consciente hasta el punto de decir: “esto es lo que significa ser una gitana visible y ahora hay gente que te va a llamar solamente por ser gitana y por ser lesbiana. Y además te van a mostrar como una cara de la otredad o de la vulnerabilidad de la exclusión”. Cuando yo nunca he sido consciente de ese lado en mi vida a nivel público. A nivel personal sí, claro, con mi familia, en mi casa, con mis cosas. 

Lo bueno fue que al mismo tiempo empecé a conocer a mucha gente del activismo romaní que me arropó. A día de hoy, estoy súper agradecida porque son amigos. Ahora estoy en un punto en el que conozco bien mi proyecto Altramuz y me lo creo mucho más. Porque aunque sea una editorial independiente y pequeñita, su voz no es la típica que te sueles encontrar en muchas editoriales. Y menos en las grandes, donde al final todo se diluye y la diversidad se trata de manera más comercial.

Y hablando de esa interseccionalidad que siempre mencionas en tus entrevistas, un día decides fundar la editorial Altramuz. ¿Qué es Altramuz y por qué sientes la necesidad de imaginar y levantar un proyecto así? ¿Qué es lo que diferencia a Altramuz de otras editoriales?

A mí, Altramuz me surge a raíz de la necesidad de publicar una obra que hable de una mujer gitana. Mis primas, mis tías y mi padre me estaban contando la vida de mi abuela, que a ojos del pueblo donde vivía era Luisa La Gitana, “más gitana que ninguna”, como dice mi padre, pero que también estudió; que leía y escribía; que tenía ideales políticos, era comunista; que trabajaba y sacaba su familia adelante… Eso es también ser gitana, y no solo cumplir con el estereotipo que espera la sociedad.. Y pensé, ¿cómo se puede mirar a una mujer solamente por este estereotipo, que además está ya tan manío y tan fuera de la realidad? 

Había leído cosas sobre cultura e historia del pueblo gitano, pero estaba escrito por personas que no eran gitanas. Me faltaba esa otra parte. Empecé a buscar autores y solo vi publicado ensayo: Silvia Agüero, Ismael Cortés, Pastori Filigrana… Uno de los primeros libros que me encontré desde una visión interna fue Revisiones gitanas, de Demetrio Gómez, que habla de la interseccionalidad dentro del pueblo gitano. Fue la primera vez que leí un libro donde había una persona gitana del colectivo LGBT escribiendo. 

Y en esa búsqueda de documentos que mostraran a las personas gitanas de manera diversa, una mujer gitana me dice un día en mi trabajo, Edyta, que no encontraba un cuento que le gustara para su niña porque siempre salíamos vestidas de flamenca. Y yo dije, “a lo mejor es por ahí por donde tengo que empezar”. Porque la infancia no se ha tocado, más allá de estudios de entidades sociales que hablan de la infancia ligada a la exclusión social y a la educación. Y empecé a crear Alma (el primer cuento publicado en nuestro país con una niña gitana como protagonista).  

Pensé en hacer un cuento y publicarlo, pero me pilló la pandemia y pensé que por qué no hacer una editorial que tuviera como centro contar con las personas que pertenecen a la diversidad. Que se contara desde dentro y para dentro, porque siempre que ilustro o que hago algo relacionado con el pueblo gitano, pienso que quiero que mis tías y  mis primas lo vean, les guste y sientan que tienen una conexión con la obra. 

Ilustración de Sandra Carmona de su libro Alma (Altramuz, 2021).
¿Y qué tal el feedback después de haber publicado Alma?

Muy bien, ya va por la tercera edición. Para mí, la respuesta fue el interés que mostraron los medios de comunicación y los espacios que me abrieron sus puertas, porque yo iba con un cuento de una niña gitana. Empezamos a recibir sobres, cartas de niños y niñas gitanas con dibujos de Alma y cuentos que habían escrito; agradecimientos de profesoras; o fotografías como la de la candidata a la alcaldía de Sevilla por Adelante Andalucía, Sandra Heredia, que me envío una foto de su madre leyéndole el cuento a su sobrina, o sea, una abuela contándole el cuento a su nieta. 

“Para mí Alma ha sido una experiencia muy bonita. Ha creado conexiones con entidades gitanas, colegios, universidades… por eso no es una editorial al uso, va más allá”.

Luego me llamaron de muchos coles para hacer cuentacuentos y empezamos a hacer talleres. Creé un contenido educativo para los tres ciclos de primaria relacionados con el cuento y con trabajar la cultura e historia del pueblo romaní. La Universidad de Alicante, que tiene una Cátedra de Estudios Gitanos, nos hizo una compra de 150 ejemplares que contó con tres entidades gitanas para que repartieran el cuento y trabajaran con él en los coles. Me parece una manera muy bonita de mostrar qué significa trabajar de manera aliada, revisar tus privilegios, ser conscientes del espacio donde estás. 

Y así te puedo contar muchas anécdotas. Para mí Alma ha sido una experiencia muy bonita. Ha creado conexiones con entidades gitanas, colegios, universidades… por eso no es una editorial al uso, va más allá porque con Alma llevamos trabajando dos años y ahora una entidad ha comenzado a llevar el cuento a coles de Gijón. 

Al final esto demuestra que había una necesidad de que existiera una historia así. Tú pensaste que tenías que contarla, pero la sociedad también la reclamaba. 

Se ha entendido muy bien la conexión entre la figura aliada y las personas que formamos parte de la diversidad. Ya está bien del discurso de las minorías y los márgenes. Yo estoy harta ya. 

Y eso tú siempre lo dices, hay una sociedad con unas leyes que siguen permitiendo el antigitanismo, pero ¿tú qué nos recomendarías para ser aliadas de una manera contundente?

Creo que lo que más nos cuesta es revisarnos los privilegios, yo me meto también. Ya hay personas que forman parte de la exclusión, que se están adentrando en esos espacios. Cada vez hay más personas gitanas en universidades, en espacios políticos. Entonces, si yo estoy en un espacio donde alguien va a hablar del pueblo gitano, ya puedo decir, “perdona, ya hablo yo. O vamos a hablar las dos”. 

Ya no es sentarte a dialogar, sino que te toca levantarte y que se siente otra persona en un sitio donde tú llevas sentada mucho tiempo. Es difícil y no todo el mundo va a estar dispuesto a hacerlo. Desde mi punto de vista, las mujeres están mucho más dispuestas a ser aliadas, a compartir ese espacio, porque al final por el hecho de ser mujeres ya hay una opresión que nos toca de lleno. 

La figura aliada siempre está muy presente en el tema género. Creo que se está haciendo bien. No le pido peras al olmo y sé que no va a ser de la noche a la mañana, pero tengo personas dentro y fuera del contexto feminista y en los dos espacios me preguntan y se revisan. El antigitanismo es desde mi punto de vista el racismo más naturalizado.

Portada del libro Gitanas (Ediciones del Genal, 2022) ilustrado por Sandra Carmona.
Lo explicasteis muy bien en el podcast de Telmo Dice, ‘Roma lives matter’. Parece que nos movilizamos más por lo que pasa a kilómetros de distancia, como el caso del Black lives matter en EE.UU, que por lo que pasa en el Mediterráneo o a nuestros vecinos y vecinas de La Palmilla cada día.

No es activismo, es app-tivismo. Yo hice una ilustración de una chica en una manifestación hace tiempo que preguntaba, “¿qué eres activista o apptivista? Creo que estamos tan dentro de la burbuja de ficción, que nos creemos que es la realidad. Y nos está haciendo ser entes totalmente pasivos y fuera de la realidad. Estamos perdiendo muchas batallas en la participación social y colectiva. 

Si te presentamos, podemos decir que eres ilustradora, escritora, editora… y una decena de atributos más que te definen como profesional y activista, pero, ¿qué dirías que te atraviesa como persona en tu vida?

Lo que me atraviesa como persona, como ser humano es el dolor y la tristeza que hemos sentido y sentimos muchas personas del colectivo LGTBQ+. Toda esa sensación de pérdida, de frustración, de tristeza, de rabia, del nudo de no saber qué hacer para poder respirar o para hablar con las personas de mi contexto; de no saber cómo contárselo a mi familia. 

El tema gitano lo he callado mucho y ahora me arrepiento, en el sentido de no haber sido capaz de responder a mucha gente y haberme ido con el dolor a mi casa.

Cada realidad que te atraviesa desencadena una serie de vivencias. En todas, la presencia de la violencia está muy presente. Por ser mujer me enfrento al machismo directo, a la desigualdad entre géneros; por ser gitana al racismo constante, desde pequeña; por ser lesbiana a la homofobia. Pero todo esto no se vive por separado, sino como una suma que se va colando en tus emociones, que crece y supone la pérdida de todo lo bonito que debería vivir una niña, del odio y el prejuicio que no debería vivir ningún ser humano. Yo lo he vivido desde pequeña. Siento las emociones y consecuencias que traen consigo el odio y la injusticia; y lucho para que eso no forme parte de mi vida ni de la vida de ninguna persona gitana o persona del colectivo LGBTI.

El tema gitano lo he callado mucho y ahora me arrepiento, en el sentido de no haber sido capaz de responder a mucha gente y haberme ido con el dolor a mi casa. Todavía hay momentos en los que si alguien hace un comentario, me callo porque pienso “ya voy a quedar como la que siembra el punto de la discordia”. Porque si tú dices “lo que has dicho es racista y a mí me duele”, quedas encima de mala.

“Fuego de Libertad”, ilustración de Sandra Carmona del libro Gitanas (Ediciones del Genal, 2022)
El activismo te ha sanado y te empodera para sacar lo que llevas dentro porque lo necesitas, pero también puedes hacer mucho bien sacándolo. Desde hace dos años, eres una figura visible, y una cosa es salir del armario con tu familia, amigos y círculo; y otra hacerlo públicamente, porque tú ya eres referente por los derechos del colectivo LGTBQ+ y del pueblo romaní.

Siempre he estado en movimientos sociales a nivel local. Lo social siempre me ha atravesado y me ha interesado. Pero es muy diferente hacerte visible de manera nacional y que de pronto te conozcan y te digan que eres referente. Al principio me chocaba mucho. Pero cuando empiezo a recibir llamadas o mensajes de chicas gitanas que son lesbianas, ya siento esa responsabilidad. 

He decidido ser visible y lo he tenido más fácil que otras personas porque he tenido más apoyo. Para mí lo más importante han sido las redes. Todo lo que te salva siempre empieza por la gente de la que te rodeas: tus amigos y amigas; tu familia elegida y la de sangre… Al final lo que nos salva es lo colectivo, el apoyo entre personas, los cuidados bien hechos… La gente no es consciente del nivel de agresividad y de violencia que vivimos diariamente, sobre todo, a través de las redes. Parece que estas cosas no traspasan la pantalla, pero la salud emocional de mucha gente está muy tocada.

¿Cuáles son tus referentes como mujer feminista, como mujer lesbiana y como mujer gitana mestiza?

A nivel personal, honestamente, mi madre.

¡Vivan las madres!

Sí, lo tengo muy claro porque antes de que las piedras te lleguen a ti, le han llegado a ella. Como feministas, tenemos que ser conscientes de que hay mujeres que fueron feministas antes que nosotras, pero no estaban creadas las teorías. Vosotras en La Poderío tenéis esto muy claro. Con las mujeres andaluzas se ve muy claramente. 

Ahora que yo estoy conociendo poco a poco la vida de mis abuelas Luisa y Pepa, siento que esas mujeres son referentes para mí. Mi abuela paya, Pepa, trabajó en la cocina para dar de comer a las personas que construyeron el pantano, mandado por Franco, que inundó su pueblo, Govantes. Estaba trabajando para las personas que le iban a quitar su casa. Era la típica mujer de pueblo que cogía las macetas de piedra y las sacaba al patio cuando llovía para que les cayera el agua limpia de la lluvia. 

“Como feministas, tenemos que ser conscientes de que hay mujeres que fueron feministas antes que nosotras, pero no estaban creadas las teorías”.

Y luego mi abuela Luisa, una mujer gitana con 11 criaturas en un pueblo que vivió en corralones al principio. Vendía retales, y aprendió a leer y a escribir porque la metieron en las Carmelitas. Iba al cuartel de la Guardia Civil a repartir los panfletos del Partido Comunista, porque ella tenía muy claro que era comunista. La Guardia Civil y todo el pueblo la conocía y le tenía mucho cariño. Tuvo que ser una una mujer referente no, lo siguiente. 

Y mujeres actuales a nivel teórico dentro del feminismo romaní, Pastori Filigrana, lo está haciendo muy bien y es muy inteligente. Sandra Heredia, una mujer feminista gitana súper humilde y muy cercana. Yo me empadronaba en Sevilla solo para poder votarla. Miryam Amaya, mujer gitana trans que vivió la época de la Transición y de la dictadura, que no está nada reconocida al nivel que debería. Para mí ellas son figuras referentes. 

La verdad es que la primera vez que escuché sobre Miryam Amaya fue en una de tus entrevistas.

Eso es el antigitanismo, Laura.

Y el proyecto Retales, homenaje a la figura de tu abuela Luisa y en el que te preguntas qué significa ser una mujer gitana ahora, ¿cómo va?

Lo quería haber publicado este año, pero quiero hacer el libro bien, a fuego lento. Mis tías empiezan a hablarme de su madre y hay cosas que les cuesta más o que no quieren contar. Como todas las personas que han vivido situaciones muy difíciles dentro del racismo y de la pobreza o de la exclusión social. Y entonces me doy cuenta de que tengo que cuidar más la narración de esa historia. Empecé contando el relato de mi abuela y he acabado titulando cada capítulo con el nombre de la persona que me lo cuenta. El primer capítulo es el retrato de mi tía Remedios. 

Tras publicar Alma nos han empezado a llegar historias muy necesarias. Me gustaría traer historias de otras personas gitanas. Publicamos La Zúa, de Antonio Ortega, una reedición de un libro que se publicó hace 8 años en una editorial pequeñita de Sevilla. Cuando lo leí me recordó un poco a Panza de burro. Y luego nos llegó la historia de Samir y Sarah y la lluvia de estrellas y empezamos a conocer a mujeres sirias y a trabajar con ellas. También hemos creado contenido educativo sobre mujeres en situaciones de conflicto para que se trabaje en las aulas. Cada libro es una historia y cada obra nos lleva a hacer un activismo y un contenido educativo.

¿Nos puedes adelantar algo de lo que está por venir en Altramuz?

Cuando colguemos, voy a subir información a redes sobre el nuevo cuento infantil que publicamos, Ossiri y el Bala Mengro. Pertenece al autor romaní Richard O’Neill, que escribe cuentos teniendo como fondo esas narraciones tradicionales súper importantes en el pueblo romaní. Si no fuera por la narrativa oral, la historia del pueblo gitano no se conocería. Ya sabemos quiénes fueron, porque al final siempre son las mujeres quienes cuentan.

Descubrí estos cuentos y me dije: “vamos a traducir también” porque lo bonito que tiene esta cultura es que sale de las fronteras a nivel mundial, tiene muchísima riqueza. Este cuento tiene como protagonista a una niña que se llama Ossiri y quiere ser música. El trasfondo es la cultura a la que pertenece. Es una manera de narrar desde dentro. Los peques se van a divertir con una historia que no repite los estereotipos de niños pobres, que van descalzos, que están tristes. ¡Cómo van a pensar que se puede ser feliz en la vida así!

“Si no fuera por la narrativa oral, la historia del pueblo gitano no se conocería. Ya sabemos quiénes fueron, porque al final siempre son las mujeres quienes cuentan”.

En este cuento se habla de un instrumento que fabrica de manera artesanal y con cosas recicladas y le pone Tatín Django. Django Reinhardt fue una figura súper importante para el jazz. A través de eso le vamos a enseñar a los peques la cultura tan bonita. Richard O’Neill pertenece al mismo linaje que Chaplin. ¿Sabías que Chaplin era gitano? De hecho, ahora su nieta ha hecho un documental sobre su parte romaní. 

Muy pronto vamos a publicar un libro de Vera Kurtić de 2014, una mujer gitana lesbiana de Serbia que escribe el ensayo Džuvljarke, existencia lesbiana romaní. Es un término despectivo para llamar a una mujer lesbiana en romaní, porque no hay en la lengua romaní una palabra que signifique lesbiana. Vera habla del contexto y la realidad de las lesbianas en Serbia. Estamos trabajando con ella y va a hacer una actualización. Javier Sáez lo ha traducido y yo he hecho una introducción en la que hablaré de la realidad aquí en España. Vamos a abrir un debate.

Qué bonito y emocionante todo lo que me cuentas y qué bien estáis eligiendo.

Con Pepa Cartini trabajamos la identidad verbal. Nos ayudó mucho porque teníamos un batiburrillo mortal. Quiero que se entienda que es una editorial en la que la parte gitana es súper importante, pero ¿qué le pasa a la gente cuando escucha la palabra gitana? Piensa que vamos a escribir sobre flamenco y cosas así. Obviamente eso forma parte de mi cultura, pero también la diversidad, la interseccionalidad que hay dentro del pueblo romaní. Pepa nos ayudó muchísimo con eso.

Somos una editorial romaní que cuenta con la diversidad porque quiero traerme a la editorial los valores reales que tiene mi cultura, que son muy necesarios. Son señas de identidad muy importantes: la diversidad que hay dentro; lo colectivo frente a lo individual; la conexión desde tu origen con la naturaleza, con lo real, con el presente, con lo pausado, con lo artesanal… Todos esos valores simbolizan lo gitano: la pasión por la cultura, la música como herramienta de empoderamiento, de supervivencia, de protestas… Eso es lo que yo quiero que la gente vincule a lo romaní. Los Tiquismiquis están haciéndonos la parte visual.

ilustración de Sandra Carmona.
En una entrevista que le hice a Quan Zhou me confesó que para ella el despertar antirracista había sido igual o más importante que el despertar feminista. ¿cuándo se pone Sandra Carmona las gafas violetas y cuándo le zarandea el despertar antirracista? ¿has sentido alguna vez que esas gafas violetas no estaban graduadas con una dioptría antigitanista?

Las primeras gafas que me pongo son las LGBT, porque creo que es lo que más me afecta. Luego me pongo las gafas violeta, porque me doy cuenta de que el género y el feminismo lo atraviesan todo. Pero es que lo que lo atraviesa todo es el patriarcado. Con lo cual me doy cuenta de que, “sin esas gafas”, el tema LGBT no va a ningún lado porque soy mujer lesbiana. Luego me pongo las gafas antigitanistas y ya me doy cuenta de que encima el colectivo también es racista. Entonces ya tengo ahí un montón de dioptrías. Ese es el orden. 

Hace poco vi el documental de Nan Golding, La belleza y el dolor, y creo que es la mejor manera de narrar tantas historias diferentes. Toca la prostitución, la exclusión social, el racismo, el machismo, la violencia de género, la adicción, el consumo desde el trastorno, el SIDA… y te hace entender perfectamente que todo está atravesado por el patriarcado. Es mortal, es muy bueno. Te lo muestra a través del arte, que es para mí lo más potente. 

Creo que es imposible dividir la lucha, que el colectivo salga fuera del antirracismo; que el feminismo no esté presente en el colectivo ni en el antirracismo, eso no existe, ¿Quién quiere creerse eso? Supongo que una feminista a la que todavía le está costando levantarse de su silla, y que no entiende que el feminismo no es uno solo y mucho menos el feminismo donde ella está sentada, porque yo siempre digo que el feminismo es como un tren lleno de vagones. 

No podemos pensar que hay mujeres que van en un último vagón y que hay un vagón de primera clase. Eso no es así y es lo que yo estoy viendo ahora en el feminismo. En el vagón de primera clase se tocan unos temas, por ejemplo de leyes y de todo lo que está en espacios de poder. Y en el vagón de última clase se habla de derechos de LGBT, de interseccionalidad, de antirracismo. 

Cada vez son más mujeres jóvenes las que están entendiendo esto y están en la ola que viene. Hay que tener mucho cuidado, aunque seas una mujer blanca que tiene privilegios, pero tienes una mirada consciente del feminismo, del transfeminismo, de la interseccionalidad porque es fácil perderse o que se te vayan cayendo los principios cuando entras en espacios de poder. Empiezas a ver que tú tienes una voz, una capacidad y de pronto empiezas a obtener un poder adquisitivo. Claro que es muy fácil caer en el privilegio y en la hegemonía y en el quedarse callada y en el querer entrar en estos espacios.

Como malagueña, ¿cómo ves el feminismo andaluz? ¿lo encuentras necesario? Y como feminista también me gustaría saber si has sentido que hay un feminismo hegemónico que no tiene en cuenta a los feminismos decoloniales como el feminismo gitano.

Yo no sé si a ti te ha pasado esto, pero yo siempre he sido consciente de esa figura. No del feminismo en la teoría, sino de la figura de la mujer andaluza, de mi abuela y de figuras referentes del mundo de la cultura, del cine, de la música, de las folclóricas. Para mí, Pepa Flores es referente más allá de las fronteras de Málaga. Los valores que tiene como mujer malagueña, que ha mostrado y demostrado, la elegancia, el respeto por ella misma, su dignidad. Ha sabido transmitir muy bien eso a las mujeres de su familia, a sus hijas. 

“Siempre he estado muy orgullosa de mi acento andaluz. La fuerza de las mujeres andaluzas, de las abuelas, de las mujeres sentadas al fresco, de las mujeres bailando en las verbenas”.

Me he criado con las películas de Pepa Flores, de Carmen Sevilla, de Lola Flores. Me ponía a cantar las canciones de la película El balcón de la luna cuando venía mi familia de Francia todos los veranos. Siempre he estado muy orgullosa de mi acento andaluz. La fuerza de las mujeres andaluzas, de las abuelas, de las mujeres sentadas al fresco, de las mujeres bailando en las verbenas (que yo decía, “qué símbolo más lésbico y natural, bailando el pasodoble ahí las dos”).

Yo siempre he sido consciente, lo bonito ha sido descubrir que todas lo hemos sido y que hemos sabido darle una forma; saber mirar desde el feminismo y crear una red a través de estas mujeres entre nosotras. Y el poder estar desde ahí desde el poderío ese. Yo me acuerdo de que cuando conocí a La Poderío tenía una gallina a la que llamé Poderío Carmona, no sé si te he contado esta historia alguna vez.

¿Y de ahí surgen los personajes tuyos de Concha y Poderío?

Esos personajes surgen porque mi amiga Ada, de Barcelona tenía una gallina a la que llamó Concha y yo otra a la que llamé Poderío. Automáticamente a mí me vienen a la mente dos mujeres, una catalana y la otra andaluza de pueblo que hablan de sus cosas. Poderío en su línea de mujer andaluza, desde el humor y la ternura, con esa gracia. Y Concha a lo que yo me imaginaba que sería una mujer de la ciudad. 

Laura Rueda

Laura Rueda

Creo en la comunicación que reivindica otras realidades, y en la cultura como herramienta de transformación del alma y de la sociedad. Nunca me etiquetes ni me digas que no puedo hacer algo, soy una entusiasta con la energía y cabezonería suficientes para demostrar que mi manada y yo siempre podemos.

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