La compañía Las Niñas de Cádiz revisitan con Las Bingueras de Eurípides el clásico griego y ofrecen un espacio seguro para las tragedias cotidianas protagonizadas por las que pueden ser, sin ninguna duda, vecinas con las que te cruzas en el portal. Lo apolíneo y lo dionisíaco palpitó, a golpe de humor y acento, en el 40º Festival de Teatro de Málaga.
Adopto forma humana Para ser vuestra cómplice y hermana -Dionisia, Las Bingueras de Eurípides-
“Porque no es contradictorio quejarse riendo. Ni llorar cantando, como no lo es aparcar la rabia para seguir viviendo” asegura Silvia Peña Lacruz. Quién no ha agarrado un pañuelo para secarse las lágrimas en mitad de un ataque de risa. Qué conexión existe entre el humor a carcajadas y la expresión física del lamento en forma de llanto, por qué en los duelos puede aparecer – y aparece – por asalto el humor que se cuela por una rendija y se sienta frente al féretro, acompañando a las presentes en el dolor, siendo una plañidera más que jalea recuerdos felices, chistes, anécdotas.
Qué hace que la tragedia cotidiana pueda llevarse con soltura los malestares, la monotonía, las presiones, las violencias. Qué hace que Mar Gallego apunte en su ya obra referente, Como vaya yo y lo encuentre, que ni la escasez ni el contexto que narra una de las entrevistadas, Isabel Gil, relatando los trabajos que hacía siendo niña en un cortijo de Sevilla, le arrebaten una alegría que se abre paso entre la negrura que también pesa en la memoria.
Quizás una de las claves sea entender que el humor es parte del motor que nos mantiene a flote entre incertidumbres y sinsabores. Un humor de acento marcadísimo y de lectura universal, que ejerce de trampolín para comprender todo lo que vienen a contarnos las Bacantes de Las Bingueras de Eurípides que encuentran en el juego clandestino el refugio ideal para que se haga carne esto del apoyo mutuo y, rítmicamente, contarse las penas cada tarde.
El bingo solo es la excusa en esta obra para que tres comadres se den cita y compartan demonios y alegrías en un escondido local, se hagan cómplices y confesoras al aliento y castañuela de la misteriosa Dionisia, encarnación femenina del dios griego del vino y las fiestas. Un espacio alejado de la idea de lugar de perversión que tiene un agente de la autoridad empeñado en cerrarles el invento y dejarlas sin su ración diaria de sororidad, que junto a alguna que otra pastilla, trae también a escena la importancia que tiene para la salud mental las redes afectivas y, como no, las amigas.
El verso de Ana López Segovia, autora del texto, Dionisia en la obra y parte de la compañía Las Niñas de Cádiz, es un hilo de Ariadna, milenario y versátil, que recorre la literatura más culta y aparece en tanta cosa de lo popular y de andar por casa, en coplas frescas que a muchas le sonará, en carnavales o en las manifestaciones, como ese “Polisía no quiero en mi casa” que una compañera de asiento desconocida reconoció y tarareó bajito mientras golpeaba el reposabrazos de su asiento en el Teatro Cervantes. En el verso está la respuesta, en la palabra que todo el mundo va a entender, por lo que es, por lo que dice y porque el triunfo de lo intelectual es la sencillez con la que transmitir lo que se problematiza para que todo un auditorio lo entienda. Ahí reside su grandeza y así se materializó ayer en el Teatro.
Las Niñas de Cádiz, Ana López Segovia, Alejandra López, Rocío Segovia y Mer Lozano, construyen unos perfiles nada ajenos a la vida en cualquier barrio donde los dejes y las caídas son parte imprescindible de la propia narración: una mujer viuda a la que su marido torturó hasta su fallecimiento y que, aún muerto, sigue pisándole los pies (La he traío a escondía/la he tenío que obligá/la pobre está consumía/de está tol día encerrá/ eso sí, al cementerio/ tó los domingos va); una divorciada a la que su pareja infravaloraba e insultaba señalando a su pecho caído (Pude salir der boquete gracias a mis compañeras); una mujer casada con un Paco cualquiera, donde la desidia se ha hecho cargo de la vida conyugal y la magia de una diosa que las invita a pasar tiempo juntas, a reírse de lo trágico en colectivo, a ser salvajes frente a la tragedia.
La compañía gaditana, que recibió el Premio Max al Mejor Espectáculo Revelación en 2020 por El viento es salvaje, construye una historia, dirigida por José Troncoso, ayudante del martilleante Sargento Schwarzenegger (Fernando Cueto) que se obsesiona con cerrar El Tostaero, que es como llaman al bajo donde mantienen sus encuentros vitales, donde intentan escapar de la rigidez y de la norma con más o menos éxito, mientras que el autoritarismo no deja de pisarle los talones por mucho que el bingo y la línea sean naranjas y limones.
En ese bingo sucede la magia de los espacios seguros y da rienda suelta a una intimidad matriarcal donde se invitan mutuamente a desprenderse de lo que las castiga. Idean, se aconsejan y beben juntas para llegar a esa catarsis donde poder dejar atrás lo que les pesa, como si de un ritual se tratase. Esa retranca que reivindica la libertad, hizo cómplice a un teatro que no dejó de reír durante la obra ni terminaba de aplaudir cuando acabó la función. Más de una hora jugando con lo onírico, lo espirituoso, y lo terrible de la realidad donde, como no podía ser de otra forma, el viento también recibe el papel desatado que le corresponde.
La magia que consiguen estas Bacantes punkarras de carro de la compra y pinzas en el pelo, que viven en nuestros barrios y pueblos y forman parte de la cotidianidad más arrabalera y cercana, es fruto del fuerte acento que reside en Las Niñas de Cádiz, donde el humor y la pena se dan la mano para contarse y hacerse más fuerte juntas. Porque a veces la alegría hay que buscarla en lo oscuro, en la vereda perdía.
Excelente artículo, rico en argumentos teatrales sobre una obra escrita y hecha por mujeres de Cádiz que durante más de una década han hecho de los rincones y calles de Cádiz su escenario y lugar de encuentro con el misterio de la carcajada y las miserias de la vida y que, yo como muchos gaditanos y foráneos aficionados, hemos sido testigos privilegiados de su arte. Larga vida a Las Niñas de Cádiz!!