«Mi hijo estaba pisando callos que eran intocables. Ahora exigimos verdad, justicia y no repetición”
«Mi hijo estaba pisando callos que eran intocables. Ahora exigimos verdad, justicia y no repetición”

Ruth de Frutos

25 mayo 2018

Gloria Salcedo (Bogotá, Colombia, 66 años) habla del pasado como si el tiempo se hubiese detenido el 19 de enero de 2015. Ese día su hijo Carlos Pedraza Salcedo, miembro de la campaña permanente contra la brutalidad policial y el desmonte del ESMAD (Escuadrón Móvil Antidisturbios), el Congreso de los Pueblos, del Movimiento Político de Masas Social y Popular del Centro Oriente colombiano y del Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE) desapareció y su cuerpo fue encontrado tres días después a 60 kilómetros de Bogotá. Gloria, quien ha trabajado durante décadas en una organización sin ánimo de lucro con familias empobrecidas, forma parte del MOVICE desde la muerte del joven de 33 años, lo que le ha permitido conocerle aún más después de su desaparición forzada y posterior asesinato. Como muchas de sus compañeras, ha tenido que dar un paso adelante y continuar con la lucha de su hijo.

En Colombia han asesinado a más de 100 personas defensoras de derechos humanos en 2017, según la oficina nacional del Alto Comisionado de Naciones Unidas. La organización internacional ha denunciado la fuerte estigmatización de líderes sociales un año después de la firma del Acuerdo de Paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Este acuerdo se concibió para finalizar un conflicto armado de 53 años, que ha causado 220.000 muertos y el desplazamiento interno de 7.265.072 personas, 11.165 víctimas de minas explosivas, 36.278 secuestros registrados y 340.000 colombianos y colombianas reconocidos con el estatuto de refugiado en todo el mundo, según Amnistía Internacional. El Sistema de Información de Agresiones contra defensores de derechos humanos en Colombia (SIADDHH) ha denunciado un total de 335 agresiones contra personas defensoras (225 amenazas, 51 asesinatos, 32 atentados, 18 detenciones arbitrarias y 9 casos de judicialización) solo durante el primer semestre de 2017.

Desde hace unos meses, Gloria Salcedo forma parte del programa de protección temporal de Amnistía Internacional y se vive en Andalucía junto con otro familiar. Gloria se siente a medio camino entre Colombia y España. Seria e incansable, repite a lo largo de la entrevista “yo tengo que seguir, tenemos que saber la verdad”, mientras mueve las manos con delicadeza.

¿Cuándo decide involucrarse en la defensa de los derechos humanos?
Mi decisión por vincularme al Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado se produce al saber que mi hijo militaba y pertenecía a ese grupo. Yo quería, no tanto saber en qué consistía el movimiento, sino conocer qué hacía mi hijo en él. Yo no sabía exactamente en qué trabajaba. Cuando llegué al grupo, comencé a conocer a personas como Blanquita, que es una mujer wayú, que tenía una hija de 15 años, que había sido violada y degollada y la desaparecieron. Ella, como mujer, se puso a buscar el cuerpo de su hija hasta que lo encontró. Lo encontró por pedazos. Sin embargo, continúa con la lucha. Cada año organiza un evento, en una plaza muy nombrada en Bogotá, en la fecha que su hija desapareció, y Blanquita le hace un recordatorio al país y a la justicia. A doña Blanquita le tocó salirse de la Guajira porque la iban a matar y aquí [en Bogotá] tiene que cambiar de residencia cada rato.

 

¿Cómo se entera de la relación de tu hijo con la lucha de las madres de Soacha?
Yo no sabía nada, todo lo que yo le estoy contando lo he sabido un año después de la muerte de mi hijo, que es cuando yo decido ingresar al movimiento. Estoy conociendo a mi hijo. Yo digo que conocí a mi hijo como hijo, pero ahora le estoy conociendo mediante las señoras que se me acercan, me abrazan y me dicen “tenga la plena seguridad de que un hijo así no lo encuentra en ningún lado, usted tiene que estar orgullosa”. Yo estoy orgullosa pero no lo tengo a él. Eso es muy duro porque toda la gente dice que fue una persona muy querida con los campesinos, con los indígenas… pero eso no llena el vacío de mi hijo. Él no me contaba porque no quería que yo me preocupaba. Él sabía lo que estaba haciendo y él corría peligro.

Imágenes de MOVICE del homenaje a Carlos Pedraza en el lugar donde encontraron su cuerpo reproducidas por Tuara Páez y Pablo Abril, directores del documental Escapando Fusunga.

Usted siempre habla de la defensa de los derechos humanos como mujer, ¿por qué?
Yo hablo de historias de mujeres. En el movimiento conocí también la historia de doña Luz Marina H. Ella tiene su compañero desaparecido hace 30 años. Él era trabajador de la Universidad Pedagógica [Nacional de Colombia] y lo desaparecieron de la noche a la mañana y ella no sabe nada. Cuando llegué al movimiento y escuché todas estas historias yo di gracias porque sí, me mataron a mi hijo, pero lo pude enterrar, y el día que yo quiera puedo colocarle una flor.

¿Cuándo comenzaron a trabajar en red las mujeres en Colombia?
Yo no sé si aquí se conocieron los casos de falsos positivos. Doña Luz Marina Bernal se tomó las banderas de su hijo y se fue a buscarlo. Estoy segura de que ella no ha encontrado todo el cadáver de su hijo, pero ha hecho cantidad de cosas por dar a conocer la cantidad de falsos positivos que hicieron en el mandato del señor Álvaro Uribe Vélez. Ese fue un punto de inflexión, puesto que ella denunció en Naciones Unidas y en todas partes el caso de su hijo, que era un niño que tenía una deficiencia y, lo encontraron en Ocaña con un uniforme de la guerrilla y con un arma en una mano que no utilizaba. Mi hijo ayuda a estas madres, a las llamadas Madres de Soacha.

 

¿Ha cambiado la situación con el presidente Santos en relación con el anterior periodo de Uribe?
No, es lo mismo. Los asesinatos se hicieron en el Gobierno de Uribe pero el Ministro de Defensa era Santos y él sigue haciendo lo mismo.

¿En qué ha afectado el Premio Nobel de la Paz que dieron al presidente Santos?
Para Colombia fue un baldado de agua fría. ¿Cómo le van a dar un premio de paz a una persona como Santos? Fue la gota que derramó el vaso. Ellos decían que no habían comprado el premio pero nos preocupa que hoja llevó al premio.

¿Y después de un año del Premio Nobel de la Paz?
No hay paz. No hay paz porque siguen habiendo muertos, desplazamientos de la gente. No hay paz en Colombia. Pues, para muestra un botón: nosotros. ¿A cuántos más les habrá tocado salir por una u otra razón?

Imágenes de MOVICE del homenaje a Carlos Pedraza en el lugar donde encontraron su cuerpo reproducidas por Tuara Páez y Pablo Abril, directores del documental Escapando Fusunga

¿Qué mecanismos de protección existen en Colombia para las personas defensoras?
Ninguno. El propio señor Uribe tiene muchas personas protegiéndolo. ¡Imagínese un defensor! Hay quien va a la fiscalía a demandar protección pero cuando llegan ya le han asesinado. Desde el movimiento exigimos que nos digan la verdad: quién lo mandó matar, quién es el actor intelectual y por qué lo mataron… En últimas, quien lo hizo, lo mató por 20.000 pesos. Depende del muñeco, pagan una u otra cantidad.  En nuestro caso, nosotros sabemos por qué mataron a mi hijo. Él estaba pisando callos que son intocables y el tiempo le da a uno la razón. Mire usted cuántos congresistas están siendo investigados pero a ellos les dan casa por cárcel y les siguen pagando su sueldo. Nosotros queremos la verdad, la justicia y la no repetición.

¿Dónde le gustaría que estuviese el movimiento en cinco años?
Me gustaría que estuviese liderando toda la lucha y lográramos saber quiénes son. Mucha gente quedaría satisfecha con el solo hecho de encontrar los restos de sus seres queridos. Pongamos que la señora Luz Marina sepa dónde está su marido, que otra compañera sepa dónde están los restos de su hija. Eso nos llenaría pero lo vemos muy lejano, aunque seguimos con la lucha. Nosotros no tenemos entradas o maneras de sostenernos porque ya no hay nada, ya no hay guerra. Antes había entidades europeas que colaboraban pero eso bajó, porque estamos en paz. La comunidad internacional piensa que ya no necesitamos, según dicen ellos.

 

¿Qué ha supuesto para usted el traslado a Andalucía?
Yo tengo que salir del país por amenazas a otro familiar que fue a buscar la verdad de por qué nos habían quitado a mi hijo. Donde se pongan a investigar van a destapar una cantidad de ollas podridas. Cuando lo hablamos con la familia, asumimos que, así me duela en el alma, yo también saldría. Aquí estoy más tranquila, aunque sigo esperando que me llamen u oír la llave dentro de la cerradura para estar mejor. Echando de menos todo lo que dejamos en Colombia.

¿Cómo ha sido su recibimiento en España?
A Dios gracias muy bien. Yo no esperaba de verdad tantas muestras de apoyo, como el día de mi cumpleaños, que me dieron una fiesta sorpresa. Para uno allá los cumpleaños son una fecha muy especial y siempre la hemos celebrado. En este caso, siempre se hace un almuerzo o una comida especial. Se compra una torta, la tarta que ustedes dicen. Así no haya nada de regalos estamos todos unidos.

¿Qué diferencias ha notado en el día a día de Colombia y España?
La tranquilidad. Saber que mis seres queridos salen y no pasa nada. Aunque me ha costado ya que yo vengo de un barrio popular donde nos conocemos todos, porque he vivido allí durante 30 años. Allí tenía mucha relación con dos vecinas con las que iba a caminar, charlaba… ahora poco a poco estoy empezando a hacer amistades y otras actividades.

Muchas gracias por la entrevista, Gloria.
Muchas gracias a usted.

Ruth de Frutos

Ruth de Frutos

Periodista e investigadora. Enredo sobre derechos humanos en La Poderío. I Premio de Periodismo Social "Alberto Almansa" en la categoría de periodismo ciudadano por el artículo "Málaga no se vende, se alquila al mejor postor" y finalista del IX Premio Internacional Colombine por "Alicia, Carmen y Pilar en la ciudad de las maravillas (para ellos)", escrito con mi comadre Laura Rueda.

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