Este texto está en la sección La Corrala, el patio de vecinas de La Poderío donde cada una charlotea, cascarrilla y pone colorá lo que sea mientras le da el fresquito o el sol en la cara. Más agustito que te quedas, oú. Eso sí, La Poderío no tiene nada que ver con lo que se pone aquí, solo apoya la participación de las lectoras. Puedes enviar tus artículos a ole@lapoderio.com. Otra cosa, antes de hacernos las propuestas pedimos que leas nuestro ideario.
Almudena.
«No vales para nada, da asco lo gorda que estás, empieza a trabajar en algo serio que dé dinero, eres una mierda asquerosa, si no fuera por mí quién te iba a mirar, si he sido infiel algo me faltará en mi casa, le pego la patada a la perra por no dártela a ti, cállate la puta boca y no me provoques, no digas más tonterías, ser de izquierdas como la tonta esta, depílate esas piernas que pareces un macho, qué ganas tengo de perderte de vista …»
Y tantas cosas más que esta cabeza mía decidió olvidar o seguir escondiendo, quizá un día cuando menos lo espere, vuelvan.
¿Víctima yo? Yo no me lo puedo permitir.
Yo soy la profesional que invita a denunciar, la que hacía las guardias en los pisos para víctimas de violencia de género, la que se manifiesta por sevillanas y la que funda asociaciones feministas…
Yo, la que tiene tanto carácter. No me lo puedo permitir.
Yo soy la que un día, mientras organizaba un servicio técnico para profesionales sobre intervención psicosocial con supervivientes de violencia de género, redactaba un caso práctico y al releerlo… ¡¡¡BUUUM!!!
Ahí estaba yo, ahí estaba mi historia, yo era el ejemplo.
Lloré.
Lloré mucho rato.
Lloré muchos días, en soledad, por que quería estar sola en este proceso y por que necesitaba escucharme, sentirme, cuidarme, reprocharme y levantarme.
Y me descubrí.
Después lloré en compañía y, hasta ayer, con una comadre que tengo.
Sería mentira si dijera en estas líneas que fue un descubrimiento verme como una víctima de violencia de genero. Yo me sabía. Era obvio identificar cuando me dio un cabezazo y me tiro de culo. Era obvio cómo ejercía esa violencia vicaria con mis perras… En esas me sabía, pero me descubrí en otras y en todo este proceso que vengo andando, cuando la rabia de verme en esas y ahora, me hizo plantearme que necesitaba gritar esto y que, además, quería hacerlo de verdad. Cuando no pude soportar después de 9 años que volviera a mi vida para maltratarme con una demanda sin sentido, pero con posibilidades de conseguir de nuevo lo que él quería…. Ahí…. dije hasta aquí.
Agarré mi teléfono y llamé a quien pensé que me podía ayudar.
Contacté con una abogada y:
– Quiero denunciarle por violencia de género.
– ¿Cuánto hace? ¿Tienes pruebas?
– 9 años. Pruebas no, pero sí testigos.
– ¿Se ha puesto en contacto contigo en los últimos 5 años por alguna vía?
– No, solo por la demanda.
– Almudena, no lo hagas, no tiene sentido, ni contundencia. No te van a creer, recuerda quién eres, es muy difícil que puedas ganar esto. Pasa página porque si llegan a admitir la denuncia, tu sufrimiento va a ser mayor que la satisfacción .
Yo también necesito contar la verdad, no para seguir viva, pero sí para apropiarme de los espacios que la justicia, la bien llamada patriarcal, no me va a dar. Para decir que yo, licenciada, profesora de universidad, también he sobrevivido a la violencia.
Cuento todo esto, por que yo no soy Rocío Carrasco y no tengo ese altavoz. Mi caso, no se va a reabrir porque no me han dejado iniciarlo. No lo han hecho en un espacio de cuidados, porque la justicia maltrata y las comadres no me dejan que me exponga de nuevo a eso.
Porque cuando hay que denunciar esa, para mí, suavizada luz de gas, llamada así casi con romanticismo para evitar decir lo que es, Violencia, te encuentras con otra forma de violencia: la institucional, la estructural, que no es más que esa que, de nuevo, nos arrebata la credibilidad cuando salimos del perfil de víctima que ellos quieren que seamos, el perfil justificado, el que la sociedad y por qué no decirlo, los medios (no todos) se encargan de difundir.
Esa violencia institucional es la que te juzga a ti por ser, la que revictimiza de manera feroz, sin compasión y sin humanidad.
Lo hemos vivido con las víctimas de violaciones y ahora con Rocío Carrasco.
No quiero narrar esto desde el cabreo, que ya se me está pasando de a poquito, pero sí quiero invitaros a una reflexión:
¿Qué vamos a hacer? ¿Nosotras? Las de esta Corrala, las de otras colectivas, las feministas.
Es curioso que se arrojen los datos sobre las llamadas al 016 después del primer episodio del documental de Rocío. Está genial, esas mujeres se están descubriendo y, por supuesto, empoderando, pero alguien tiene que decirles que se cuiden, que piensen hasta dónde y cómo van a iniciar ese proceso sobre todo si no encajan en el perfil y si no tienen las 100 actas notariales, denuncias, testigos, peritajes, etc. que, como mínimo, les lleve a tener credibilidad. Incluso con todo eso, a esta Señora, se le archivan las causas aún teniendo poderío económico pa recurrir a abogades con prestigio (así es, aunque nos rechine).
No pretendo que esta declaración sea vista desde la perspectiva de la rendición o del desánimo. Jamás. Sí pretendo que los cuidados se antepongan.
Ojalá el Feminismo haga de nuevo su magia y legisle.
Mientras…. Yo no soy Rocío Carrasco
INDEFENSIÓN APRENDÍA se llama.
Gracias a la Poderío por empujarme a apropiarme.
Gracias, Rocío Carrasco, por tu valentía.
Gracias, comadres, por ser los bastones que me ayudan a no caerme.
Gracias, compañero, por dejarme descubrir que hay formas sanas de amar.
Gracias a todas las mujeres como Rocio que se atreven a dar toda la verdad y luchar hasta el final para poder asi finalmente avanzar, gracias a ti Almudena por dar tu testimonio aunque ya haya pasado, pero algo si quiero decir para una evolucion correcta del feminismo desde las instituciones deberian no rechazar ningun testimonio por complicado que sea o por pruebas insuficientes, lo vivido, vivido esta. Que se hagan todas las pruebas psicologicas necesarias sea el caso que sea, se acabo el machaque psicologico hacia las mujer por ser mejor mujer o peor, por ser mejor madre o peor, por ser mejor amiga, novia o cualquier cosa, no se trata de ser mejor o peor se trata de ser, y queremos ser libres, y hacer lo que queramos sin ser juzgadas en ningun momento.
Apoyo a toda mujer que luche hasta el final.