Irene Viedma Requena y María Rodríguez Rodulfo./ Cafés Feministas Almería.
Nace este espacio en La Poderío desde la colaboración sorora con Cafés Feministas Almería, un colectivo de esos de mesita camilla y brasero, pero con mucha revolución. Somos Feministas del mar de plástico, porque nuestros invernaderos se ven desde el espacio, pero a las feministas hay que saber encontrarlas.
El movimiento feminista almeriense va más allá de las políticas de igualdad del Ayuntamiento o la Diputación, que de higos a brevas deciden llevar a cabo algún evento en el que las jóvenes feministas no encuentran su espacio. Almería ha sido históricamente una provincia marginada del sentir andaluz, muy asimilada al levante murciano y despojada de ser Al-Mariyya, parte de Al-Ándalus y su historia mestiza.
Somos las voces de las que luchan contra el patriarcado en la periferia, con un cafelito de por medio. Nos organizamos y avanzamos hacia un horizonte feminista, pero estamos agotadas, exhaustas, jarticas ya de tó, como decimos aquí. La línea de salida feminista fue muy difícil de alcanzar. El germen de su avance en la sociedad es la existencia de un espacio colectivo, plural y diverso, en el que el deseo de erradicar la violencia machista se ha puesto en el centro. Resistirla, combatirla, refugiarse de ella. Pero la inexistencia de ese espacio, de esa red, ¿qué supone?.
La idiosincrasia de esta Almería nuestra es compleja, por así decirlo; dura, difícil, tosca, como el desierto que nos rodea. Lo mejor siempre está fuera de aquí porque aquí no hay nada que hacer, el tiempo parece estático y la cultura agoniza. País ignorante, comunidad ignorada, ciudad precaria.
Vivimos en una ciudad donde la juventud no se plantea habitarla. Fuera es todo mejor, lo de fuera es lo más: más vida, más ambiente y movimiento. Simplemente más y aquí menos. Somos el último eslabón. Nuestros saberes parecen no valer, nuestra identidad dentro de Andalucía ha sido arrebatada, nuestras luchas desoídas: el reconocimiento histórico de los iconos feministas almerienses, la visibilidad de nuestra resistencia contra el conservadurismo de los terratenientes que dominan nuestra provincia, la realidad que hay detrás de ser la despensa hortofrutícola de Europa y el cansancio de proteger nuestro Parque Natural de convertirse en la Costa del Sol 2.0. Prueba de ello es que en nuestro Paseo de la Fama hay muchas estrellas estadounidenses, mientras que todavía luchamos porque se sepa que nuestro Paseo Marítimo tiene nombre y apellidos y se llama en realidad Paseo Marítimo Carmen de Burgos.
Ante este panorama, dicen que a esta ciudad llega una llorando y se va una llorando. Llega una llorando porque se piensa en la aridez de una ciudad subdesarrollada que no ofrece ningún ocio alternativo que no sea mujeres, mojito, Mojácar. Pero se llora de emoción a la vuelta porque cuando conoces a nuestra gente se revela el espíritu resiliente y el desparpajo almeriense que hace que no quieras abandonar esta tierra.
En Almería se siente una atmósfera envolvente de nostalgia, quizá por nuestro pasado dorado de escenario de Hollywood, pero no cualquier tiempo pasado fue mejor. Nuestra provincia tiene también un sentir orgulloso de resistencia y superación, que trae con el viento cierto poder de energías renovadas. Almería es y será resistencia.
El boom-boom feminista
Nosotras empezamos hace algún tiempo a sentir el boom-boom no de Bisbi, sino de una Almería feminista. Sin saber muy bien qué nos depararía el futuro, comenzamos a avanzar. No teníamos espacios, pedíamos favores, cualquier hueco para sentarnos a hablar; por “Kutre” que fuese era bueno. ¿Te imaginas hacer pedagogía feminista en el mismo garito donde a la noche corrían litros de calimocho y se llenaba de pipas en el suelo?
Quizá desde fuera no dábamos la imagen de forjadoras de ninguna revolución, pero el latir era cada vez más fuerte y algo comenzaba a bullir en el ambiente. Nos encontrábamos con muchas dudas, todo estaba por hacer. Cuando se genera algo totalmente nuevo, desde prácticamente la nada, aparecen todo tipo de desconfianzas. Sin embargo, a todas nos unía un único deseo: generar un espacio de lucha antipatriarcal en la ciudad en la que habíamos crecido sometidas al sistema.
Nuestra lucha no ha sido un levantamiento estrepitoso, pero sin duda es sentir una miajita de esa realidad añorada. Con paciencia y mucho esfuerzo, hemos ido andando un camino que creíamos imposible. A través de encuentros mensuales, cuentacuentos para nuestros peques, jornadas de debate y reflexión, talleres para trabajar en colectivo, convivencias y manifestaciones hemos ido avanzando.
Nuestro objetivo es claro y no ha cambiado desde aquellos primeros cafés: crear conciencia feminista. Lo seguimos haciendo igual, con un cafelito, mucha disposición al diálogo, al aprendizaje y apoyo mutuo a rabiar.
Ahora echamos la vista atrás, casi cinco años como colectivo en pie de guerra, y nos sentimos exhaustas, pero no dispuestas a abandonar. Ocuparemos todos los espacios que nos pertenecen por derecho.
Desde «Feministas del mar de plástico» queremos ser altavoz de nuestra realidad y de aquellas voces olvidadas que se han cansado de serlo y que quieren tomar su parte dentro del feminismo andaluz. Nuestro propósito es acercarnos a las vivencias feministas al margen de lo visible. Recogeremos los testimonios de nuestras vecinas, primas, madres, hermanas, abuelas, experiencias de una Almería más allá de la huerta de Europa y del destino vacacional low cost.
Pese a que vinimos llorando, nos iremos llorando cuando el camino se ande solo y podamos decir con orgullo que nunca más seremos olvidadas.
0 comentarios