La serie ideada y protagonizada por Rachel Bloom habla de rechazo, enfermedad y feminismo con humor y profundidad y quizás sea una de las series más infravaloradas de los últimos años.
A la hora de recibir el Golden Globe 2016 como mejor actriz cómica por Crazy Ex girlfriend, la actriz y creadora Rachel Bloom se dirigió a la platea entusiasta recordando que aquel acontecimiento que estaba viviendo era realmente excepcional, ya que la serie estuvo a punto de no existir. El proyecto, realizado junto con Aline Brosh McKenna, había recibido un largo listado de rechazos y sin embargo, sus creadoras sabían que la historia valía la pena y no pararon de llamar a puertas hasta que el canal americano Cw apostó por su realización, y ahora se puede ver en un coloso como Netflix.
Pero el rechazo hacia la serie no acabó el día de su estreno, sino que es algo que le ha acompañado en todo su periplo. Una de sus protagonistas, Vella Lovel, ha afirmado en una entrevista para el canal BUILD que para la serie existen dos tipos de público: el superfanático y el que nunca ha escuchado hablar de ella. Crazy Ex-Girlfriend suele producir sentimientos extremos, o la odias o la amas y hasta la fecha parece que el primer grupo es el más habitado, de hecho nosotras estábamos allí.
Cada vez que Netflix nos aconsejaba ver la serie, de acuerdo con el algoritmo de lo que habíamos visto anteriormente, la descartábamos. El cartel no era nada alentador, la protagonista en primer plano sostiene un globo rosa con forma de corazón y mira a la cámara con aire entre inocente y psicópata, a su lado la frase Never let go. Partiendo de un título un poco sexista, tenía pinta de ser la clásica comedia romántica que ve a una mujer humillándose en una secuencia de intentos fallidos por recuperar a un un ex novio hasta algún final feliz cualquiera. Habíamos leído, además, que era ¡una serie musical! Es decir, que las premisas representaban una mujer con cara de psicópata que protagoniza una secuela de intentos fallidos por recuperar a su ex, cantando y bailando. ¡Horror!
Sin embargo, llegó el momento que con las defensas bajas, le dimos una posibilidad a esa comedia romántica, a la vez drama, y a la vez musical, y no la hemos dejado hasta el último episodio de la última temporada.
“Locuras de amor”
Rachel Bloom, cocreadora de la serie antes de convertirse en la moderna Glenn Close de Atracción Fatal, cantaba canciones paródicas en Youtube y en cruceros musicales por Nueva York. El personaje que interpreta, Rebeca, se forja en esos años y resulta ser entrañable y adorable. Trabaja como abogada en un bufete de élite de Nueva York y, a pesar de su éxito laboral, académico y económico, se siente miserable e insatisfecha con su vida.
Un día recibe la propuesta de hacerse socia de la empresa pero, en lugar de celebrar la ansiada oferta, decide repentinamente dejarlo todo y seguir a un exnovio de su adolescencia que se encuentra casualmente por la calle. Aun sin que él le diga el fatídico “¡Ven!”, Rebeca acaba mudándose a West Covina, California, a dos horas de la playa, cuatro con tráfico, un pueblo provinciano sin ningún atractivo aparente al que nadie se mudaría por su propia voluntad (un sitio tan absurdo que existe de verdad).
Allí protagonizará una serie de peripecias que tienen como objetivo recuperar al novio perdido, haciendo cosas buenas, malas y muy malas. Esta trama en apariencia predecible pronto se revela como un telón de fondo sobre el cual destacan muchos más detalles. Rebeca no es solo una drama queen acosadora que entra en pánico cuando ve al ser amado, cuanto más la conocemos vemos que tiene todas las características para ser una peculiar anti-heroína de nuestros tiempos.
Desde el principio se presenta como una mujer inteligente, mucho más que todos los hombres de los que se enamora, y sin embargo, no consigue hacerse cargo de su vida y del hecho de que, de repente, esté viviendo una desproporcionada obsesión. Su historia no nos sorprende y nos recuerda a menudo que en nuestra sociedad, mujeres y hombres estamos hiperpreparadas para nuestra carrera laboral, pero no tenemos ninguna formación en el ámbito emocional o sexoafectivo (y gracias a iniciativas como el pin patriarcal vamos a tenerla todavía menos). El territorio de las emociones se ha dejado en manos de la improvisación bajo las etiquetas de lo espontáneo, ineludible o incontrolable: la dicotomía austeniana entre sentido (la razón) y sensibilidad (la emoción) sigue vigente hoy en día mandando a muchas mujeres hacía un matadero emocional.
Pero la cosa va más allá porque esta locura no es solo el fruto de un ciego enamoramiento. En numerosas ocasiones la actriz protagonista, Rachel Bloom, ha hablado públicamente del momento de su vida en el que cayó en una espiral de ansiedad y depresión, confesando que el personaje de Rebeca tiene mucho de ella misma. Sí, lo de Crazy que sale en el título de la serie va en serio.
La historia de una de nosotras
En los títulos del principio de la cuarta y última temporada, vemos a una Rebeca sonriente y delgada que lleva una bici rosa. Es “una versión mejorada” de la protagonista. Pero, de pronto, la cámara enfoca la verdadera Rebeca sentada en un banco del parque con actitud poco alentadora. Una voz la describe como “dulce y amable, pero a veces también mala y a lo mejor un poco obsesionada con el sexo: “She’s too hard to summarize!” (“¡tan difícil definirla!”). La cámara vuelve enfocar, y por tanto, a elegir, a «la falsa Rebeca» porque quizás sea “socialmente más aceptable” (aunque en realidad siempre acaba confesando algún secreto que te deja con la boca abierta).
La verdadera Rebeca acaba siendo descartada porque tiene el defecto de ser verdadera, con momentos hilarantes y otros irritantes. A través de ella, la serie nos lleva en varias ocasiones a hacernos la misma pregunta que se hace la periodista María Unanue en este artículo: ¿Por qué la línea entre ser superdivertida o ser una loca es tan fina? ¿¡Quién demonios pone esa línea!?
El tema de la enfermedad mental estuvo en el centro de series como United States of Tara, en el que la protagonista sufre un trastorno de identidad disociativo, más conocido como trastorno de personalidad múltiple. En Girls la protagonista muestra rasgos de trastorno obsesivo-compulsivo, del cual la creadora e intérprete, Lena Dunham, fue realmente diagnosticada a la edad de 9 años, y en la mini serie Strange Love vemos a Anne Hathaway interpretar un personaje que sufre de trastorno bipolar, aunque quizás mostrado de una forma bastante romantizada.
Con más o menos sensibilidad, esas series han intentado dar un lugar a la enfermedad mental, un tema que desde siempre ha representado un tabú aun siendo algo mucho más común de lo que se piensa en la vida de muchas personas. Eso se debe a que la etiqueta de «loca» acaba pesando enormemente en la vida de las personas diagnosticadas. La simple palabra tiene la capacidad de convertir a una persona en algo que asusta por su imprevisibilidad, la desautoriza en todos los ámbitos, le hace perder poder y posibilidades vitales. Sabemos que históricamente la locura se ha usado como excusa para arrebatar a las mujeres su credibilidad y dignidad, una mujer loca de repente deja de ser dueña de su vida, es arrastrada hacia lugares y situaciones sin que se cuente con su consentimiento. Como dice la hermana Belén, directora de un manicomio de mujeres en la España franquista en la novela de Almudena Grandes, La madre de Frankenstein: “si las cuerdas importamos poco, imagínese las locas, ellas son las últimas de todas las filas”.
Entonces: ¿porque la ex-novia está loca? Muchas son las soluciones posibles que la serie nos deja entrever. Para empezar, puede que el mundo de las empresas de primera categoría como la que empleaba a Rebeca sea (¡sorpresa!), un infierno lleno de competición y presión. Puede que tu madre/padre, comunidad, la sociedad, la historia (cualquiera de los sujetos puede ser correcto y tiene un papel en la serie) haya cosido encima de las mujeres tantas expectativas que ya no nos podamos ni mover. Puede que, a falta de relaciones sociales significativas, ese novio del instituto represente de repente la persona más decente que hayas conocido y quizás de las pocas que haya conectado contigo de verdad.
Cristina Morales, en su libro Lectura fácil, protagonizado por un grupo de mujeres diagnosticadas con enfermedad mental, deja claro de muchas formas que “La alienación es la identificación de nuestros deseos e intereses con los deseos e intereses del poder”. En esta línea, Crazy Ex-girlfriend va con la locura por bandera y nos presenta un personaje “naturalmente loco”, y hasta “valientemente loco”, porque su locura representa un gesto de resistencia a los mandatos sociales del éxito y la realización personal basadas en pautas preestablecidas.
Rebeca es en todo momento una persona compleja, puede resultar exageradamente sensible y emotiva, hasta llegar a ser definitivamente molesta cuando una y otra vez comete los mismos errores, pero más de una vez nos reconocemos en ella y en su incapacidad de sobrellevar a nivel emocional las relaciones familiares, laborales o sentimentales que parecen ideales, pero quizás justo por eso no se adaptan a nuestra realidad generando sufrimiento.
Una serie feminista con un cast sorprendente
Sin duda uno de los puntos fuertes de la serie consiste en haber reunido un reparto de actrices y actores muy diferentes, que interpretan papeles muy originales y se desarrollan a lo largo de las temporadas de formas bastante imprevisibles. Las creadoras han aprendido la lección de la interseccionalidad presentando personajes sorprendentemente variados en cuanto a etnia, edad, orientación sexual y corporalidad.
Paula (Donna Lynne Champlin), compañera de trabajo, cómplice, mejor amiga y, si hace falta, mamá de Rebeca, es una mujer tildada repetidamente de mala madre, y definitivamente mala esposa, que describe su matrimonio como The Walking dead (“solo esperamos salir vivos de ello”). Valencia (Gabrielle Ruiz), la actual novia del ex novio, es una antipática monitora de yoga obsesionada con el agua mineral. Su actitud es verdaderamente bitchy, aunque su rivalidad con Rebeca se irá esfumando a lo largo del tiempo.
Rebeca puede contar también con las sarcásticas observaciones y los agudos consejos de su vecina milenial Heather (Vella Lovell), una chica que vive con sus padres y que aspira a ser simplemente estudiante para siempre. Y no podemos olvidar el ex novio más deseado, Josh Chan (Vincent Rodriguez III), joven de origen filipino de gran corazón y una confusión emocional igual de grande. La serie ha sido muy apreciada por visibilizar a la comunidad filipina y mostrar, entre otras cosas, cómo se vive el Día de Acción de Gracias en sus casas.
Como si no fuera suficiente, la serie está repleta de temas feministas desde el aborto al parto, la sororidad/rivalidad entre mujeres, la sexualidad vivida sin prejuicios, la amistad como algo central en la vida y el humor como herramienta para salir hasta de las situaciones más trágicas. La única nota desafortunada quizás sea el tratamiento acrítico que se hace de la gestación subrogada, mostrada como una herramienta fácil y generosa para ayudar a un amigo a realizar su sueño de paternidad en solitario.
Con todos los elementos a veces dispares que la componen, Crazy Ex-Girlfriend es capaz de escenificar casi todo lo contrario de lo que estaba en su premisa: se trata de una propuesta de deconstrucción del amor romántico más esencialista a través de los géneros fílmicos que desde siempre han sido territorio, la comedia romántica y el musical. Finalmente, Rebeca deja de idealizar del amor, y afortunadamente también la torpeza y el caos comportamental que caracterizaban su vida, y hasta el final no deja de buscar una dimensión vital que esté a su alcance y que le permita también convivir mejor con quien tiene alrededor.
Renunciando a complacer y arriesgándose a no gustar, la serie resulta ser realmente un producto refrescante, con una libertad expresiva y creativa que otras series más exitosas no han conseguido alcanzar. Demuestra, además, que las canciones parodiadas, el feminismo, la diversidad y las referencias a la enfermedad mental pueden convivir y constituir una original e insospechada herramienta de crítica social.
Es una serie que ha cambiado mi vida, a mejor. Sin duda alguna la recomiendo totalmente.
Gracias por vuestro artículo